Pueden ser para ti una presencia alentadora en el camino el testimonio de hermanos y hermanas que, en un gratuito intercambio de dones, cuentan y cantan su fe en la Eucaristía.
«Cada día, mi fe ha podido reconocer en el pan y el vino consagrados al divino Caminante que un día se puso al lado de los dos discípulos de Emaús, para abrirles los ojos a la luz y el corazón a la esperanza. Dejadme, mis queridos hermanos y hermanas que, con íntima emoción, en vuestra compañía y para confortar vuestra fe, os dé testimonio de mi fe en la Santísima Eucaristía» (Juan Pablo II).
«Hay quien me pregunta cómo puedo sentirme tan bien con todo lo que me ha tocado vivir. Yo lo tengo claro: mi fuerza la encuentro en esa fe alimentada, cuyo centro es la Eucaristía, el motor de mi vida. Creo que un cristiano de verdad nunca está solo y si confía en que el servicio a los demás es lo más agradable a Dios, ha de sentir la felicidad que yo siento. Siempre pienso: tienes una ayuda inmejorable; si se me cierra una puerta, El me abrirá una ventana»(Felisa, una madre de familia, que desde la oscuridad cotidiana confía a pesar de todo).
«La Eucaristía para mi existencia como presbítero es el centro de todo. Desde muy joven se me grabaron en el corazón estas palabras: La Eucaristía hace a la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía. De igual manera, la Eucaristía hace al presbítero y el presbítero hace la Eucaristía. Gracias a ella es posible la configuración viva y progresiva con Jesucristo a la que estoy llamado. De ella dimana la fuerza para mi misión y me recuerda que la carne del cristo Eucarístico es la misma de cada hombre, especialmente de los más necesitados. La Eucaristía es el verdadero corazón oculto de la Iglesia»(Raúl Berzosa Martínez).
«La Eucaristía es un milagro cotidiano. Es atreverse a creer más allá de los límites tan pequeños de uno mismo y del mundo tal como lo percibo. Saberse parte de un amor mucho más grande, vasto y permanente. Intentar siempre formar parte de esa nueva naturaleza, capaz de transformarme y, así, pasar a la acción junto a los demás. Porque la eucaristía es, además de creencia o sentimiento, buscar la verdad de Dios con nosotros y, por tanto, ejercitarse cada día en la solidaridad»(Miguel Ángel Cabodevilla).
«La celebración de la Eucaristía la sentimos como alimento del alma, en forma de gozo, cercanía y guía. Nos consuela y da fuerza, pero a la vez también nos cuestiona y nos inquieta»(María Elena y José Perera).
La Eucaristía es para mi el mejor regalo que nos ha dejado o buen Padre Dios en Jesús. Trato de vivirla toda ella como una oración de perdón, de escucha, de alabanza, de acción de gracias, de intercesión. El momento en el que Jesús nos dice «tomad», «tomadme» contemplo y adoro a Jesús por la entrega gratuita y total de su vida, por lo que ha hecho y hace por mi salvación. En el Eucaristía encuentro la fuerza y la esperanza que necesito diariamente y es un gozo poder participar en Ella cada día. Descubro que la Eucaristía me pacifica y me va construyendo la vida al mismo tiempo que me compromete pues, terminada la Misa es como escuchar a Jesús que me dice «vuelve a Galilea» (Mc 16,1-8), ahora vete a la realidad, a la vida y vive al mismo Dios de la Eucaristía amando y sirviendo al hermano con el que convives y vete haciendo camino de comunión y fraternidad con las personas y circunstancias que salen en el camino. (Merecedes Izco, cm)
«Señor, yo no soy digno…» Sí, asumo mi indignidad, para recibirte, siquiera para mirarte. Pero me atrevo a levantar la vista al pan y al vino recién consagrados. Centrados sobre la mesa del altar, son -¡ahí es nada! Tu cuerpo y tu sangre. Eres Tú, Jesús Eucaristía: fuente y culmen. Con la sed de mis miserias me acerco a esa fuente. ¡Cuántas veces se me tuerce el camino de la vida! Todo por obstaculizar tu Plan; y me siento yermo, Señor. En alguna ocasión hasta me he visto al borde del abismo. Olvidaba que Tú eres culmen… ¡todo lo contrario! «El Cuerpo de Cristo… Amén». ¡Ya está!: Tú habitas en mí y yo en Ti. Disculpa Señor, no lo entiendo, me desborda, pero… ¿Cómo no aceptar tus palabras? Porque tu agua viva ha empapado mi aridez. Porque desde la cumbre me has tendido una escala que me aleja de la sima. (José María Sanz Talayero)
«-Bienaventurados/as los/as que tienen hambre -Comed y bebed en memoria mía-. El comer nos enseña la lección fundamental del amor. Amar es comer. Amar es darse de comer» (ALVES, Parole da mangiare, Qiquajon). En estas palabras se resume lo que para mí es vivir la Eucaristía: caminar con mis hermanas/os desde la actitud de quien ofrece en libertad. Cada día mi ofrenda se renueva en la Ofrenda de Cristo para que otras participen de esta libertad y tengan vida en abundancia. Comemos y el cuerpo resucita…como los discípulos de Emaús reconocemos a Jesús como compañero de viaje en cada hermana/o que camina a nuestro lado y…lo adoramos. (Simona)