¿Cómo acercarnos?
Los avances científicos han ido dando respuestas evidentes a casi todas las necesidades básicas del hombre; pero hay una realidad fundamentalmente humana que la técnica no ha podido solucionar: ¿Qué sentido tiene el sufrimiento del ser humano? Sólo la fe en Jesús Crucificado-Resucitado nos abre la puerta de este misterio. El orante es consciente de ello y por eso se fía de Él y le busca y se aferra persistentemente, como la única salida que tiene, cuando las fuerzas de la muerte le acorralan por todas partes.
Leerlo
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. Me cercaban olas mortales, torrentes destructores me aterraban, me envolvían las redes del abismo, me alcanzaban los lazos de la muerte. En el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios: desde su templo él escuchó mi voz, y mi grito llegó a sus oídos.
¿Cómo orarlo?
- Repite las frases que más te gustan.
- Identifícate con el salmista, acerca a Dios a tu afectividad, llámale Dios mío, Roca mía, refugio mío, mi libertador…
- Deja que tu confianza se apoye firmemente en la certeza de que Dios escucha tu oración y atiende tus clamores.
- Haz presente a los misioneros, sobre todo a aquellos que se encuentran en situaciones difíciles.
¿Cómo vivirlo?
Participa en la Celebración Penitencial de tu Parroquia, recibe la gracia salvadora de Jesucristo junto con los otros miembros de la Iglesia. Lleva a la vida lo que has orado en este salmo. Lleva a Dios a tu dolor.
«Al nacer, me encontré en las manos una copa. Bebí, y en el fondo encontré una perla: la juventud. La juventud me ofreció su copa. La vacié, y en el fondo estaba una joya: el amor. El amor me dio otra copa. La vacié, y en el fondo había un diamante: el dolor. También el dolor me ofreció su copa. Temblando bebí hasta la última gota. ¡Extasiante sorpresa! Allí estaba Dios»