“Se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido” (Juan 13, 4-5).
Tu vida, en esta noche, es acorralada, perseguida, calumniada.
Fuera de la cena hay demasiado odio contra la verdad y la vida.
Pero, dentro, también tus amigos te dan la espalda.
Y yo también estoy en esta escena.
¿Qué harás Tú, Jesús, en esta hora?
Contigo están los íntimos, los tuyos.
¿Cómo dirás tu parábola del Reino en esta noche?
¿Cómo hablarás a los tuyos de tu Padre?
En la cena que recrea y enamora,
allí abres tu pecho y lo das todo.
Tu amor, ¡hasta el extremo!, va brotando de tu fuente.
Sin quedarte nada en los adentros, todo lo pones en manos de los tuyos.
Como grano de trigo que se esconde en la tierra,
así escondes tu rostro para lavar los pies a tus amigos.
Dices tu amor, poniéndote en medio, como un siervo.
¡Qué sorprendente tu gesto, el de esta noche!
Los pies de los tuyos, Mis pies… incapaces ya de caminar.
Pies ateridos por el dolor y la tristeza de esta hora oscura.
Pies manchados por el pecado de la cobardía y el miedo.
Pies lavados por el agua de tu amor, pies besados una y otra vez con tu perfume.
¿Aceptaré ser amado de esta manera?
¿Dónde quedan mis deseos de ser grande?
Me quedo mudo por el asombro.
¡Qué manera la tuya de decirme el amor, de contar cómo es tu Abbá!
Un poco de pan, un poco de vino, como el niño aquel en la explanada del lago.
Lo partes y lo das: “Tomad y comed”. Y das también el vino.
Y el Cenáculo, la casa del Espíritu,
queda sobrecogido ante tanto amor.
¡Demasiados gestos para tus amigos en la noche!
Ni siquiera los rumiarán junto a los olivos, en el huerto.
Pero tu amor se abre paso, como luz que alumbra el corazón.
De tanto recibir, algún día se les despertará el amor.
¡Qué tardío soy de darte todo a Ti, que me das todo!
Ven, Espíritu, y recuérdame siempre los Amores
del que, por mí, se hizo el último de todos,
partió su pan y me lo ofreció para el camino.
Pedro Tomás, OCD