Padre nuestro que estás en el cielo

Actitud:

Nos presentamos ante el Señor como hermanos. Y como lo de ser hijos, tampoco lo de ser hermanos es conquista o logro nuestro, sino regalo de Dios, que se convierte en tarea a lo largo de toda nuestra vida. Esto no quita que sea difícil pata nosotros y que tengamos que confesar muchas veces nuestra desorientación en este terreno. «Hemos aprendido a volar como los pájaros, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos? (M. Luther King).

Palabra:

«Vosotros pues, orad así. Padre nuestro» (Mateo 6,9). «Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros» (Juan 17,2).

Comentario:

El rostro del Padre que nos comunicó Jesús con su vida no es tuyo o mío solamente, es Padre de todos, Padre nuestro. En una de las lecciones de Jesús acerca de la oración dice que hay que entrar en lo escondido, porque eso es lo que ve el Padre. Pudiera esto parecer ajeno a la comunión con todos a la hora de rezar. Pero no es así, porque en lo secreto del hombre habita el Espíritu de la verdad, y de esa soledad sonora, como del manantial que se esconde en la montaña, brota la comunión más viva con los hermanos.
La fraternidad es el traje de fiesta que tenemos que ponernos para acercarnos al Padre. Así le gusta vernos llegar, como hermanos. El nos quiere como nos ha soñado, como hermanos con el corazón y las manos y los bienes entrelazados y compartidos, con sabor a familia y a banquete.
Decir hoy y siempre Padre nuestro es una provocación permanente para todos los que van a lo suyo, es una bocanada de aire fresco que limpia el ambiente de nuestro mundo, es encontrar respuestas nuevas de solidaridad para todos los orillados de la tierra.

Relato:

«Le preguntaban un día a un hombre con fama de sabio: Tú tienes muchos hijos, ¿cuál es tu preferido? El hombre respondió? Mi preferido es el más pequeño hasta que se hace grande. El que está lejos hasta que vuelve. El que está enfermo, hasta que se cura. El que está prisionero, hasta que es liberado. El que está sufriendo, hasta que le llega el consuelo» (De un sabio persa).

Oración:

Padre nuestro, Padre de todos, líbrame del orgullo de estar solo. Cuando quiero disfrutar de tus dones individualmente, sin compartirlos y comunicarlos a los demás. Cuando prefiero dar un rodeo antes de ser samaritano de los que tienen menos atractivo el rostro por su enfermedad, por su pobreza, por su condición social, por su lugar de nacimiento, por el color de su piel, o por tantas cosas… Cuando utilizo con demasiada frecuencia el adjetivo «mío» y olvido el «nuestro»… Cuando conviven con nosotros el rencor, el distanciamiento o la competencia con los otros y entristecemos al Espíritu…

Compromiso:

«Un viejo rabino preguntaba en cierta ocasión a sus alumnos cuándo se sabe el momento en que se acaba la noche y comienza el día… Después de varias respuestas de los alumnos, dijo el maestro: Cuando al mirar el rostro de cualquier hombre, tú reconozcas a tu hermano o a tu hermana. Hasta que no llegue ese momento, seguirá siendo noche en tu corazón».

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