A los hermanos y hermanas, de América, España y otros sitios,
En el día de san Juan de la Cruz, patrono de la Provincia de Burgos
La Palabra y la vida se abrazan en Adviento.
Viene la Palabra prometiendo que no tardará la bondad,
y la vida, insuficiente, se levanta para mirar a Dios.
Llama Dios con gemidos de amor
y la vida ya atisba un paraíso por donde Él pasea.
El misterio se hace. ¡Qué alegría!
Viviré en esperanza de Dios.
La Palabra y la vida son terreno santo,
ante el que hay que descalzarse estremecidos.
Con atención amorosa al que es Espíritu,
viento fuerte que agita toda vida.
En silencio, por solidaridad con los sin voz.
Con María, nueva zarza, donde acontece ya el misterio.
Viviré en esperanza de Dios.
No te pongas en menos, hermana, hermano.
Sal fuera y gloríate en tu gloria.
Abre tu vida solitaria, sin sentido,
que paradigma de encuentro es por pura gracia.
Los pequeños de la tierra están de enhorabuena.
Dios los visita y siembra en ellos su amor a manos llenas.
Viviré en esperanza de Dios.
La pobreza a cuestas, cual muro protector de vanidad,
aligera los pies para el camino.
Viene a su encuentro la Palabra,
cargada con tantos y tantos bienes del Dios bueno.
Ya todos los pobres y pequeños de la tierra
pueden oír melodías de esperanza.
Viviré en esperanza de Dios.
El ruido quiere impedir que brote la alegría.
Los miedos llaman a la puerta sin cesar.
Mil enredos convocan a vivir en las afueras.
Pero Dios rompe la corteza de todas las tristezas
y, en la vidas abiertas de María y de José,
un lujo de bondad aletea en todo lo que existe.
Viviré en esperanza de Dios.
En esta hora surgen por doquier los desafíos,
algunos los llaman también tiempos sombríos.
Apártalos, Amado, que voy de vuelo,
que quiero cantar cantos de vida en esta hora,
adentrarme en nuevas primaveras,
en libertad y anchura del Espíritu.
Viviré en esperanza de Dios.
Jesús, Juan, Gonzalo, Pablo,
José, Juanito, Pedro Luis y hermanas.
Llamados a desaprender para aprender.
Convocados a buscar otro cimiento,
que afiance las grietas abiertas en la casa,
porque solo el amor y la esperanza son creíbles.
Viviré en esperanza de Dios.
Pedro Tomás, José María, Simeón,
que vivís en hospitales el Adviento.
Vidal, siempre allá en el horizonte.
Hermanas y hermanos, enfermos, limitados.
El Dios, que os ha incluido tiernamente en su cariño,
os hace centinelas de auroras en la noche.
Viviré en esperanza de Dios.
¡Comunidades orantes para el Reino!
Vivid también la esperanza en el Adviento.
Enseñad a volar como las águilas
a los que se acobardan en las pruebas.
Estrenad caminos teologales en la noche,
que la vida se recrea en otra fuente.
Viviré en esperanza de Dios.
Ecuador, entrando en tierras antes no sabidas.
Paraguay, Uruguay, también Bolivia,
convocados a una comunión esperanzada.
Provincias de la Ibérica, abiertas al Espíritu.
Todo puede cambiar, pero Él no cambia.
Se rompen los esquemas, pero Él es manantial que nunca engaña.
Viviré en esperanza de Dios.
El Adviento es kairós inmejorable
para danzar y cantar en la mañana.
El corazón de Dios se abre a la vida,
viene al encuentro de nuestra espera confiada.
El Dios, que besa con su amor toda la tierra,
todo lo deja vestido de alegría.
Viviré en esperanza de Dios.
Bajo la encina frondosa de Mambré,
donde la tienda se cobija confiada,
más allá de las risas escépticas,
es hora de decir el hágase,
que viene al encuentro un Niño peregrino
para dar fecundidad a toda vida.
Viviré en esperanza de Dios.
Él viene, y una pasión de amor ya nos habita.
Han cesado las lluvias, ya se han ido.
Levántate, amada mía, y vente.
Muéstrame tu semblante,
déjame oír tu voz;
porque tu voz es dulce y gracioso tu semblante.
Viviré en esperanza de Dios.
Conciencia de humanidad se nos regala en el Adviento,
cercanía a todos los que sufren.
Que ya no se concibe aislada la alegría,
ni se entiende una Navidad sin los pequeños.
Mías son las gentes, canta Juan en sus silbos amorosos.
Porque Cristo es mío y todo para mí.
Viviré en esperanza de Dios.
¡Afinemos los sentidos, que ya es hora!
¡Miremos al que ya siempre nos mira!
¡Oigamos su llamada en nuestra puerta!
¡Gustemos sus amores!
¡Toquemos al que se hace humanidad como la nuestra!
¡Percibamos su perfume y su fragancia!
Viviré en esperanza de Dios.
El amor esperante de Dios viene llamando.
Y para abrirle el corazón nos da gratuitamente el don de la esperanza,
la que tanto alcanza cuanto más espera,
la que viene abrazada a la cruz del día a día.
Como una flor pequeña la pone en nuestras manos,
se la revela a todos los sencillos.
Viviré en esperanza de Dios.
¡Fuera ya los lamentos inútiles, gastados!
¡Fuera ya la gesticulación inoperante, entristecida!
¡Fuera ya los discursos egoístas, tan cerrados!
¡Fuera el total, para qué desalentado!
¡Que habla Dios y una nueva memoria se abre paso!
¡Que habla Dios y una nueva mentalidad está brotando!
Viviré en esperanza de Dios.
Es hora de vivir agradecidos.
Es hora de bendecir con la mirada.
Es hora de afirmar la dignidad con la alegría.
Es hora de anunciar juntos una Buena Nueva.
Es hora de alzar los ojos a Jesús, el Emmanuel.
Es la hora de Dios y también nuestra.
Viviré en esperanza de Dios.
¡Feliz día! ¡Feliz Adviento! ¡Feliz Navidad! Pedro
(Llama 3,21)