Lectura orante del Evangelio: Juan 6, 51-58
El Corpus nos invita a renovar nuestro asombro y alegría ante este maravilloso don del Señor, que es la Eucaristía (Papa Francisco).
Yo soy el pan vivo.
Desde la sed de vida que sentimos dentro, desde las situaciones de vulnerabilidad que vemos a nuestro alrededor, con la mirada del corazón a punto, le pedimos a Jesús: Dinos quién eres. Jesús nos responde Yo soy el pan vivo. Nos podemos quedar un buen rato re-cordando (repetir hasta que llegue al corazón) esta revelación. Juan de la Cruz, con su mirada contemplativa, viene en nuestra ayuda con sus versos de luz encontrados en la noche: Que bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche. Aquesta eterna fonte está escondida en este vivo pan por darnos vida. Podemos terminar este primer momento orante confesando nuestra fe en el sacramento del amor, saboreando su dulzura:
Tú eres el pan vivo.
El que coma de este pan vivirá para siempre.
La promesa de Jesús huele a vida: Vivirá para siempre. Ponemos esta palabra en contacto con nuestras zonas de muerte, con nuestras desesperanzas; lo primero que toca la vida de Jesús es la muerte, él pinta flores en los barrotes que nos impiden mirar el futuro con esperanza. Dejamos que el Espíritu riegue nuestra tierra en sequía. Teresa de Jesús nos regala su certeza: Estando tan dentro de mí, si tenemos fe, nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa. Y no suele Su Majestad pagar mal la posada, si le hacen buen hospedaje. Podemos acabar este segundo momento poniendo nuestra vida en la inmensidad del amor de Jesús, orientados hacia el encuentro, cara a cara, con él. Oramos:
Concede a mi alma que de ti viva y que siempre saboree tu dulzura (Tomás de Aquino).
¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Hay preguntas que impiden el encuentro con Jesús. ¿Llevamos alguna en nosotros? Hay preguntas que hacen los más empobrecidos de la tierra: ¿Podrá este mundo ensimismado darnos de comer? Hay preguntas que nacen en los que no cuentan en el panorama del mundo: ¿Quién nos tendrá en cuenta y estrenará cada día la comunión solidaria? Hay preguntas que se hace el planeta malherido: ¿Quién cuidará de lo que es de todos, de la casa común? Las preguntas pueden llevar al desencanto o a la cultura del compartir. Muchos esperan oír de la Iglesia cantos de fe comprometida para seguir confiando.
Aquesta viva fuente que deseo, en este pan de vida yo la veo, aunque es de noche.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
La eucaristía, recuerdo vivo de Jesús, llamada y seguimiento, fiesta de agradecimiento y compromiso, toca las raíces de nuestro ser: Habita en mí y yo en él. Este es el testimonio de la comunidad: Que Jesús está en medio y que estamos con él cuando lo adoramos con el callado amor y cuando vamos por las calles siendo Corpus. Dos caminos para estar con Jesús y para que se fortalezca la fe débil y vacilante de los más necesitados: la adoración prolongada y la caridad sin fronteras.
Jesús, tú que eres el pan de la vida, dinos cómo ser pan, que cura la injusticia y crea dignidad.