Domingo, 3 de abril
“Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más” (Jn 8,11).
En un mundo en el que tanto abundan las condenas y las culpas, es hermoso encontrarse con unas palabras tan limpias, tan nuevas. Nos acercamos confiadamente a Jesús; él es capaz de limpiar las más oscuras zonas de nuestro corazón. Jesús es el que perdona y quiere que también sus amigos perdonen. Si no hay misericordia, todo se pierde. Jesús, el que está sin pecado, comunica la gracia. La mujer queda sorprendida ante este lenguaje tan desconocido.
Jesús, limpia nuestra mirada para ver en los otros lo mejor, y acoger y disculpar lo que nos gusta menos.
Lunes, 4 de abril
“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12).
Jesús es luz, la luz del mundo. Pero, ¿qué hacer para que esa luz cruce el abismo y llegue a nuestro corazón? Nuestra vida es como un candil en medio de la casa. Los que vienen necesitan esa luz para no tropezar. Cuando participamos en la vida de la Iglesia y compartimos la luz, alegramos el mundo.
Ilumínanos, Señor, con tu Espíritu. Y déjanos sentir el fuego de tu amor en el corazón.
Martes, 5 de abril
“El que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él” (Jn 8,26)
Lo que Jesús hace está lleno de Espíritu y manifiesta el obrar del Padre. El Espíritu de la verdad lo impulsa, lo motiva, lo alienta, da pleno sentido a su acción comunicadora y liberadora. Jesús comparte con nosotros su forma transparente y valiente de vivir. Y cuando acogemos el amor de Jesús que es lo que nos iguala a todos, ¿cómo no comunicarlo a otros?
Hacemos la señal de la cruz como memoria tuya, Señor.
Miércoles, 6 de abril
“Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn 8,31-32)
El Espíritu nos guía a redescubrir el don de la Palabra de Dios. Une para nosotros tres experiencias: ser discípulos de Jesús, conocer la verdad, vivir la libertad. Agradecemos la Palabra, la guardamos en el corazón como María, la llevamos a la vida.
Señor, libéranos de tantas ataduras que tenemos y de las que no somos conscientes.
Jueves, 7 de abril
“Quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre” (Jn 8,51)
María se dejó guiar por el Espíritu parea una misión de fecundidad y servicio; aprendió a guardar en el corazón la Palabra y en ella conoció al Padre. Por eso, vive para siempre, es Madre de todos. Recordamos que conoce al Padre y vive para siempre quien hace lo que el Padre quiere; recordamos que está en Dios quien presta atención y alivia los sufrimientos de la tierra. Vivir el Sínodo es hoy para la Iglesia el modo más evidente de ser sacramento universal de salvación.
María, enséñanos a ser contemplativos de la Palabra de Jesús en la vida de cada día. Señora de la Vida ayúdanos a nacer a la vida para siempre, a la comunión con Dios y con los hermanos.
Viernes, 8 de abril
“Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?”(Jn 10,32)
El Espíritu dice en nosotros: Jesús. Para los cristianos no hay otro templo que Jesús. El templo no es un lugar ni un edificio, es una persona: Jesús, en la que creemos y de la que hacemos memoria. Acerquémonos al Evangelio para descubrir la forma de vida que llevó Jesús. Dialoguemos con Jesús; sin esos momentos de trato de amistad, las tareas fácilmente se vacían de sentido.
Te damos gracias, Jesús, por todo lo que haces en nosotros. Todo nos parece admirable. Bendito y alabado seas.
Sábado, 9 de abril
“Aquel día decidieron darle muerte”(Jn 11,53)
El Espíritu, frente a un modo de vivir la vida cristiana sin cruz, nos enseña a seguir a un Jesús con la cruz a cuestas. ¿Qué había hecho Jesús para que decidieran darle muerte? Denunciar que la casa del Padre se había convertido en un negocio y decir que Dios estaba con él. ¡Qué peligrosa es la libertad y la verdad para los profetas! Miramos a Jesús, miramos a tantas personas que, con las cuerdas de su fe afinadas, siguen cantando al amor en medio de la persecución y del martirio.
Espíritu Santo, ayúdanos a aceptar la cruz de cada día, mientras esperamos con Jesús el grito triunfante de la vida.
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