Lectura orante del Evangelio: Juan 10,1-10
“En la hora de la prueba y de la desorientación, danos tu Espíritu, Señor” (Papa Francisco).
El que entra por la puerta es pastor de las ovejas.
Dos imágenes de Jesús nos pueden ayudar a orar en esta hora en que sentimos una gran fragilidad por este virus que nos ha descolocado. Son puerta y pastor, y nos hablan de algo vital para nosotros, de libertad, confianza, acompañamiento. La resurrección de Jesús es puerta de vida nueva y presencia fiel en nuestro camino. El amor de Jesús no tiene límites, ¡él es nuestro amigo! ¿Cómo tener miedo a su amor? ¡Qué gozo tan grande saber que Jesús nos conoce y nos entiende! En este momento de oración le dejamos entrar; nadie nos cuida como él.
Entra, Jesús, por nuestra puerta y conoceremos tu amor.
Las ovejas atienden a su voz… Camina delante de ellas y las ovejas lo siguen.
En estas palabras está el núcleo de nuestra fe: seguimos al que nos ama, nos cuida, nos acompaña. Escuchamos su voz; nada tan fascinante como escuchar su voz cada día. Jesús, como buen pastor, sin imponerse, va delante señalándonos el camino; no caminamos en solitario ni errantes, no estamos abandonados. Nuestros ojos se fijan en él. Nadie, como él, responde a nuestras preguntas, a nuestros deseos más profundos, a nuestras necesidades más vitales. Jesús nos llama por nuestro nombre. Entra en las UCI, se hace presente en las cárceles, en las soledades que hacen daño, en los confinamientos de todo tipo.
¡Qué alegría saber que caminas con nosotros!
Yo soy la puerta de las ovejas… Quien entre por mí se salvará… y encontrará pastos.
La puerta de Jesús está siempre abierta, llena de luz. Quien se atreve a entrar confiadamente, también en estos tiempos convulsos por el coronavirus, ve cómo Jesús le lleva, con suavidad y delicadeza de amigo, a los pastos de la vida, a lo más auténtico y real de la vida humana. Jesús nos hace partícipes de su admirable victoria, pone alegría y paz en los adentros. Podemos aprender de esta pandemia, sí, pero sobre todo podemos aprender de Jesús, que no nos abandona en esta hora y cura nuestras heridas más profundas.
Tú eres nuestro pastor. Si un día la tristeza nos invita a seguirla, le diremos que tenemos un compromiso con tu alegría.
Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.
El buen pastor viene para dar en abundancia, no para quitar; no viene para robar sino para dar la vida en plenitud: “No quita nada y lo da todo”, así nos animaba Benedicto XVI a acercarnos a Jesús. El buen pastor piensa en nosotros; no busca su interés sino el de nosotros, sus amigos; nos acompaña en esta hora de crisis “para acostumbrar al hombre a percibir a Dios y para acostumbrar a Dios a poner su morada en el hombre según la voluntad del Padre” (San Ireneo). Toda su vida es una revelación de resurrección y ánimo en las fatigas. Que el Espíritu nos conceda encontrar en él una vocación a servir a los demás, como lo hacen tantos que, en esta pandemia, afrontan la vida partiendo y repartiendo su tiempo, su aliento, su comida. Para todos ellos: NUESTRO APLAUSO.
Gracias, Jesús. Tú vives y nos quieres vivos. ¡Aleluya!
Feliz Pascua, especialmente para los más golpeados por el virus – CIPE, mayo 2020