Digo a los jóvenes que no se duerman, que no pierdan la capacidad de soñar despiertos (Papa Francisco)
Habrá signos en el sol…, y en la tierra, angustia de las gentes.
Los signos de los tiempos están ahí, delante de nuestros ojos orantes: crisis de todo tipo, cuerpos mutilados en una tierra herida, refugiados, inmigrantes, pandemia, crisis de sentido, ríos de lava, pueblos enteros humillados por el ansia de poder… No queremos ni podemos esconderlos. En nuestro camino parece que todo se derrumba, crece la angustia, la esperanza palidece. La humanidad pasa por una terrible noche de sentido. Pero, a pesar de todo, nada es más fuerte que nuestra fe en Jesús. Él está en medio de nosotros, ha apostado por nosotros. Jesucristo es el rostro de la ternura del Padre. Su Espíritu suscita señales de vida, que muchos acogen y convierten en proyectos solidarios de nueva humanidad. Creemos en ti, Jesús, confiamos, te esperamos.
Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y gloria.
La fe que más agrada a Dios es la esperanza, porque sabe interpretar los signos con confianza y disponibilidad, como tarea misionera y compromiso. En esto consiste nuestro Adviento: en mirar al mundo, porque es nuestro, y en mirar también a Jesús, porque es lo más nuestro, lo que se nos ha dado y no se nos quitará. Solo hay un camino para no caer en la angustia y en el miedo: vivir la presencia siempre renovada de Jesús, esperar de él la salvación. La señal más bella para nuestra oración interior es la venida de Jesús. Sal a nuestro encuentro, Jesús. Mira nuestra vida.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
En estos momentos que nos toca vivir Jesús pide que cultivemos la oración contemplativa, la atención amorosa al Señor que viene. Con palabras llenas de movimiento, esperanzadoras, Jesús nos atrae hacia él. El Espíritu nos fortalece y consuela en medio de las pruebas e incertidumbres de la vida. ¡Qué fuerza tan liberadora tiene este mensaje! Hay muchos finales de muerte, pero la meta última es un final de vida, la aventura humana acabará bien porque Dios ama al mundo y ha probado su amor con obras. Todo es gracia. La liberación de Jesús ha quedado dibujada en nuestras entrañas. Ya no es hora de andar encorvados. Frente al pánico está el ánimo animoso del que Dios es tan amigo; frente al cruzarse de brazos está el compromiso por un mundo más humano. Solo tú nos liberas, Señor Jesús.
Estad despiertos en todo tiempo, pidiendo… y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.
Despiertos en medio de la noche, orantes siempre, libres para tomar opciones creyentes en esta hora, lúcidos para dejar atrás lo que embota nuestra mente, estando ya mi casa sosegada. No caminamos movidos por el miedo sino urgidos por la esperanza. Merece la pena preparar la Navidad con el Adviento, sin frivolidad ni excesos, con esa sencilla locura de amor de María y José y de todos los pequeños de la tierra. Nos acercamos en silencio: Jesús, el rostro de la misericordia, nos espera. Así te esperamos. De pie. Con alegría. Marana tha. Ven, Señor Jesús.
¡Feliz tiempo de Adviento! – Desde el CIPE – Diciembre 2021