“Estad despiertos en todo tiempo” (Lc 21,36)
MOTIVACIÓN
Hemos venido a una experiencia de silencio, en este tiempo de Adviento. Buscamos, necesitamos silenciarnos para escuchar la voz de Dios, acoger su presencia en nuestro interior, recibir su Palabra, su Luz y su Amor.
Este tiempo de Adviento es favorable para: Centrar nuestra mirada en el Dios que nos ama. Recordar que Dios es fiel a sus Promesas. Hacernos preguntas esenciales:
¿Qué Promesas he escuchado? ¿Vivo con esperanza? ¿Qué motivaciones profundas nos mueven en la vida para caminar con esperanza en el mundo que nos ha tocado vivir?
Somos conscientes de la crisis de valores y de falta de sentido que atraviesa nuestra sociedad nos ha hecho perder de vista el horizonte hacia el que camina la humanidad y la historia. ¿Hacia dónde vamos? Es una pregunta que nos hacemos con frecuencia y quizá no tenemos respuesta.
Con frecuencia nos sentimos envueltos en la incertidumbre, la inseguridad, la soledad, la precariedad, violencia, guerras, muertes, enfermedades…. Se nos nubla el horizonte y se esconde la alegría y la esperanza.
Por eso este tiempo de Adviento es tiempo de volver a lo esencial, a escuchar las promesas del Dios fiel a su palabra.
¿Qué nos ha prometido el Señor?
El Señor está con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos. El Señor nos ama con infinita ternura, que ha venido, viene y vendrá.
La palabra que nos regala la Iglesia en este tiempo de Adviento nos conforta y serena ante tanto sufrimiento inexplicables, tantos problemas económicos, tensiones constantes en la convivencia.
Éste es el reto que nos trae el Adviento. Éste es el reto de la Iglesia y de cada uno de los cristianos: aportar un poco de luz, de esperanza y de alegría a nuestro mundo herido. Ser signo de esperanza para la humanidad y apostar sin condiciones por el Niño hecho carne que viene en Navidad. Él es la esperanza más firme de esta vieja humanidad. Él es el redentor, el liberador, el pastor que cuida con amor desmedido a su pueblo y ovejas de su rebaño.
¿Cómo atender y responder al grito de tantos hermanos nuestros que sufren por diversas causas?
Necesitamos que la Gracia de Dios nos penetre y nos transforme. Necesitamos reavivar nuestra identidad profunda de hijos e hijas de Dios, todos hermanos, amados por Él inmensamente. Para esto, para reavivar la llama del amor venimos a esta experiencia de silencio.
Esta experiencia tiene 4 momentos:
1. Oración inicial en el salón
2. Momento de meditación sobre un texto del papa Francisco.
3. Adoración al Santísimo en la Capilla
4. Compartir la experiencia en el salón
Para ayudarnos a vivir esta experiencia de silencio todos tenemos que implicarnos, por eso es necesario apagar los teléfonos, hacer el menor ruido posible, evitar hablar innecesariamente, de esta manera cuidamos el silencio de todos y favorecemos la escucha de Dios que nos habla al corazón.
ORACIÓN
Comenzamos escuchando el canto:
VEN, SEÑOR JESÚS, MARANATHA (3), SÍ, ¡VEN PRONTO, MARANATHA! (Harpa Dei)
Se canta en diversas lenguas, así nos unimos al grito universal de la humanidad que anhela la venida constante del Salvador.
Salmo 26
El orante de este salmo nos invita a buscar apasionadamente a Dios, a confiar en el Señor, pase lo que pase en la vida. Su palabra disipa los temores. Él es la luz de nuestros ojos y la dicha del corazón.
¿Quién nos dará esperanza? ¿Dónde encontraremos ánimo para vivir? La palabra de Dios y el testimonio de los hermanos nos dan luz y confianza para el camino.
Lemos todos el salmo, despacio. Después de una pausa de silencio cada uno repite en voz alta alguna frase que le haya resonado dentro.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
Pausa de silencio
Escuchamos el canto: El Espíritu y la Novia dicen ¡Ven! de Jésed.
La Novia es la Iglesia, somos nosotros, Iglesia sinodal que en este tiempo de Adviento anhelamos la venida del Señor, el agua viva que Dios nos da gratuitamente.
Canto: El Espíritu y la Novia dicen ¡Ven! (Jésed)
Mira el río de agua de vida,
brillante como el cristal.
Mira que brota del trono de Dios, y del Cordero;
y a cada lado del río crecen árboles llenos de vida.
¡Ven, Señor! ¡Ven, Señor!
¡Ven, Señor Jesús!
¡Ven, Señor! ¡Ven, Señor!
¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven Pronto!
¡Ven, Señor! ¡Ven, Señor!
¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven pronto!
¡Ven, Señor! ¡Ven, Señor!
¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven pronto!
¡Ven pronto!
El Espíritu y la Novia dicen: ¡Ven!
Y que todo el que escuche diga: ¡Ven!
Y si alguno tiene sed, que beba del agua de la vida;
que, el Señor, gratuitamente le dará.
Yo soy el alfa y soy la omega;
Yo soy el principio y fin;
mira que vengo muy pronto ya, dice el Señor.
Dichosos todos aquellos, que guardan mis palabras.
TIEMPO DE MEDITACIÓN
Ficha con el texto de Meditación del papa Francisco.
Cada uno lo lee personalmente en silencio durante unos minutos. A continuación, escuchando la música nos dirigimos, siempre en silencio, a la Capilla para el Momento de Adoración al Santísimo
ADORACIÓN AL SANTÍSIMO.
Tiempo de adoración silenciosa
Rezo del Padre nuestro y Bendición del Santísimo
Canto final: NO ADORÉIS A NADIE A NADIE MÁS QUE A ÉL
COMPARTIR LA EXPERIENCIA DE SILENCIO
Canto a la Virgen
La Virgen sueña caminos, está a la espera
La Virgen sabe que el niño está muy cerca
De Nazaret a Belén hay una senda
Por ella van los que creen en las promesas
Los que soñáis y esperáis la buena nueva
Abrid las puertas al niño, que está muy cerca
El Señor, cerca está, él viene con la paz
El Señor cerca está, él trae la verdad
Equipo CIPE