Domingo trigésimo segundo del tiempo ordinario. Lectura orante del Evangelio: Marcos 12,38-44

¡Qué caros y tardíos somos de darnos del todo a Dios! (Santa Tereres, Vida 11,1).

‘¡Cuidado con los escribas!’

Jesús nos dirige una palabra de atención, de cariño. Quiere que cambie nuestra mentalidad, que veamos la vida de otra manera. Él sabe, y nosotros también, que no es fácil, porque los escribas no solo están fuera, sino que los llevamos dentro. Con un pequeño deseo por nuestra parte pueden comenzar a cambiar las cosas. Jesús, con el gesto de una mujer, de una viuda, que fue sincera en su diminuta ofrenda, se enfrentó al poder de los que vivían alimentando su ego, ostentando su orgullo. Nuestra oración necesita compasión y ternura, necesita verdad. Ven, Espíritu. Ayúdanos a andar en verdad. Enséñanos a orar en verdad.       

Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero.

La cosa va de miradas. ¡Cuánto hacemos para mirarnos! ¡Cuánto para ser mirados y admirados! El mundo tiene ojos para mirar apariencias. La mirada de Jesús es otra cosa, no es neutral, va a contracorriente, desmonta mentiras y tinglados espirituales de dominio sobre los otros, saca a la luz la verdad que esconde el corazón. En la oración de hoy dejamos que Jesús, sentado en nuestra interioridad, nos mire y nos enseñe a mirar. Jesús, nos ponemos ante la luz de tu mirada.  

Muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas.

Tintineo sonoro de las monedas de oro frente al sonido imperceptible de dos monedillas de bronce. En la escena, los que creen que dan y hacen más que nadie frente a la abajada invisibilidad de los que no cuentan, ni valen, ni dan. Oración de un ego tan ensalzado, incapaz de ver al tú, frente a la oración de una mujer pobre que da su pobreza. ¿Qué mira Jesús? ¿En quién pone los ojos? Mira a los que nadie mira, abraza a los que no son nada. Su ideal de discípulo es una viuda con corazón. Míranos, Jesús, con tu mirada de amor; esta es nuestra inesperada riqueza.  

En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado… más que nadie.

Una pobre, que no está sentada en la cátedra, enseña a vivir el Evangelio. Una mujer, de fe sencilla y corazón generoso, es la que más se parece a Jesús. Una viuda desamparada, al darse del todo al Todo de una forma callada, dice que Dios quiere ser Todo en todos. Una insignificante que ama es lo mejor de la Iglesia, es espejo para los que oramos y nos tenemos por entendidos en las cosas de Dios. ¡Cuánto necesitamos a los pobres y sencillos para creer en ti, Señor, para conocerte y amarte a ti!    

Los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.

O jugar a dar sin darnos por entero o dejar que sea el corazón creyente quien hable; o acumular en la estrechez de miras o compartir ampliando los horizontes del corazón; o engañar a Dios o confiar totalmente en él viviendo con generosidad. Hay que optar. Gracias, Jesús, por los que aman de verdad.   

Escucha este evangelio acompañado de una canción y palabra de los místicos, descargando la Aplicación gratuita: Evangelio orado. Disponible para Android e IOS. Visita nuestra página www.cipecar.org – CIPE, noviembre 2021

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