Lectura orante del Evangelio: Juan 3, 14-21
La misericordia hace de la historia de Dios con su pueblo una historia de salvación (Papa Francisco).
Tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
El amor increíble de Dios a los hombres, visibilizado en la cruz, sigue levantado para que lo miremos con fe. El Espíritu nos abre los ojos a la experiencia de gracia que tenemos delante. El tiempo de Cuaresma, en cuanto tiempo penitencial, es un tiempo de gracia, y como tal, solo puede comprenderse desde una clave de lectura: la misericordia de Dios. Nuestra vida se renueva al escuchar el Evangelio de la misericordia gratuita. El pecho del amor muy lastimado (Juan de la Cruz) se abre para mostrarnos el amor. Nuestra oración hoy es una mirada contemplativa: miramos al Crucificado para entender el amor, para asombrarnos de su compasión. Con tan buen amigo presente, todo se puede sufrir; él ayuda y da esfuerzo; nunca falta, es amigo verdadero (Teresa de Jesús). Gracias, Señor. En tu cruz nos regalas señales de amor. En tus heridas se asoma la alegría de la entrega. Tú nos marcas el camino.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito.
El amor está por encima de todo, el amor lo explica todo. Lo que hace Dios es porque nos ama de una manera que no podemos ni imaginar. Quiere salvarnos a base de amor. Nada le obliga a amar y, sin embargo, elige amar. Aunque no seamos fieles a ese amor, que no lo somos, Dios sigue amando. Este es su compromiso. A este mundo, seducido por el mal de mil maneras, es al que entrega Dios a su Hijo, para abrazarlo con un amor misericordioso. A cada uno de nosotros, envueltos en la fragilidad y el pecado, Dios nos entrega a Jesús, y lo hace por amor. Gracias a tanto amor nuestra historia puede ser leída como una historia de salvación. ¿Cómo acogemos esta palabra, que es el núcleo del Evangelio? ¿Nos acercamos a beber de esta fuente de vida? ¿Cómo respondemos a la entrega de Jesús? ¡Qué alegría saber que muchos dan la vida por amor, y que lo hacen inspirados por la presencia de Jesús! En cada persona que se entrega resuena para nosotros el primer anuncio: Jesús te ama, da la vida para salvarte, para fortalecerte. ¿Cuál será nuestra respuesta? Gracias, Jesús. Tu amor nos desafía a amar. Gracias.
El que cree en él, no será juzgado.
El juicio no está al final de la vida, el juicio comienza ahora. Y consiste en aceptar o no este amor que Jesús crucificado nos entrega. Encontramos el sentido de la vida cuando miramos a Jesús y creemos en lo revolucionario de su ternura. El juicio está en nuestras manos. Por parte de Dios no va a quedar para que vivamos la vida nueva. Él hace todo para que entremos en esa historia de amor, en esta manera fascinante de vivir amando. Y si a veces optamos por vivir al margen del amor, Dios nunca nos destierra de su corazón, siempre abre caminos de retorno. Al creer en el amor de Jesús y al elegir amar nos presentamos ante el mundo como un desafío. Gracias, Jesús. Tú le das un nuevo horizonte a nuestra vida. Tú solo sabes amas y a ello nos invitas. Gracias.
El que obra la verdad se acerca a la luz.
La luz y la verdad de Jesús crucificado nos permiten entender el mundo como un espacio de misericordia. Dios no ha perdido la esperanza en el mundo. Si optamos por amar, cualquier situación será una oportunidad. Después de haber estado mirando a Jesús, crucificado por amor, entregado por el Padre para que nadie se pierda, salimos a la vida de cada día con los mismos sentimientos de Jesús. Esta es la hora de renovar nuestro bautismo. Gracias, Jesús. Tú nos esperas con los brazos abiertos. Nadie puede quitarnos la dignidad que nos otorga tu amor fiel. Tu ternura nunca nos desilusiona.