Domingo vigésimo primero del tiempo ordinario. Lectura orante del Evangelio: Juan 6, 60-69

Todo lo que tenemos en el mundo no sacia nuestra hambre de infinito. ¡Tenemos necesidad de Jesús! (Papa Francisco). 

Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso? 

Cuando la oración es mucho más que nuestro esfuerzo por alcanzar a un Dios que está lejos, cuando la oración es encuentro vivo con Jesús, que quiere vencer nuestra muerte con su vida, ¡qué verdad es que solo podemos orar en el Espíritu! Jesús, que vive a la intemperie, confiado en el proyecto del Padre, saca al ser humano de las seguridades y lo invita a creer. Esta invitación de Jesús produce vértigo, aparece el miedo, surge la crisis. ¿Aceptamos a Jesús o prescindimos de él? El dramatismo de esta página del evangelio sigue hoy viva en muchas conciencias. ¿Puede el ser humano, hoy, sin renunciar a su humanidad, decirle sí a Jesús? 
Espíritu Santo, atráenos hacia Jesús. 

El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. 

¿Renuncia Jesús a su proyecto cuando crece la indiferencia de los suyos? ¿Rebaja su propuesta de dar espíritu y vida a la humanidad? No; sigue adelante. Sus palabras contienen vida y no las retira. Convertir lo insignificante en absoluto no es la solución para que el ser humano tenga vida. Orar es abrir las manos para recibir la vida sorprendente que Jesús trae. Orar es dejarse amar por el amor. Orar es atreverse a vivir la alternativa que Jesús propone. Ojalá sigamos con él. 
Haz, Señor, que no se aparten tus palabras de nuestros pensamientos.  

¿También vosotros queréis marcharos? 

El panorama se ha vuelto muy sombrío. A pesar de que las palabras de Jesús son espíritu y vida, surge la crisis y muchos abandonan. El grupo de los seguidores comienza a disminuir. Quedan unos pocos. Parece el final de un sueño. Pero Jesús no persigue el éxito, ni le inquieta el fracaso. Deja marchar a su casa a quienes lo desean, pero no abandona su misión. Así es su Padre. Él es libre y en torno a él quiere que se respiren aires de libertad. Todo lo suyo está envuelto en gratuidad. Jesús sigue ofreciéndose. La Iglesia sigue celebrando la eucaristía. Donde parece que todo es noche, empieza a asomarse la luz y todo vuelve a ser posible. A nosotros nos sigue haciendo la misma pregunta: ‘¿También vosotros queréis marcharos?’ Nuestra respuesta: 
Juntos andemos, Señor. Por donde fuereis, tengo de ir. Por donde pasareis, tengo de pasar (Santa Teresa).   

Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos. 

Cuando parece que estamos de vuelta de todo, también de la fe en Jesús, la última palabra, radiante y valiente, es la del Espíritu. La fe es un regalo, que llena de gozo, de alegría y esperanza la vida del creyente. Se asoma en Pedro y en los testigos que siguen junto a Jesús. Nada se puede comparar con el hecho de creer en las palabras de Jesús, que no son vacías ni engañosas. En él está la vida.¡Qué alegría! ¡Seguimos con Jesús hasta el final! En medio de la crisis se abren caminos de fe. Seguimos confiando en las palabras de vida de Jesús. Cuanto más estamos con él, más crece nuestro deseo de permanecer siempre con él. 
Tus palabras están llenas de vida.    

Feliz Domingo – CIPE – agosto 2021

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