José vive para creer y cree para vivir
Los dos evangelistas que evidenciaron su figura, Mateo y Lucas, refieren poco, pero lo suficiente para entender qué tipo de padre fuese y la misión que la Providencia le confió (Patris Corde).
Sabemos que fue un humilde carpintero (cf. Mt 13,55),
desposado con María (cf. Mt 1,18; Lc 1,27);
un «hombre justo» (Mt 1,19),
siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios manifestada en su ley (cf. Lc 2,22.27.39)
y a través de los cuatro sueños que tuvo (cf. Mt 1,20; 2,13.19.22).
Después de un largo y duro viaje de Nazaret a Belén, vio nacer al Mesías en un pesebre, porque en otro sitio «no había lugar para ellos» (Lc 2,7).
Fue testigo de la adoración de los pastores (cf. Lc 2,8-20) y de los Magos (cf. Mt 2,1-12), que representaban respectivamente el pueblo de Israel y los pueblos paganos (Patris Corde).
José se ve metido en una historia que no era suya. Decide retirarse, vivir su vida. No ve nada, no entiende. Hay signos nuevos que no entiende.
José necesita ayuda. Es humilde y humano al aceptar la ayuda del ángel del Señor. También Natán ayuda a David y Pablo a la comunidad de Roma. Necesitamos ayuda para entender las obras del Espíritu, lo que viene del Espíritu.
No es el cumplimiento lo que da fecundidad a la vida, sino la fe confiada en Dios. Llamados a la experiencia de Dios, no a hacer cosas, llamados a acoger su Amor, su ternura.
«La ternura no es una cuestión emotiva o sentimental: es la experiencia de sentirse amados y acogidos precisamente en nuestra pobreza y en nuestra miseria, y por tanto transformados por el amor de Dios» (Papa Francisco).
San José, padre en la ternura,
enséñanos a aceptar ser amados precisamente en lo que en nosotros es más débil.
Haz que no pongamos ningún impedimento
entre nuestra pobreza y la grandeza del amor de Dios.
Suscita en nosotros el deseo de acercarnos a la reconciliación,
para ser perdonados y también capaces de amar con ternura
a nuestros hermanos y a nuestras hermanas en su pobreza.
Estás cerca de aquellos que se han equivocado y por esto pagan un precio;
ayúdales a encontrar, junto a la justicia, también la ternura para poder volver a empezar.
Y enséñales que la primera forma de volver a empezar
es pedir perdón sinceramente, para sentir la caricia del Padre»
(Papa Francisco, Audiencia general, Miércoles, 19 de enero de 2022).
Hasta dar con la gracia y poder decir: Todo es gracia. El encuentro deja en nosotros un profundo agradecimiento que se traduce en gratuidad.
José cuida el misterio, ese no sé qué que embellece a las personas por dentro. Tiene ganas de hacer algo en la Iglesia. Tarea intercesora. ¿Cómo recrear nuestro propio misterio? ¿Cómo cuidar el misterio de Dios en las personas? Al servicio de un fuego que no es bueno que se apague.
«Jesús, María y José son en un cierto sentido el núcleo primordial de la Iglesia. Jesús es Hombre y Dios, María, la primera discípula, es la Madre; y José, el custodio»
(Papa Francisco, Audiencia general, Miércoles, 16 de febrero de 2022).
‘El alma que cree enteramente en Dios: ‘ciegamente se enamora Dios de ella, viendo la pureza y entereza de su fe’ (San Juan de la Cruz CE 31,3).
El camino de fe de José aparece en el Evangelio en relación con el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y su nacimiento de María Virgen. Su vida se ilumina con la luz de este Misterio y le brota desde el fondo de su corazón la respuesta silenciosa del: ¡Hágase en mi según tu Palabra!
José vive para creer o cree para vivir. La fe es el pan que siempre estuvo en la mesa de su vida, cada día.
Camina de Nazaret a Belén con María a punto de dar a luz, para empadronarse (Lc 2,1-5). Huye a Egipto (Mt 2,13-15) y vuelve a Nazaret (Mt 2,19-23). Sube a Jerusalén a la fiesta de la Pascua (Lc 2,41-42).
Peregrino de la fe, desprotegido, viviendo a la intemperie, va aprendiendo, unas veces poco a poco, y otras golpe a golpe, a recorrer los caminos nuevos de Dios.
Su fe siempre está en vela, a la espera del querer de Dios que siempre se le muestra velado en sueños. En Mt 1,20 el Ángel le dice: “No temas tomar contigo a María tu esposa (…)” y en 1,24: “Despertó José del sueño, e hizo como el Ángel del Señor le había mandado”. En Mt 2,13: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto” y en 2, 14: “El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre y se retiró a Egipto”. En Mt 3,22: “Y, avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea”.
«San José, tú eres el hombre que sueña,
enséñanos a recuperar la vida espiritual
como el lugar interior en el que Dios se manifiesta y nos salva.
Quita de nosotros el pensamiento de que rezar es inútil;
ayuda a cada uno de nosotros a corresponder a lo que el Señor nos indica.
Que nuestros razonamientos estén irradiados por la luz del Espíritu,
nuestro corazón alentado por Su fuerza
y nuestros miedos salvados por Su misericordia. Amén».
(Papa Francisco, Audiencia general, Miércoles, 26 de enero de 2022
José se juega la vida acogiendo, acompañando y caminando con María la mujer llena de Gracia y con Jesús, el Hijo de Dios y de María. Su cercanía a la Luz del mundo y a la plenitud del Amor le modelan de tal forma por dentro que queda abierto y silencioso a la escucha y confiado hasta el final.
En ocasiones su fe llega a situaciones límite, hasta el martirio. Unas veces la vive él solo, otras acompañado de María; pero siempre es fe que deja paso a Dios, fe hecha vida, fe enamorada, fe confiada en un Dios que se ha metido en sus vidas y las va ensanchando y dando forma nueva. “Y ellos no comprendieron” (Lc 2,48-50), sencillamente creyeron sin comprender, aceptaron en fe oscura y ciega, pero cierta.
Ora y comparte
– Recorre tu camino de fe e identifica los momentos más oscuros de ella.
– ¿Qué haces en las situaciones límite, cuando se te cierran todas las puertas?
José, san José, el carpintero de Nazaret, el esposo de María, el padre de Jesús, padre en la ternura
Enséñanos a tener la fe y la confianza que tú tuviste.
Enséñanos tu justicia, tu capacidad para el bien y la bondad.
Enséñanos a poner cada día, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en todo lo que hacemos, el amor y la entrega que tu pusiste.
Enséñanos a tener el corazón abierto para reconocer en nuestra vida las huellas de Dios, para escuchar lo que él nos susurra veladamente y para emprender los caminos que nos abre.
«Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén»
(Papa Francisco, Patris Corde).