ITINERARIOS EN EL ADVIENTO
Adviento es tiempo para caminar en esperanza. El Adviento expresa el movimiento de la vida en busca de una tierra. La salvación de Dios se acerca y despierta los deseos dormidos. El mismo Dios es luz para el camino.
Caminar hacia Dios es estrenar novedad de vida, porque Dios siempre es belleza inexplorada. Para poder caminar hay que salir. Nos acompañan los nómadas de siempre, los millones de emigrantes y desplazados de nuestro tiempo.
Nos guía la fe, luz que arde misteriosamente en el corazón. La fe nos permite asegurar el próximo paso de nuestros pies, pero nada más. Poco a poco Dios nos va desvelando su proyecto.
Tentaciones que frenan la marcha
- La seducción de la sociedad que tiene unos valores, actitudes y comportamientos contrarios al bien del ser humano y que nos llevan a poner la seguridad en lo que no puede dárnosla.
- La parálisis que produce el miedo y que lleva a la desconfianza hacia los demás.
- La violencia ejercida contra los que son distintos, contra los que vienen de fuera.
- El cansancio de quien cree que ya se le han apagado en el corazón todas las brasas.
- La sensación de que Dios se ha alejado de nosotros o nosotros de El.
- La falta de huellas y de lenguaje para entender estas cosas, la dificultad de dar con testigos de Dios.
¡En camino!
El Espíritu orienta nuestros pasos hacia el encuentro con Dios; nos invita a acoger nuestro presente con generosidad y a caminar hacia el futuro con decisión y creatividad. Nunca es tarde para volver a empezar.
¿Por qué no aceptamos que: «Somos un pueblo que camina entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios»? En todo momento nos sostiene la fidelidad de Dios.
«No eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto» (Luis Cernuda)
¡Jesús está en camino!
No lo vemos, pero viene. No escuchamos todavía los acentos de su voz, pero nos busca. No sabemos cuándo, pero sí sabemos que vendrá, porque el amor le hace estar en camino y acortar distancias.
Jesús busca el encuentro con cada uno de nosotros. Espera la fidelidad y el amor de quienes han decidido mantener viva la llama en la espera.
Vienen con El todos los seres humanos que buscan hospitalidad porque tienen los enemigos a la puerta. Vienen con El todos los que son más invisibles para los ojos del mundo, los que apenas tienen un hilito de voz para gritar su dolor o su hambre.
¡Estad preparados!
- ¿Cómo mantener viva la antorcha en medio del desgaste del tiempo?
- ¿Cómo generar vida y esperanza en el corazón de las gentes?
- ¿Cómo ayudar a los escépticos y desesperanzados? –
- ¿Cómo ser fieles al Dios, que siempre es fiel?
- Cuidaremos la relación con Dios. Entraremos en nuestra interioridad habitada para «tratar de amistad con quien sabemos nos ama» (Santa Teresa).
- Encontraremos cada día un tiempo silencio y de adoración para acoger la voz y el gozo del Espíritu.
- Viviremos con intensidad lo cotidiano cuidando los pequeños detalles de cada día; aprovecharemos las oportunidades de gracia que nos trae el momento presente «manteniendo la confianza y el júbilo que proporciona la esperanza» (Heb 3,6). «Soy una especie de saco vacío que Dios debe llenar. Solo me preocupo de hacer día tras día la voluntad de Dios. Os aseguro que esta es la vida más hermosa» (Juan XXIII).
- Valoraremos las ayudas que nos vienen de los demás. Con los dones de los hermanos, incluso con sus deficiencias, se va moldeando nuestra vasija. Dios, que es todo regalo, nos hace también el regalo de los demás compañeros de camino. Todo es gracia.
- Trabajaremos por lo que necesitan los que están a nuestro lado y los que están más lejos.
- La Palabra lo resume todo con la paz. Seremos eso: artesanos de paz. Recordaremos cada día las palabras vigorosas del profeta: «De las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra».
- Dejaremos las actividades de las tinieblas y pondremos en práctica los mil caminos del amor con creatividad y valentía, porque «el fuego del amor lleva a preguntarse constantemente por las necesidades de la humanidad y sobre cómo responder a ellas» (Benedicto XVI).
- Caminaremos, codo con codo, con muchos hermanos y hermanas, con el corazón abierto a nuevos nombres. Soñaremos juntos los sueños de Dios: un futuro a la medida del ser humano, empezando por los que están en los márgenes de todo.
- Oraremos un día y otro día, una noche y otra noche, gritando:
Marana tha. Ven, Señor Jesús.
Enciende tu lámpara,
que no sabemos ir a Ti
si Tú no nos alumbras.