Lectura orante del Evangelio: Mateo 1,18-24
Entonces llamó a un arcángel / que san Gabriel se decía,
y enviólo a una doncella / que se llamaba María,
de cuyo consentimiento / el misterio se hacía;
en la cual la Trinidad / de carne al Verbo vestía;
y aunque tres hacen la obra, / en el uno se hacía;
y quedó el Verbo encarnado / en el vientre de María (San Juan de la Cruz).
María esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
Entramos en la admirable espera de María, para esperar con Ella la acción del Espíritu. La Navidad es fruto del Espíritu, danza inacabable de su ternura, paz para un mundo tan herido por la violencia. El Espíritu nos enseña a esperar a Jesús. Con su fuerza y alegría, consentimos – “hágase”- que el misterio de amor de Jesús se encarne en nuestra vida y embellezca el mundo con su bondad. Porque Dios se hace hombre por obra del Espíritu, el misterio último de la vida es un misterio de bondad, de bendición y de gracia. El Evangelio es el mensaje más hermoso que tiene este mundo (Papa Francisco).
A José, su esposo…se le apareció en sueños un ángel del Señor.
Entramos en la anunciación de José, modelo admirable fe, que se pone al servicio de la novedad que se le presenta de un modo desconcertante. No queremos vivir sin misterio por dentro, no queremos una Navidad sin Jesús. En medio de la noche acogemos a Jesús con la lámpara de la alegría de la fe, nos acercamos en silencio a la bondad de Dios que aparece ante nuestros ojos sobre la tierra. En tus caminos, Señor, siempre brilla tu luz.
Le pondrán por nombre Emmanuel, que significa ‘Dios con nosotros’.
Nos acercamos al icono de María para empaparnos del amor que Dios nos tiene, para entrar en la revolución de la ternura, para ser ante sus ojos de amor. Jesús es el Dios con nosotros: este es el milagro de la Navidad. ¡Qué admirable cercanía! ¿Hay algo más bello y grande en esta vida? No estamos solos, no estamos perdidos en el mundo. Una corriente de amor viene a nuestro encuentro; y nosotros le ponemos nombre: Jesús y decimos: Jesús, Jesús, Jesús… ¿Qué puede ser una Navidad sin nombrar a Jesús, sin alegrarnos en él? Nuestra tristeza infinita solo se cura con un infinito amor (Papa Francisco).
Cuando José se despertó hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.
Entramos en la casa de José y de María; los dos le han dicho sí a Dios y la casa se ha llenado de ternura y de esperanza; la casa es ahora un manantial de alegría donde nuestras fatigas encuentran el consuelo. Gracias a José y a María, también nosotros podemos llevar el misterio de Jesús a nuestra casa. Y al sentir cómo nos enamora y embellece, podemos celebrar la Navidad con gozo y gratitud, con adoración y anuncio misionero, con justicia y servicio a los más pobres. Donde nace Dios, nace la esperanza, y las personas encuentran la dignidad (Papa Francisco).
¡Feliz Adviento! ¡Ven Señor, Jesús! CIPE – diciembre 2022
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