Lunes, 17 de febrero.
“¿Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación». Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla” (Mc 8,13).
A quien no quiere creer, ninguna razón le vale. Por eso no habrá señal. Los pobres nos evangelizan con su pobreza y su esperanza en el Reino. Hay que mirarlos y escucharlos.
Señor, te damos gracias por las señales de tu amor que nos envías cada día. Ayúdanos a estar atentos a tu presencia en los pequeños detalles de nuestra vida cotidiana
Martes 18 de febrero
“Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes». ¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís? ¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil? Le respondieron: «Siete». Él dijo: ¿Y no acabáis de entender?»” (Mc 8, 14-21).
No acogemos a Jesús por la desconfianza y la incredulidad. No terminamos de entender lo que él significa para nosotros. En ese gran supermercado en que se ha convertido el planeta, solo vale lo que “se vende”. La utilización de recursos no renovables, en aras de un bienestar inacabable, es una amenaza para la supervivencia del planeta.
Me acerco a ti, Jesús, y tú me invitas a acercarme a los que tienen hambre. Llevo casi nada en las manos, pero tú me dices que les entregue mi corazón. Porque entonces tú harás el milagro y el hambre quedará saciada.
Miércoles, 19 de febrero
“Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida. Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase” (Mc 8, 22).
Jesús propone un nuevo estilo de vivir como hermanos. Pero los discípulos no entienden. Están como ciegos. Hoy se acerca a nosotros nos abre los ojos, para que podamos entender su estilo de vivir y de caminar. Nos agarra de la mano y nos invita a recorrer el camino de la liberación.
Estoy al borde del camino. Limpia mis ojos para verte, abre mis oídos a tu palabra; y si aun así mis pies se quedan quietos, empújame, Señor, quiero caminar contigo.
Jueves, 20 de febrero
«¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le contestaron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?» (Mc 8, 28-29).
Los discípulos quieren un Mesías que solo viva en el triunfo. El plan de Dios es otro, pasa por la pasión a la gloria. Cada ser humano nos pregunta: ¿quién dices que soy yo? ¿Soy para ti alguien diferente, un extraño, un hermano?
Señor, me asustan las dificultades y el dolor. Me gustaría que fuera más sencillo seguir tus pasos. Necesito que me repitas una y otra vez: No temas, yo estoy contigo.
Viernes, 21 de febrero
Jesús llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará” (Mc 8, 34-35).
Nuestro Padre Dios nos ha dado la vida y a ella, un sentido. Nuestra cruz es descubrir que vivimos en un mundo de hermanos en que el amor fraterno está sobre todo lo demás. Formamos parte de una sociedad humanizada que busca vivir la paz que nace de la verdad, la justicia y la solidaridad.
Señor, enséñame a descubrir tu presencia en todo y en todos. En la suave brisa, en la gota de rocío, en una diminuta flor, en cada ser humano, en los pobres… Envíame a ser presencia de tu amor entre las gentes.
Sábado, 22 de febrero
CÁTEDRA DE SAN PEDRO, apóstol
“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le respondió: ¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos… Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16, 17-18).
Cuando seguimos a Jesús, nuestro destino es el mismo que el de él. Nos jugamos la vida siendo los primeros en servir a los más pobres, los sufrientes, los excluidos.
Señor, te damos gracias por el don de la Iglesia y por la guía de San Pedro, a quien confiaste las llaves del Reino. Te pedimos que nos concedas la gracia de ser fieles a su enseñanza y de vivir en comunión con todos los creyentes.