¿Cómo acercarnos?
Hay una hermosa tarea en el mundo de hoy que nunca cuenta con obreros suficientes: invitar a orar. A muchas personas nadie les ha invitado a esta fiesta. Antes eran las campanas las que invitaban a hacer un alto en el camino para levantar los ojos a Dios. Hoy, ¿cómo y dónde escuchamos la voz que nos invita a dejar la ausencia y a entrar, aunque sólo sea por un momento, en la presencia de Dios? Hacen falta pregoneros de Dios, como el salmista.
Leerlo
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.»
¿Cómo orarlo?
- Ven a aclamar al Señor. Canta o recita esta canción Vamos cantando al Señor, Él es nuestra alegría.
- Entra en su presencia. Póstrate y canta esta canción: Me postraré en tu presencia. Me postraré ante ti, Señor.
- Escucha su voz. Mírale. Déjate mirar por él. Repite, dichas para ti, estas palabras: Busca el silencio, ten alerta el corazón, calla y contempla.
¿Cómo vivirlo?
- La mejor invitación a aclamar al Señor la hace nuestra vida, nuestra alegría, nuestra forma de servir a los demás. Es la mejor propaganda. Eso hacían los primeros cristianos:
- «A todos aman y de todos son perseguidos… Son pobres y enriquecen a todos. Carecen de todo y abundan en todo… Los vituperan y ellos bendicen… Se les injuria y ellos dan honra. Hacen bien y se les castiga como malhechores. Condenados a muerte, se alegran como si les dieran la vida» (Diogneto).