ME DOY TAL CUAL SOY…
«Me doy tal cual soy con todo cuanto tengo a ti ahora, en tiempo de mi vida y eternamente» (M.Rel. 2, 7 pág. 753)
Desde un conocimiento personal, Francisco Palau dispone cada día su vida a tener una experiencia renovada de la misericordia de Dios.
“Es precisamente porque somos lo que somos, esto es frágiles, débiles, miserables (Catecismo 348). Porque en el perdón “brilla su misericordia” (Lucha, Al lector 2, p.24)”.
De esa experiencia profunda de sentirse abrazado por la misericordia de Dios sale renovado y clarificado, todo redunda en bien del prójimo:
“La alegría, la paz y la misericordia son actos y efectos interiores de la caridad”… (Escritos 351, 29).
Dios es para él la única fuente de misericordia y compasión. De él procede cualquier sentimiento y obra buena hacia los demás.
Francisco Palau nos lanza a ser misioneros de la misericordia, escribe refiriéndose a los misioneros:
«estos son en el reino de los cielos arcángeles enviados por el Señor, Dios de la misericordias, al socorro de las necesidades extraordinarias de la tierra… Hacen su carrera elevados sobre los más sublimes montes de la política humana; y por esto, aunque agitada ésta por el vértigo de las pasiones… amenazando engullírselos vivos, ellos siguen pacíficos su curso, derramando a su paso su influencia vivificadora, regeneradora y salvadora sobre el país a que son llamados… Son las lenguas de fuego (Hch. 2,3) bajo cuya figura y por cuyo órgano desciende el Espíritu Santo sobre la tierra para encender en ella el fuego del amor divino» (Escuela VV, I, 1,10).
Se siente enviado a derramar misericordia con el ejercicio de la caridad y sobre todo, los últimos años de su vida con el ministerio de los exorcismos. De él escribirán a los pocos días de su fallecimiento:
«¿Quién sino un Apóstol se halla revestido de esa constancia y de esa firmeza inalterables con que el P. Palau se dedicaba a la curación de esos seres desgraciados que a no ser por su caridad hubieran ido a terminar sus amargos días en un manicomio o en el rincón de un hospital?… No hay ninguna duda que puede darse al P. Palau el nombre de Apóstol: la gloria de Dios y la salvación de las almas fue lo que lo guió constantemente en todos los actos de su vida; nada de lucro, nada de ambición, todo lo hacía para el bien de sus semejantes. De balde había recibido los dones que distribuía entre los desgraciados y los daba de balde, cumpliendo así fielmente precepto de su Divino Maestro: Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis… Nosotros hemos sentido vivamente el inesperado fallecimiento del P. Palau…, pero mucho más lo habrán sentido aun los pobres y los enfermos, a quienes socorría y curaba, los cuales tenían en él verdadero Padre» (El Ermitaño, 28 de marzo 1872,2).
Su misión compasiva abarcaba tanto los aspectos físicos de las personas como el espiritual y moral. El siguiente texto es una muestra de su talante como sacerdote ante las debilidades ajenas:
«En la corrección del pecador no debe emplearse la fuerza de la autoridad, sino después que la caridad ha agotado inútilmente todos los medios que la misericordia, el amor y la benignidad le han inspirado» (Catecismo, 354).
El P. Palau al sentirse “tocado”por la misericordia de Dios se lanza con todo su ser contemplativo en misión con la plena convicción que “el amor todo lo cree posible” (Escr.845,29) y que “el amor es obras” (Escr. 740, 19).
Contempla la realidad y en la oración la pasa por el corazón de Dios.
Francisco Palau toma el pulso a una humanidad herida por innumerables pobrezas: la falta de cultura, que obliga al pueblo a vivir en situación de dependencia y desprotección. Las corrientes ideológicas, que hacen peligrar la convicción de una fe frecuentemente aquejada de escasa formación religiosa. El peso de tradiciones y costumbres, que atentan contra la dignidad de la persona y ponen en riesgo el tesoro de la convivencia. La debilitación de los valores humanos y religiosos, que llevan a echar por tierra la más elemental ética social. ¡Y así tantas otras pobrezas!. Y surge, espontánea e irrefrenable, la decisión de servir. Decisión que le marca no sólo a él sino a aquellos que
se acogen a su orientación de Padre y Fundador:
«;Mira, contempla y medita en Jesús crucificado, el cuerpo moral suyo que es la Iglesia, llagada por las herejías y errores y pecados; y en fruto de esa meditación… ofrécete, date y entrégate toda a Él para que en ti y por tiy contigo haga lo que le plazca… Negocia en el cielo la cura y el alivio de Jesús paciente en su cuerpo místico crucificado» (Escritos 1083, 7)
El contacto con la realidad le pone en camino.
Un camino que lo conducirá unas veces a la frontera de lo trascendente, donde están en juego la fe y los valores y otras veces a la frontera de la exclusión, donde se atenta contra el mismo Dios en los miembros más pequeños y sufrientes de su Cuerpo:
«Soy la Virgen sin tacha ni arruga ni dolencias, soy la Iglesiauniversal… Soy tu Esposa, tu Madre, tu Reina… En medio de los pueblos soy tu hija, la iglesia militante sobre la tierra, y lloro con los que lloran y sufro con los que sufren; aquí tú eres mi padre, mi médico, aquí mi consuelo y alegría, aquí tu palabra es el pan de mi vida, y cuanto haces a mis miembros los enfermos lo haces a mí y yo te lo agradezco, y porque me buscas y sirvesen los pecadores, enfermos y afligidos, porque en la pena y aflicción me das consuelo, por eso en el monte yo te volveré mil por uno» (Escritos 827, 5)
Ahí es donde pone en juego toda su capacidad de discernimiento, su creatividad metodológica, su audacia profética y su profunda libertad. Y poco a poco va dibujándose la convicción que dará unidad a su entrega y que lo sumerge instintivamente en la dinámica unificadora del misterio de comunión: “Amor a Dios, amor al prójimo, es el objeto de mi misión”.
PARA ORAR Y COMPARTIR:
“La misericordia, el amor y la benignidad son medios para la corrección fraterna” (Escritos 354, 32)
“Misericordia es tener el corazón afectado por las necesidades ajenas” (Escritos 528,2)
“María hizo con nosotros una obra de misericordia tan grande, que no habrá otra igual. Estábamos perdidos por la culpa original, y nos dio un Salvador” (Escritos 531, 3)
“María, Madre de misericordia toma por suyas las necesidades de sus hijos” (Escritos 528, 3)
“Marcha, anuncia al mundo el perdón y la remisión de sus pecados”. Y al entregarme la cruz, añadió: “Este es el signo de la redención y de la misericordia de Dios sobre la tierra…” (Escritos 740, 20)
“Es necesario que hablemos de la bondad y misericordia de Dios” (Escritos 95, 37)
20 DE MARZO –RECORDAMOS LA PASCUA
DE FRANCISCO PALAU