LECTIO DIVINA: Mateo 22, 34-40

Invocación al Espíritu

Espíritu Santo, llena de alegría y paz nuestro corazón y da sabiduría a nuestra mente para poder entender la Palabra de Dios. Abre espacios dentro de nosotros al que viene a vivir en nuestro corazón.

Motivación. Para disponer el corazón.

¡Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios! Quiero pasar mi vida escuchándote, quiero ser toda oídos a tu enseñanza para aprenderlo todo de Ti. Y luego, en medio de todas las noches, de todos los vacíos y de toda mi ineptitud, quiero vivir con los ojos clavados en Ti sin apartarme nunca de tu inmensa luz. (Isabel de la Trinidad).

A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.

Jesús se encuentra en Jerusalén, en el recinto del Templo. Allí se pasea. Vienen grupos a confrontarlo. Quieren saber quién es. El grupo de fariseos trae a un doctor de la Ley para que le pregunte qué es lo que de verdad importa en la vida. Estas disputas son planteadas a Jesús en calidad de “Maestro” (rabbí), En un contexto de muerte, en el templo, Jesús no se echa para atrás.

Proclamación de la Palabra: Mateo 22,34-40

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
    «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?».
Él le dijo:
    «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente.
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo».

1. Fecundidad de la Palabra

Los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba. A la vez que quieren desacreditar a Jesús, hay competencia entre los grupos. Quieren tentar a Jesús. Se respira un aire siniestro. Mateo no ve nada bueno en los fariseos. Cuando escribe el evangelio los fariseos persiguen a los cristianos. Nosotros nos acercamos a Jesús de otra manera. Lo miramos habitando nuestra interioridad. Nos presentamos a él con humildad, que es andar en verdad: “Es muy amigo tratemos verdad con él; tratando con llaneza y claridad, que no digamos una cosa y nos quede otra, siempre da más de lo que le pedimos” (Santa Teresa, C 37, 3). Jesús nos indica el camino, no se lo marcamos nosotros a él. Pero “como es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama, se hace a nuestra medida” (C 28,11). “Creedme que es lo más seguro no querer sino lo que quiere Dios, que nos conoce más que nosotros mismos y nos ama” (6M 9,17).

Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley? Lo llaman maestro para avergonzarlo más. El problema no es la pregunta sino la intención con que se hace. Cualquier judío piadoso sentía la necesidad de una síntesis para comprender y vivir mejor su espiritualidad, es decir, su relación con Dios, con los demás, y consigo mismo. También nosotros lo necesitamos hacer. Le preguntan por el mandamiento más grande (había hasta 613 prescripciones, Sabbath, circuncisión). Más allá de la casuística legalista de una escuela, el Espíritu lleva a lo esencial, a lo que importa, a la verdad completa. Y lo esencial es el amor, una relación de amor. Sorprende que quieran matar a Jesús los que tuvieron más oportunidades de alimentarse del mandamiento (llevaban los mandamientos bajo el brazo). El mandamiento principal tiene que ver con lo que somos, y ¡somos amor! “¡Oh Amor que me amas más de lo que yo puedo amar ni entiendo!”  

Él le dijo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este mandamiento es el principal y primero. Jesús no pide el cumplimiento de una serie de mandamientos, sino que Dios sea amado con todo el corazón, con toda el alma y toda la mente. (corazón, alma y mente en el mundo bíblico quieren significar la totalidad de la persona). Shemá Israel (Lo aprendían desde niños). Dimensión personal: tu Dios. Sin amor a Dios, el cumplimiento de mandamientos y normas se vuelve inútil. «A la tarde te examinarán en el amor. Aprende a amar como Dios quiere ser amado, y deja tu condición» (San Juan de la Cruz). ¿Cómo podemos amar así? Porque Él nos amó primero (1Jn 4:19). Y “amor saca amor” (V 22,14).  El amor, que es nuestra verdad, es el vínculo que nos une a unas personas con otras. Sin amor no somos humanos. Encontrar esto es la perla preciosa de la vida. “Que el Señor nos conceda este amor, que sabe lo mucho que nos conviene”(V 22,14). La respuesta de Jesús es amarás (verbo que hay que repetir, que es una forma de futuro, de vida. La vida es lo que tenemos por delante. No es posible permanecer en la historia con una ley del mínimo esfuerzo. Sólo se vive de verdad con todo el corazón, con toda la mente, con toda la vida.

El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas». El Dios de Israel se presenta como un Dios compasivo, que escucha al desvalido, no se desentiende. Podemos preguntarnos hoy: ¿Qué imagen de Dios subyace en nuestros modos de relacionarnos con los demás? Jesús responde claramente que el mandamiento principal es amar a Dios de manera absoluta. Cita para esto lo que Dios le mandó a Moisés y que consta en el Deuteronomio: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”). Pero Jesús une a este mandamiento otro, que consta en el Levítico “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”). “el que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn 4:8). Lo que da gloria a Dios es que amemos al hombre como lo amamos a él. La identidad del mandamiento de Jesús es totalmente humanizadora. “Yo me dedicaba sobre todo a amar a Dios… Ahora comprendo que la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no extrañarse de sus debilidades, en edificarse de los más pequeños actos de virtud que los veamos practicar” (Santa Teresita).
El amor a Dios, que no sea al mismo tiempo, amor al prójimo es una mentira. “El mayor peligro es no amar” (Papa Francisco, Fratelli tutti 92). La plenitud sólo se alcanza por el amor. Como te arrodillas ante el misterio, te postrarás ante un ser humano que necesita ayuda. No es la doctrina lo que Jesús pone en primer lugar, sino la ternura. Teresita no entendía su consagración a Dios sin la búsqueda del bien de los hermanos. Estaba escuchando la llamada de Dios a poner fuego en el corazón de la Iglesia más que a soñar con su propia felicidad.

2. Respuesta a la Palabra. Meditación

El amor a Dios y al prójimo ¿es para ti sólo un vago sentimiento, o es una realidad que invade toda tu persona: corazón, voluntad, inteligencia y trato humano?

Tú has sido creado para amar. ¿Eres consciente de que tu realización consiste en amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente?

3. Orar la Palabra

Pidamos al Señor la gracia de poder amarlo con todo nuestro ser y que esto se note en nuestro relacionamiento con los demás. En una Iglesia sinodal este elemento es clave. Necesitamos también amarnos más en la Iglesia, en la comunidad, entre los discípulos de Jesús. El amor a Dios también se debe reflejar en la escucha mutua para seguir haciendo caminos juntos.

4. Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.

 Benedicto XVI recomienda ver al otro con los ojos de Cristo: “Al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle la mirada de amor que él necesita. En esto se manifiesta la imprescindible interacción entre amor a Dios y amor al prójimo”.

Pedro Tomás Navajas, ocd

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