- Con el dolor y la soledad de tantos enfermos.
- Con la pena de tantas familias por la pérdida de sus seres queridos.
- Con las emociones, el cansancio y agotamiento de tantos médicos, y personal sanitario que desbordados de trabajo, siguen dándose a sí mismos para servir a los demás.
- Con el esfuerzo de tantas personas valientes y generosas que mantienen los servicios básicos de supervivencia y seguridad.
Vete al encuentro con Jesús
Es el Siervo del amor crucificado, al que el desamor de los hombres le ha desfigurado el rostro. Lleva en su corazón todo el sufrimiento de la humanidad y hace brillar la luz de la esperanza y del consuelo en el mundo. Maltratado y condenado injustamente abre un camino de perdón a los enemigos y de abandono en el Padre (Cf. Is 52, 13-53, 12).
Acércate a la cruz de Jesús
Jesús está en la cruz desnudo, solo, derrotado, ultrajado, mirado por el pueblo en espera de un último milagro:
“¡Que baje de la cruz!”;
pero Él, silencioso, sigue confiando en el Padre:
“Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc 23, 46).
Jesús tiene los brazos abiertos en la cruz, quiere abrazar a todos, reconciliar a todos, derribar el muro del odio que separa a unos pueblos de otros; desea atraer a todos a su amor sin límites:
“Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32).
La cruz es el lugar donde todo termina y donde comienza lo nuevo. En la cruz se cumplen las Escrituras y se abre la fuente viva de la gracia, la tierra se riega con la sangre y con el agua del costado abierto de Cristo. De la cruz nace la Iglesia. En los labios de Jesús brota esta última palabra:
“Todo está cumplido” (Jn 19, 31).
Palabra del papa Francisco
“El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar. El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual.
Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados.
Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados.
Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor.
En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado.
El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza”
(Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia, Viernes, 27 de marzo de 2020).
Pistas de luz para tu camino
♦ Acoge tu cruz de cada día y ofrécesela al Señor.
♦ Muéstrate cercano y solidario con quienes están solos, los que sufren, los necesitados.
♦ Aprende a decir gracias en toda situación de dolor.
♦ Mirando al Crucificado, pide la gracia de vivir para servir.
Oración
Jesús, me postro ante tu cruz.
En ella veo a todos los crucificados de este mundo:
Los que han sido alcanzados por esta pandemia
y no disponen de medios para combatirla.
Los que sufren violencia,
los que están empobrecidos, deshumanizados,
los que padecen enfermedades incurables,
soledad, abandono, marginación.
Dame valentía y creatividad
para trabajar por un mundo más humano.
Abre mi vida a la ternura entrañable,
a la solidaridad compasiva. Amén.