¿Cómo acercarnos?
- Hay muchas situaciones, tanto personales como comunitarias, que consideramos difíciles, porque nos parece que no tienen salida.
- Nos golpea, sobre todo, la enfermedad, la violencia, la injusticia, la corrupción. Parecen tener la última y más poderosa palabra.
- Nos hacen perder el rumbo. Más que oración, lo que nos sale de dentro es la rabia y la impotencia. ¿Quién nos enseñará el camino de la verdad?
Leerlo
Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad.
Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mi, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti.
Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.
¿Cómo orarlo?
- Preséntale al Señor una situación de dolor tuya o de los que te rodean.
- Repítele, que él es bueno y clemente, rico en misericordia, y que se estremece ante todos nuestros desamparos.
- Termina suplicando al Espíritu que te enseñe a vivir esta situación en la verdad, en el amor.
¿Cómo vivirlo?
- Lleva a la vida la oración del salmo. Acércate a alguna persona a la que veas triste, sola, enferma, escúchala y acompáñala en esos momentos.
- Que tu compañía le haga sentirse un poco más animada y recuperada.
- Que tu cercanía afable y discreta le abra a la esperanza. «Enciende, Señor, tu fuego de amor y de entrega en el corazón de todos los que salen al encuentro del hermano, en la mirada atenta hacia los necesitados, en las manos solícitas para la herida ajena».