24 de marzo. Domingo de Ramos
“Bendito el que viene en el nombre del Señor” (Mc 11, 1-10)
También nosotros participamos del griterío que, a la vez que aclama, crucifica la novedad inaudita de Jesús y su deseo de aliviar el sufrimiento de las gentes, pero escuchamos, en silencio, el grito de su amor, que puede permitirnos entrar, de otra manera, en esta historia de cruz salvadora.
Jesús, mi amigo, yo te acojo. Jesús, mi salvador, yo te abro mi corazón. Jesús, crucificado, me abrazo a tu vida. Juntos andemos, Señor.
25 de marzo. Lunes Santo
“Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania… Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume” (Jn 12 1-3).
Jesús va a Betania, a la casa de los amigos, para descansar y seguir camino hacia Jerusalén, donde entregará su vida. Betania es lugar de encuentro, de amor gratuito, de servicio esmerado, hogar donde se acoge la vida y se escucha al hermano. En Betania, una mujer derrama perfume y unge a Jesús, en la “Hora” cargada de amor silencioso y entregado.
“Vamos a Betania a cuidar la vida, casa del Amigo, para el corazón. Vamos a Betania a sanar heridas, y a seguir camino desde el corazón de Dios” (Germán Pravia).
26 de marzo. Martes Santo
Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar»… «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti». Jesús le contestó: «¿Con que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces» (Jn 13, 21. 38).
Jesús sabe que lo van a entregar, a negar y abandonar los amigos y, sin embargo, se sienta con ellos a la mesa. Los ama hasta el extremo. En el momento de mayor fragilidad y oscuridad, Jesús no se cierra en su dolor, ni da vueltas a su pena, sino que parte y nos reparte su vida. Revela, en los gestos de la última cena, la calidad y la hondura de su amor.
Tu entrega, Señor, me sobrecoge. Tu amor hasta el final deja al descubierto mi desamor. Hoy acojo tu amor y agradezco tu vida.
27 de marzo. Miércoles santo
“Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote fue, a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?». Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo” (Mt 26,14-15).
La crisis se palpa en el ambiente; es noche oscura. Sería el momento de huir, de darse media vuelta. Pero Jesús confía en el Padre y entrega hasta la última gota de su sangre. Llega la hora de la traición y de la venta del inocente. ¿Cuánto vale una vida? ¿Cuántas personas privadas de la libertad, mercantilizadas, reducidas a ser propiedad de otro, con la fuerza, el engaño o la constricción física o psicológica?
Sé, Señor, que siempre que te dé la espalda y me vuelva a mirarte, encontraré tus ojos llenos de cariño. Enséñame a amar como tú. Ayúdame a pasar de la indiferencia a la fraternidad.
28 de marzo Jueves Santo
“¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «el Maestro» y «el Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis” (Jn 13,14-15).
Jesús, con el gesto profético de lavar los pies, expresa el sentido de su vida y de su pasión. Lavar los pies significa: “yo estoy a tu servicio”; significa que tenemos que ayudarnos los unos a los otros. Jesús está en medio como el que sirve.
Jesús, me asombra tu amor entregado, te adoro y te bendigo. Te doy gracias por tu entrega sin límites. Que mi vida sea un don para los excluidos de palabra, de sitio, de tarea…
29 de marzo Viernes Santo
«Aquí tenéis a vuestro rey». Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»… Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos» (Jn 18, 1–19, 42).
La turba cegada y tutelada por los líderes judíos, olvida las obras de misericordia derramadas por los caminos y grita la crucifixión de un inocente. Jesús se entrega por entero. En la Cruz, Jesús transformó la mayor iniquidad en un acto supremo de amor.
“Un pastorcico solo está penado,
ajeno de placer y de contento,
y en su pastora puesto el pensamiento,
y el pecho del amor muy lastimado.
Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,
y muerto se ha quedado asido dellos,
el pecho del amor muy lastimado”
(San Juan de la Cruz).
30 de marzo Sábado Santo
Vive este día con María. La experiencia de la cruz ha sido tremenda. Junto al discípulo amado ha oído las últimas palabras de Jesús, su último suspiro.
Es la hora del dolor, de noche oscura. Es la hora de esperar el nuevo amanecer de la Pascua. Ella sabe que la última palabra no la tiene la muerte, sino la vida. La última y más hermosa palabra la tiene el Padre. Confía. Espera.
En la oscuridad que envuelve a la creación, María, la primera discípula creyente, permanece sola al mantener encendida la llama de la fe, esperando contra toda esperanza en la Resurrección de Jesús. La palabra de Jesús llenó siempre su corazón. Ahora, su hijo ha muerto, la mentira y el odio han apagado la voz del Amado. El mundo se ha quedado en silencio y a oscuras. Pero la luz de la esperanza sigue encendida en su corazón de madre.
Santa María de la esperanza, alienta nuestro caminar.