Lectura orante del Evangelio: Lucas 13,1-9
Si no os convertís, todos pereceréis lo mismo.
Orar es caminar siguiendo a Jesús, soñando un mundo, como san José. Jesús va delante; deja señales en el camino. Propone, nunca impone. Rompe nuestros esquemas de ‘perfectos’ y nos invita a dar fruto con el Evangelio. Estamos tranquilos y nos desinstala, cómodos con nuestro vivir y nos inquieta. Anima a la conversión porque cree en nosotros. Despierta nuestro letargo porque conoce las inmensas posibilidades que tiene la gracia cuando toca nuestra vida cotidiana. Se alegra cuando nos ve audaces en la confianza, valientes en la aventura humana, cercanos y compasivos con los que tienen necesidad; le duele que andemos como muertos en vida. Nos ama, eso lo explica todo; su llamada a la conversión es fruto de su amor por nosotros. Jesús es un provocador de vida.
Jesús, tú haces nuevas todas las cosas. Gracias por querernos así.
Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Jesús pasa junto a nosotros, nos mira, sabe lo que nos pasa, lo que necesitamos. Hoy es el tiempo de su misericordia. Porque somos como una higuera, a la que el agua ha tocado sus raíces y la luz del sol ha embellecido sus hojas, y sin embargo no damos fruto. Llamados a tanto, nos hemos quedado en muy poco. Invitados a ser protagonistas de una nueva creación por el amor, somos apenas espectadores de tantas posibilidades que se nos escapan de las manos. Una vida sin humanidad no tiene sentido. Tampoco lo tiene una vida cristiana que no deja huella en el corazón. ¿Y acaso tiene sentido una oración que tranquiliza conciencias y justifica la comodidad?
Ayúdanos, Jesús, a vivir en transparencia y verdad.
Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?
Nunca es tarde para volver a empezar. Jesús ofrece posibilidades para que reencontremos la alegría de ser hijos/as de Dios, gozosos de vivir con su luz. Su grito profético no significa condena, sino esperanza de salvación. Llevamos mucho ropaje encima, que nos impide ser hombres y mujeres de verdad, al estilo de Jesús, con sabor a Evangelio. Necesitamos una conversión profunda, que acorte la desproporción entre nuestro conocimiento de Dios y nuestro compromiso de vida.
Por fidelidad a ti, Jesús, queremos cambiar.
Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante.
¡Qué cercano se muestra Jesús! Cree en los paisajes que nosotros no divisamos todavía. Le duele que repitamos estérilmente el pasado. Apuesta por una vida vivida con la intensidad que nos regala el Espíritu. Esta puede ser la hora de vivir, no de sobrevivir; por él no va a quedar; ¿quedará por nosotros? El tiempo que Jesús nos regala es vital para nosotros. La parábola queda abierta, para que la termine cada uno de nosotros. San José, en silencio, nos custodia, nos ayuda, nos invita a crecer y dar fruto.
A pesar de todo, tú nos amas, Jesús. No te importa nuestro pasado. Te importa nuestra alegría. Gracias.
Con el eco gozoso de la fiesta de san José – CIPE – marzo 2022