Lectura orante del Evangelio en clave teresiana: Mateo 25,14-30
Vivimos un momento histórico que no favorece la atención hacia los más pobres. La llamada al bienestar sube cada vez más de volumen, mientras las voces del que vive en la pobreza se silencian. Se tiende a descuidar todo aquello que no forma parte de los modelos de vida destinados sobre todo a las generaciones más jóvenes, que son las más frágiles frente al cambio cultural en curso. Lo que es desagradable y provoca sufrimiento se pone entre paréntesis, mientras que las cualidades físicas se exaltan, como si fueran la principal meta a alcanzar. La realidad virtual se apodera de la vida real y los dos mundos se confunden cada vez más fácilmente. Los pobres se vuelven imágenes que pueden conmover por algunos instantes, pero cuando se encuentran en carne y hueso por la calle, entonces intervienen el fastidio y la marginación. La prisa, cotidiana compañera de la vida, impide detenerse, socorrer y hacerse cargo de los demás. La parábola del buen samaritano (cf. Lc 10,25-37) no es un relato del pasado, interpela el presente de cada uno de nosotros. Delegar en otros es fácil; ofrecer dinero para que otros hagan caridad es un gesto generoso; la vocación de todo cristiano es implicarse en primera persona (Papa Francisco, VII Jornada -pobres).
Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes.
Dios nos da su amor sin medida, llena toda grieta con su gracia, derrama innumerables dones en los corazones. Lo hace con infinita confianza. La oración nos ayuda a entender que todo es gracia. No tenemos nada que no lo recibamos (Santa Teresa, Camino 38,7).
No se contenta el Señor con darnos tan poco como son nuestros deseos (Conceptos 6,1).
Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos.
Los dones no son de propiedad privada. Somos administradores. El tiempo de la espera es el tiempo de la respuesta comprometida. Siempre hay una tarde en la que el Señor viene a examinarnos en el amor.Tantos bienes entregados son más que suficientes para que a nadie le falte el pan en tiempo de hambre, ni el consuelo en la adversidad, ni la mano compasiva en la enfermedad.
No apartes tu rostro del pobre.
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco. Su señor le dijo: ‘Bien… Entra en el gozo de tu señor’.
La fidelidad en lo poco, hacer eso poquito que era en mí (Camino 1,2), abre las puertas al banquete que Dios ha preparado para los que lo aman: Entra en el gozo de tu señor.
¡Oh, oh, que Dios es muy buen pagador y paga muy sin tasa! (Camino 37,3).
Se acercó también el que había recibido un talento y dijo: … ‘Tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra’. Recibir un talento
no es excusa para no entregar la vida, para no ser feliz. Nada justifica enterrar los dones recibidos. Los pobres los están esperando. Teresa de Jesús invita a dejar a un lado unas humildades que hay… que les parece humildad no entender que el Señor les va dando dones… porque
si no conocemos que recibimos, no despertamos a amar (Vida 10,4).
Al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.
Dios da siempre con la medida de Dios. Al que se da a los pobres, le sobra; nunca se agota el agua de su fuente. A quien retiene su vida por miedo, la tristeza seca su pozo. Solo se tiene lo que se da, lo que no se da a los pobres se pierde. ¡Oh Señor de mi alma, y quién tuviera palabras para dar a entender qué dais a los que se fían de Vos, y qué pierden los que se quedan consigo mismos!
¡Bendito seáis por siempre jamás! (V 22,17).
Feliz domingo en la VII Jornada mundial de los pobres- CIPE – noviembre 2023
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