Lunes, 22 de enero
“El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás” (Mc 3,29)
Acusan a Jesús de magia, dicen que es enemigo de Dios porque da la libertad al ser humano. Esto es insultar al Espíritu, eso es actuar de mala fe. No hay lugar para el perdón. El Espíritu sopla donde quiere, pero se hace presente donde hay liberación, entrega, creatividad, vida compartida. Cuando descubras algo de esto alaba y bendice al Espíritu.
Movido por tu Espíritu diré, una y mil veces diré, que tú, Jesús, eres mi Dios y Señor, que eres mi amigo.
Martes, 23 de enero
«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre» (Mc 3, 34-35).
Ahora son la madre y los hermanos de Jesús quienes le buscan. Su actitud es de encuentro. Esta situación da pie a Jesús para señalar quienes son realmente su familia. La escucha atenta de su palabra y el cumplimiento de la voluntad de Dios son los rasgos que caracterizan al auténtico cristiano/na.
Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a escuchar. Enséñanos a abrir la vida ante el Padre y a hablarle desde el corazón de hijos y de hermanos que nos ha regalado Jesús.
Miércoles, 24 de enero
“Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca… Los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno» (Mc4, 1-20).
Jesús sale a los caminos con la esperanza y la alegría del sembrador. Si le abrimos el corazón, también hoy pondrá su semilla de amor en nuestras vidas. Las semillas del perdón, de la confianza, de la esperanza y de la posibilidad de empezar de nuevo un camino, de la comunidad que integra a todos los pueblos, de la dignidad de todo ser humano por encima de toda ley, van cayendo en toda clase de tierras.
Con la ayuda de tu Espíritu, con la presencia llena de ternura de santa María y san José, dejaré que siembres tu Evangelio en mi corazón. Sé que ahí está el manantial de la acción evangelizadora.
Jueves, 25 de enero
LA CONVERSIÓN DEL APÓSTOL SAN PABLO
“En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc16, 15-18).
Hay gentes que están esperando una visita que les traiga buenas noticias de parte de Dios. El Espíritu nos lanza este desafío: ¡A ver si sois capaces anunciar el Evangelio con vuestra vida, de generar esperanza donde hay lamentos! Es arriesgado, pero es mejor perderse que nunca embarcar.
Pide al Espíritu que te abra los ojos para conocer a Jesús, que ponga en tu corazón el deseo de encontrarte con él, que te dé fuerza para anunciar a Jesús a los que te rodean.
Viernes, 26 de enero
SAN TIMOTEO Y SAN TITO, obispos (Compañeros de San Pablo)
«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra» (Mc 4, 26-34).
El reino de Dios, de comienzos pequeños y apariencia modesta, tiene dentro una fuerza secreta, que le llevará hasta su total expansión. Esa semilla está animada por el Espíritu creador. El reino excluye ambición del triunfo personal y de esplendor social. La pequeñez del grano de mostaza nos enseña actitudes humildes para caminar hacia la comunión de todos los creyentes.
Acoge el rostro de tantos hombres y mujeres que buscan y ofrecen la verdad que han encontrado.
Sábado, 27 de enero
“Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua… Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!»” (Mc4, 35-41).
Todos vamos en la misma barca. Lo que le pasa a uno, importa a todos. Jesús despierta nuestra fe para que se ponga en marcha la solidaridad entre generaciones y pueblos. El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere.
Creo en ti, Señor, Jesús. Me fío de ti. Hágase en mí tu palabra. Amén.