Lectura orante del Evangelio: Mateo 2,13-15.19.23
“Jesús, María y José. En vosotros contemplamos el esplendor del verdadero amor” (Papa Francisco).
El ángel del Señor se apareció en sueños a José.
¡Qué maravilla poder entrar en la vida de José y aprender de él a orar! ‘Maestro de oración’, así lo llamaba Santa Teresa, que, sin pretender enseñar, enseña caminos de encuentro con Dios. Con la simplicidad de su figura, nos encara con tantas cosas superfluas que hay que dejar para ser libres. Junto a él se respira verdad, amabilidad, paz. Con su silencio hondo y real respeta y cuida el misterio de la Sagrada Familia. En los sueños de la noche, descalzo de toda vaciedad, desprendido de todo, se pone ante el Dios que pasa y que habla; en los sueños se sabe tocado por Dios y, con Dios, sabe que todo es posible. Sin tener todas las claves en la mano, José se fía como peregrino de la fe. La noche envuelve un regalo de luz para el que sabe esperar y ver. En el silencio de la noche, tú, Señor, tejes en nosotros la confianza y, como a José, nos das una familia de hermanos y hermanas a nuestro cuidado amoroso.
Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto.
Junto al silencio para oír, José nos regala otra actitud fundamental para orar: la obediencia a la novedad de Dios; porque el protagonismo es de Él y el camino es superior a nuestras fuerzas. José acoge el amor desbordante de Dios y avanza obedeciendo; de esa forma en lo insignificante y en lo humilde se hace presente la amorosa gratuidad de Dios. José obedece para cuidar la vida de su familia, la vida de Jesús, que desde los inicios está amenazada. ¡Cuánta fidelidad de Dios a José, y de José a Dios! ¡Cuánta confianza y fuerza le brotan de los adentros! Los sueños de Dios se hacen presentes en nuestros propios sueños en forma de impulso potente, liberador, para afrontar dificultades, antes insalvables. Jesús vive con su familia la experiencia del pueblo de Israel, prófugo en Egipto. Se hace presente en medio de millones de familias prófugas, para que nadie se sienta excluido de la ternura de Dios. Donde alguien sufre allí está Jesús. En el corazón de la noche queremos estar atentos para acoger tu proyecto, Señor. En las noches de la humanidad, queremos mirar a todos los inmigrantes con tu compasión y estar cerca de ellos.
José se levantó, tomó al niño y a su madre de noche; se fue a Egipto.
José no pronuncia palabras, pero actúa. Su joven familia tiene problemas y, sin embargo, en torno a él se respira paz, fortaleza, prontitud y, con ello, vence la incertidumbre y el desasosiego familiares. José no se exhibe y, sin embargo, su luz brilla en la noche. Acompaña y cuida la vida, pero no se apropia de ella; la arropa, pero no la ahoga. Así crece el misterio en la familia de Nazaret, cuyo auténtico artesano es el Espíritu. Así, gracias a tantas familias como la de Jesús, José y María, verdadera artesanía de un mundo nuevo, crece Jesús en nuestro mundo y se extiende la alegría de la Buena Nueva. Sagrada Familia de Nazaret, ayudadnos a poner por obra las inspiraciones de Dios para que el mundo descubra la alegría de ser familia.
¡Feliz Navidad, en familia! Desde el CIPE – diciembre 2019
Documentación: Sagrada Familia Lectura orante del Evangelio: Mateo 2,13-15.19.23