Lunes, 17 de enero
“Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto -lo nuevo de lo viejo- y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevo” (Mc 2, 18- 22)
La nueva comunidad que surge en torno a Jesús vive en libertad y confianza. Sus relaciones son de amistad y familiaridad, aun en medio de las dificultades y caídas. Del encuentro con Jesús brota el gozo por la vida y la belleza de los pequeños detalles.
Estreno el día junto a ti, Jesús, con la paz y la solidaridad en las manos y en el corazón, una bendición.
Martes, 18 de enero
«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado” (Mc 2, 23-28).
Los discípulos de Jesús están estrenando la libertad. La libertad es don y tarea diaria. Si te sientas junto a Jesús, él te enseña a vivir, te quita los miedos del corazón para que salgan de ti palabras limpias y gestos de bondad. Jesús pinta en tu rostro la esperanza.
Señor, muchas veces me quedo en las normas, en lo que debo o no debo de hacer. Enséñame a ser libre hasta de mí mismo y hacer únicamente tu voluntad. Tú eres mi camino, mi verdad y mi vida.
Miércoles, 19 de enero
“Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo. Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte ahí en medio»…«Extiende la mano». La extendió y su mano quedó restablecida. En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él” (Mc 3,1-6).
Jesús atraviesa toda situación hostil para sanar a las gentes. Las palabras y gestos de Jesús perturban el orden que relega al ser humano. Pone en medio al que estaba marginado, ensalzó al que estaba segregado. Si caminas con Jesús descubrirás el camino de la libertad.
Señor, gracias por el regalo de la libertad hasta para equivocarnos. Libérame de toda atadura que me tiene esclavo. Haz de mí un instrumento capaz de liberar a mis hermanos.
Jueves, 20 de enero
“Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea… Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer” (Mc 3, 7-12).
El seguimiento de Jesús te compromete a defender la vida, a potenciar la vida, a dignificar la vida, a hacer feliz y gozosa la vida de los seres humanos. Empieza a realizar esto con los más cercanos y hazlo con palabras claras y gestos concretos, como Jesús.
Danos entrañas de misericordia frente a toda miseria humana, inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado.
Viernes, 21 de enero
“Jesús, mientras subía a la montaña, fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él. A doce los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios” (Mc 3,13-19).
Nos sorprende la elección que hace Jesús. Los primeros discípulos no fueron grandes personajes, todos tenían sus debilidades y desaciertos, sin embargo Jesús los llama para formar su primera comunidad. Jesús es el que nos llama para estar con Él y participar de su misión. Su amor nos va identificando con Él y disponiendo para ser discípulos misioneros.
Señor, dame vocación de discípulo y ser servidor de todos. Hazme un instrumento de tu amor, una diminuta gota de tu ternura.
Sábado 22 de enero
“Jesús llegó a casa con sus discípulos y de nuevo se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí” (Mc 3,20-21).
Jesús ha venido a hacer presente el amor entrañable de Dios por la humanidad, y lo ha hecho en el servicio a los últimos, arriesgando hasta el máximo en el anonadamiento. No es de extrañar que lo tengan por loco.
Padre bueno, te doy gracias por todos los que dan testimonio de su fe en Jesús. Por los que hablan de Jesús con alegría. Por los que aman a Jesús y lo muestran en la vida.