BIOGRAFÍA
Era como la primera mirada a un mundo totalmente nuevo
Edith Stein vio la luz en Breslau el 12 de octubre de 1891, en el seno de una familia hebrea.
Apasionada buscadora de la verdad a través de profundos estudios filosóficos, logró hallarla con la lectura de la autobiografía de santa Teresa de Jesús.
El año 1922, recibió el bautismo en la Iglesia católica y el 1933, entró en el Carmelo de Colonia. Murió mártir de la fe cristiana en los hornos crematorios del campo de concentración de Auschwitz el 9 de agosto de 1942, durante la persecución nazi, ofreciendo su holocausto por el pueblo de Israel.
Mujer de singular inteligencia y cultura, ha dejado numerosos escritos de elevada doctrina y de honda espiritualidad.
Fue beatificada por Juan Pablo II en Colonia el 1 de mayo de 1987.
Fue canonizada el 11 de octubre de 1998 y proclamada Patrona de Europa el 1 de octubre de 1999.
Edith Stein escruta lo que ve a su alrededor, tanto acontecimientos como personas, para discernirlos y obrar consecuentemente. En Göttingen descubre el gozo de tratar con personas de gran riqueza interior. Hasta entonces había gozado de amistades que la admiraban e incluso había vivido la experiencia de ser el centro, pero ahora ve que la calidad de las personas le proporciona una íntima e indescriptible satisfacción y trata de buscar su causa y razón.
Ir a Göttingen para conocer a Husserl (1859-1938), padre de la “fenomenología”, le va a proporcionar un modo de pensar nuevo, una autoreflexión de la humanidad que tiene como función la humanización del hombre.
Allí descubre también a Max Scheler (1847-1928), judío convertido al catolicismo, al que Edith sigue con enorme interés y curiosidad. Enuncia la “teoría de los valores”, concluyendo que el acto de aprehensión de los valores morales no es posible sin el acto religioso, y que la cualidad esencial de la persona es la bondad.
Pero quien le determina a dar un paso más hacia su conversión fue Adolf Reinach (1876-1917) por su entrega y generosidad al participar voluntariamente en la Primera Guerra Mundial donde muere.
Los esposos Edwig Martius y Theodor Conrad fueron los decisivamente influyentes por su talante y actitud vital, pero sobre todo al dejar en sus manos la autobiografía de Teresa de Jesús en quien descubre la clave de su vida: amor y seguimiento al Dios vivo, Jesucristo.
“Yo había recorrido y dejado atrás un largo camino que va desde aquel día de abril de 1913, en que por vez primera llegué a Göttingen, hasta marzo de 1921 en que volví y tomé la mayor decisión de mi vida. ¡Querida ciudad de Göttingen!… El motivo principal que me había llevado a Göttingen: la fenomenología y los fenomenólogos. Cuando Husserl fue llamado a Göttingen, se reunieron en torno a él (año 1905), un nutrido grupo de filósofos, para que el maestro en persona les iniciase en los misterios de la nueva ciencia. Este fue el origen de la “escuela de Göttingen”.
Del grupo fue Reinach el primero en ser habilitado y era la mano derecha de Husserl, sobre todo el enlace entre él y los alumnos, pues tenía un gran don de gentes en contraste con Husserl, que, en este punto era casi una nulidad. Reinach tenía entonces 33 años…”. “Pregunté por el doctor Reinach… Frente a la silla de la mesa de trabajo había colgada de la pared una gran reproducción de la Creación del hombre de Miguel Ángel. Reinach se había casado hace año y medio; con paso acelerado se abrió la puerta y Reinach apareció; a través de los cristales de sus lentes unos ojos castaños miraban inteligente y amablemente. Me saludó con cordial amabilidad. “¿Ha estudiado algo de fenomenología?”. Le dije brevemente lo que había hecho en ese sentido. Me prometió hablar a Husserl de mí. Quedé encantada de este primer encuentro y muy agradecida. Me parecía que no había encontrado nunca una persona de corazón tan pura. Me resultó de lo más natural el que los allegados y amigos que le conocía de tiempo le profesaran un gran cariño. Tenía ante mí algo completamente distinto. Era como la primera mirada a un mundo totalmente nuevo…”
“Después de estas dos visitas a Reinach me sentía como renacida. Todo el hastío de vivir desapareció. El salvador de la apertura me parecía como un ángel bueno. Para mí era como si una palabra mágica hubiese transmutado los monstruosos engendros de mi pobre cabeza en un claro orden conjuntado. Yo no dudaba de la exactitud sincera de su juicio…
Mi primer encuentro con Husserl no fue visitándole en su casa; había anunciado en el tablero una entrevista preparatoria que tenía lugar en el seminario de filosofía; a ella debían ir también los nuevos para ser admitidos. Fue allí, pues, donde vi “estar ante mí a Husserl vivito…” “Tan pronto como estuve instalada me fui a ver a los Husserl. Me condujeron a él inmediatamente. Vino a mi encuentro y me dijo bromeando: “Viene la ejecución.” No, él no había podido ver aún mi trabajo. La señora Husserl se puso del todo fuera de sí. “La señorita Stein ha hecho para esto el largo viaje desde Breslau hasta Freiburg y ahora resulta que para nada…”
“Tanto para mí como para otros muchos, la influencia de Scheler en aquellos años fue algo que rebasaba los límites del campo estricto de la filosofía. Yo no sé en qué año volvió a la Iglesia Católica. No debió ser mucho más tarde de por aquel entonces. Este fue mi primer contacto con este mundo hasta entonces para mí completamente desconocido. No me condujo todavía a la fe. Pero me abrió a una esfera de “fenómenos” ante los cuales ya no podía pasar ciega. No en vano nos habían inculcado que debíamos tener todas las cosas ante los ojos sin prejuicios y despojarnos de toda anteojera. Por el momento no pasé a una dedicación sistemática sobre las cuestiones de la fe. Estaba demasiado saturada para hacerlo. Me conformé con recoger sin resistencia las incitaciones de mi entorno y casi sin notarlo fui transformada poco a poco.” (Estrellas Amarillas).
“De su comunidad de estudios y de trabajos con Hedwig Conrad-Martius y su esposo, se desarrolló una fiel amistad que frecuentemente llevó a Edit a Bergzabem para cortas o largas estancias. Allí tenían sus amigos una extensa granja… Durante el día se trabajaba, por la noche se filosofaba. En una de estas épocas de vacaciones, ambos esposos tuvieron que ausentarse. Antes de partir, llevó la señora Conrad-Martius a su amiga al armario de los libros y le rogó que escogiese a placer. “Todos están a su disposición”.
Edith refiere: “Agarré a la buena de Dios y saqué un voluminoso libro. Llevaba por título “Vida de Santa Teresa de Ávila”, escrita por ella misma. Comencé a leer, y quedé al punto tan prendida que no lo dejé hasta el final. Al cerrar el libro, dije para mí: “¡Esto es la Verdad!.”
Amanecía el día. Edith apenas lo advirtió. Dios la había cautivado y ella ya no se pudo separar de él.”
M. Teresa Renata del E.S. (Posselt).
PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL
- ¿Tienes experiencia de personas determinantes en tu vida?
- ¿A qué opciones te llevaron?
- ¿La relación con Jesucristo es determinante en tu momento actual?
Te invitamos a leer “Estrellas Amarillas”, autobiografía de Edith Stein, Ed. de Espiritualidad, Madrid 1992.