Lectura orante del Evangelio: Mateo 13,1-23
Virgen del Carmen, bella, madre del Salvador. De tus amantes hijos oye el cantar de amor: Dios te salve, María del Carmen, bella flor. Salve, esperanza mía, salve raudal de amor.
Salió el sembrador a sembrar.
Nos adentramos gozosos en esta parábola ecológica. Prestamos atención al sembrador, a la riqueza de la semilla. Jesús siembra a manos llenas y lo hace con una confianza sorprendente. Lo hace cada mañana. Pase lo que pase con la semilla, nunca se cansa de sembrar, la palabra siempre produce fruto. Es, y no puede dejar de ser, sembrador de esperanza. Da sin medida. A nosotros nos toca recibir la semilla y sembrarla con generosidad, sin desaliento. La oración, como historia de siembras y cosechas, siempre la comienza Él.
Virgen del Carmen, ponnos junto a tu corazón. Cada vez que te miramos, volvemos a creer en lo revolucionario de la semilla del amor.
Lo sembrado al borde del camino.
Tantas noches sin faro que nos oriente y dé esperanza; la navecilla de nuestra fe, perdida entre los mares, a la deriva; semillas perdidas por falta de interioridad. Solo una débil esperanza nos mantiene, una esperanza y una mirada hacia la Madre del Carmen. Que tú me salvarás, oh Marinera, cuando la escollera parta la nave en dos de mi navío (Rafael Alberti). No queremos quedar al borde de Jesús, siembra siempre generosa y confiada. La oración es empeño por cuidar con esmero la tierra.
Santa Madre de Dios, gloria del monte Carmelo, bajo noches oscuras navega el alma, enciende tú los rayos de la esperanza y sé el lucero que lleve nuestra nave segura al puerto.
Lo sembrado en terreno pedregoso.
Los ejercicios de supervivencia no bastan. Se requiere que arropemos con gozo la semilla para que el misterio de Dios toque nuestra carne. ¿De qué sirven nuestros ojos si no ven, nuestros oídos si no oyen, nuestro corazón si no está enamorado? La oración es perseverancia, hasta que el don de la gracia toque nuestra entraña.
Flor del Carmelo, revístenos con tu escapulario para que entre el Evangelio en el corazón.
Lo sembrado entre abrojos.
Nuestras incoherencias hacen que la vivencia y anuncio del Evangelio pierdan fuerza. Los miedos nos enredan y paralizan, nos vuelven incapaces de volar al aire del Espíritu. Sin novedad y pasión, ¿dónde queda la creatividad para seguir proponiendo la fuerza salvadora del Evangelio de Jesús? La oración es una búsqueda de alguien que nos ayude a liberarnos para ser coherentes.
Atráenos, Virgen María, caminaremos en pos de ti.
Lo sembrado en tierra buena.
La Virgen María, tierra buena que siempre se dejó guiar por el Espíritu hacia un destino de servicio y fecundidad, va delante de nosotros atrayéndonos con su perfume. La semilla del sembrador no se ha perdido del todo. Jesús se alegra de recoger lo que su amor engendra. La interioridad, sembrada de palabra de vida, produce frutos abundantes de alegría y libertad para seguir sembrando de bienaventuranzas los caminos. La semilla ha roto los silencios con su canto. Todo aclama y canta la gloria del Sembrador. Entonces, la oración es ya un milagro de vida.
Blanca flor del Carmelo, vid en racimo, celeste claridad, puro prodigio; al ser, a una, Madre de Dios y Virgen: ¡Virgen fecunda!
FELIZ FIESTA DEL CARMEN desde el CIPE – julio de 2023