1. HAZ SILENCIO DENTRO DE TI
«La vida está llena de pequeñas alegrías, el arte consiste en escucharlas e identificarlas».
- Escucha a Dios que te habla. Toma conciencia de que desde que naces, eres un aprendiz de oyente.
- Todo el universo emite señales, el mundo está repleto de sonidos y mensajes. «El día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra» (Sal 18,3).
- Escucha a los otros y presta más atención a las pequeñas cosas y acontecimientos del día.
- Dedica un rato en que estés relajado/a y tranquilo/a a escuchar amistosamente a tu propio cuerpo. Hazte consciente de lo que te dice a través de tus sensaciones de cansancio, dolor, armonía, inquietud. Escucha esas sensaciones sin rechazarlas ni razonar sobre ellas. También por medio de tu cuerpo Dios se comunica contigo.
- Por la noche párate unos momentos y trata de recordar qué «voz» de Dios has reconocido.
2. ABRE LOS OÍDOS DEL CORAZÓN
- El que no oye, no es capaz de hablar, ni de comunicarse, ni de responder a la palabra.
- Una tarea de toda tu vida: estar siempre aprendiendo, a la espera de una palabra, «como el centinela aguarda la aurora» (Sal 129,6).
- No mueras de sed al borde de la fuente. Dile a Jesús que te abra el oído, para que puedas comprender el amor de Dios que llega para todos.
- El Padre te llama para que seas oyente de Jesús: «Este es mi Hijo, el Elegido. Escuchadlo a él» (Lc 9,35).
- En la Iglesia que nace de la Pascua, el Espíritu Santo abre los oídos de los oyentes para que acojan la buena noticia de la salvación. «Una mujer llamada Lidia… nos estaba escuchando. El Señor abrió su corazón para que aceptara las cosas que Pablo decía» (Hch 16,14).
- No te canses de escuchar. «Mirad bien cómo escucháis» (Lc 8,18).
- La decisión es personal, cada día tienes que optar por ser oyente. ¡»El que tenga oídos, que oiga!» (Mt 13,9)
3. JESÚS TE ENSEÑA A ESCUCHAR
- Jesús va por los caminos abriendo los oídos a los sordos. «¡Epheta! ¡Abrete! Inmediatamente se le abrieron los oídos» (Mc 7,34-35).
- Jesús se alegra cuando encuentra oyentes de la Palabra: «¡Dichosos vuestros oídos porque oyen!» (Mt 13, 16). «¡Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la guardan!» (Lc 11,28).
- Jesús se sorprende de que muchos tengan oídos y no oigan. La causa es un corazón embotado (cf. Mt 13, 14-15).
- Jesús encabeza la marcha de un pueblo de oyentes: «Va delante de las ovejas, y ellas le siguen, porque conocen su voz» (Jn 10,4).
- Jesús llama a la puerta de tu corazón para invitarte a una historia de amistad: «Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20).
4. UNA MUJER OYENTE DE DIOS
«María es la Virgen oyente, que acoge con fe la Palabra de Dios» (Marialis cultus 17).
- En María la Palabra encuentra acogida. No vuelve a Dios vacía (cf. Is 55,11).
- María mantiene un diálogo íntimo con la Palabra que se le ha dado. «María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19).
- María deja que la Palabra ocupe todo su espacio interior y así siente unifica toda su persona.
- La Palabra se hace carne en su tierra de mujer y de madre. Se convierte en su palabra, ofrecida gratuitamente al mundo.
- María no exige la comprensión inmediata de la Palabra, porque eso es cerrar el camino a Dios (cf. Lc 2,50).
5. ¿CÓMO SER OYENTE HOY?
- Mira a Jesús, que tiene palabras de vida.
- Aprende a escuchar a los pobres: En ellos habla y grita Jesús.
- Vive de acuerdo con lo que oyes: «El que escucha mis palabras y las pone en práctica se parece a un hombre sensato que ha construido su casa sobre roca» (Mt 7, 24).
- Abre los oídos al momento histórico que te toca vivir, a los signos de los tiempos, para escuchar «los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres» (Gaudium et Spes, 1) y poder ofrecer desde ahí un relato de salvación.
- Reúnete en comunidad para escuchar juntos la Palabra de Dios (Sacrosanctum Concilium 35.106) y poder después proclamarla. «Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos» (1Jn 1,3).
Silencio:Trata de escuchar la resonancias que ha producido la lectura de estos textos.
ORA
Escucha a Jesús, como el sordomudo: «Ábrete».
Escucha a Jesús, como los discípulos: «Vosotros sois la sal y la luz del mundo»
Escucha a Jesús, como el centurión romano: «Anda, que suceda como has creído».
Escucha a Jesús, como la mujer pecadora: «Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no peques más».
Escucha a Jesús, como Mateo: «Sígueme».
Escucha a Jesús, como la gente: «Lo imposible para los hombres, es posible para Dios».
«Nuestra alma hace ruido sin cesar, pero hay un punto en ella que es silencio y que nunca oímos. Desde el momento en que el silencio de Dios entra en nuestra alma, la atraviesa y se une a ese silencio que está secretamente presente en nosotros, tenemos en Dios nuestro tesoro y nuestro corazón» (Simone Weil).
TEXTOS PARA ORAR
En tu Biblia: Isaías 50, 4-5: «Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás». Mc 7, 31-37: curación del sordomudo. Mc 10, 46-52: el ciego de Jericó. Lc 10, 38-42: María, sentada a los pies del señor, escuchaba su Palabra. Salmo 103: Bendice, alma mía, al Señor. Salmo 40: Yo esperaba impaciente a Yahvé
En San Juan de la Cruz: Dichos de Luz y Amor, 99: «Una palabra habló el Padre, que fue su hijo y ésta habla siempre en eterno silencio y en silencio ha de ser oída del alma». Subida del Monte Carmelo 2, 22,5: «Oídle a él, porque ya no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar».
En la Beata Isabel de la Trinidad: «¡Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios! Quiero pasar mi vida escuchándote, quiero ser toda oídos a tu enseñanza para aprenderlo todo de ti»
En Santa Teresa de Jesús: Haz una pausa de silencio: Vida 13,22; 1,4b.