Lectura orante del Evangelio: Juan 16,12-15
Qué sería de la Iglesia sin la vida contemplativa, le faltaría mucho, pues ella, desde esa dimensión de búsqueda constante del rostro de Dios, quiere ser corazón orante en la Iglesia y de esto necesitamos, almas y corazones orantes que sean faros, antorchas y centinelas en la Iglesia y en el mundo (Mons. José Rodríguez Carballo).
‘Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora’.
Nuestros ojos están puestos en Jesús. No queremos ni tenemos otro camino para ver a Dios. Él nos cuenta una historia de amor inagotable que llena de alegría al mundo, y que saboreamos en la calma junto a los hermanos y hermanas contemplativos que se han atado a Dios y al Evangelio. No todo lo entendemos, porque si lo entiendes no es Dios (San Agustín), pero nos hace vivir. ¡Qué alegría! Jesús, queremos pasar la vida escuchándote.
‘Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena’.
Entre Jesús y el Espíritu hay una continuidad total. Jesús hizo presente la verdad, y, ahora, el Espíritu guía a los discípulos y misioneros a la verdad plena, que es Jesús. En la Trinidad todo es belleza, paz, armonía. ¡Qué consuelo tan grande al oír estas palabras! La verdad plena se experimenta amando sin medida. Sin el amor estamos ciegos, aunque pretendamos ser dioses. Vivimos la verdad cuando contemplamos el mundo con la mirada de Dios, cuyo mirar es amar. Ven, Espíritu. Haznos buscadores de verdad. Llévanos a la verdad plena de Jesús.
‘Lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir’.
La Trinidad, en éxodo creador, es una fiesta de comunicación, donde todo es de todos. Jesús dice lo que oye al Padre, el Espíritu dice lo que oye a Jesús, la Iglesia dice lo que le susurra el Espíritu. Y muchos de nosotros, como pobres, acudimos a los monasterios de vida contemplativa para escuchar a los monjes y monjas. En ellos el Espíritu enciende lámparas de fuego en nuestra interioridad, se asoma en la fiesta de la diversidad, se hace visible en la común armonía. ¡Gracias, contemplativos/as, centinelas del misterio de Dios y del ser humano, corazón orante y misionero! En la sociedad de la prisa, indicadnos a Aquel que es camino, verdad y vida, orad por nosotros. ¡Oh Trinidad! Cuanto más te encontramos, más te buscamos. De ti jamás se puede decir: ¡basta!
‘El me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando’.
Donde está el Espíritu siempre hay vida y alegría; su esperanza nunca defrauda. Donde está el Espíritu, siempre está Jesús, está el Padre, están los pequeños de la tierra, levantados y envueltos en gloria. El Espíritu devuelve al ser humano la imagen y semejanza soñadas por el Padre, dibujadas por Jesús en las entrañas y perdidas por los caminos. Sintámonos amados por Dios. Contemplativos y contemplativas, cuyo estilo de vida solo se explica porque Dios está en medio, sed para nosotros luz en medio de la oscuridad, fuente de paz y alegría. Ven Espíritu. Haz de nuestra vida una casa de luz, de vida y amor, donde more la Trinidad.
‘Todo lo que tiene el Padre es mío’.
El Padre se deleita con nosotros. Todo lo de Jesús es para nosotros. Dar es la alegría del Espíritu. ¡Qué abismo de generosidad, donde se renueva toda gratuidad y nuestra vida es amada por completo! Es hora de celebrar con inmenso gozo el misterio de la Trinidad, de sentir su compañía en el alma. Y de hacerlo con los contemplativos y contemplativas, que tan cerca están de Dios y del dolor del mundo. Gloria a ti, Padre, mirada de amor con que nos miras. Gloria a ti, Jesús, música de amor para nuestra danza. Gloria a ti, Espíritu, viento que nos hace caminar.
Con la vida contemplativa. ¡FELIZ FIESTA DE LA TRINIDAD!
CIPE – junio 2022