Parezcámonos en algo a la virgen María

«Supliquéla fuese mi madre» (Vida 1,7)

El regalo más grande y hermoso que nos ha hecho Jesús es el de darnos a María, su Madre, como nuestra Madre. Tarea de cada cristiano es acogerla en su corazón. Teresa realizó conscientemente esta acogida cuando tenía trece años. Su madre, Beatriz, murió a los treinta y tres años. Teresa quedó huérfana de una presencia cálida que llenaba su vida. Y fue entonces cuando Teresa, en una de sus corazonadas, se levantó, salió de su casa, cruzó la muralla y se dirigió a una iglesia cercana. Allí, de rodillas, ante la imagen de la Virgen María le suplicó con lágrimas que fuese su Madre. Y, aunque lo hizo con simpleza, este gesto le valió para toda la vida. Seguro que tú, lector o lectora de esta columna, has tenido en tu vida algún momento fuerte de encuentro con la Virgen. Recuérdalo, saboréalo. Y ahora, estés como estés, recuerda a María y acógela en tu corazón como Madre tuya. Es una suerte inmensa tenerla tan cerca.

«Esta será vuestra priora»

En los tiempos difíciles, siempre está la Virgen dando fortaleza y ánimo para no sucumbir al desaliento. Este aliento fue el que experimentó Teresa de Jesús. Las cosas no se le presentaban fáciles. La habían nombrado priora a dedo del convento de la Encarnación, sin el consentimiento de las casi doscientas monjas que allí vivían. Éstas, con razón, estaban alborotadas y dispuestas a ponerle las cosas difíciles a la nueva priora. El griterío tenía asustados a los vecinos. Teresa de Jesús entra por una puerta lateral del convento, va a la sala capitular y coloca a la Virgen en la silla prioral. Cuando entran las monjas, alborotadas, les dice: «Desde ahora, la Virgen será vuestra priora». La paz volvió al convento y a los corazones. Quizás, en este momento de tu vida, hay situaciones -personales, familiares, sociales- que hieren tu corazón y turban tu paz. Pon a la Virgen dentro de ti, hazla señora de tu casa. Afronta, junto con Ella, las dificultades que llevas dentro. Deja que su consuelo y su fortaleza te inunden.

«Parecía ampararnos»

Una de las cosas más duras de la vida es la soledad. ¡Qué difícil seguir adelante cuando todo parece que va en contra! Teresa de Jesús, al abrir caminos nuevos de Evangelio, experimentó las risas del entorno, la persecución. En muchas ocasiones sintió que todo se derrumbaba. Fue entonces cuando vio a la Virgen, como presencia alentadora, como amparo. «Estando todas en el coro en oración después de Completas, vi a nuestra Señora con grandísima gloria, con manto blanco, y debajo de él parecía ampararnos a todas» (Vida 36,24). Acógete ahora al amparo de la Virgen María. Invócala cada día. Siéntela muy cerca de ti. Que cada día te parezcas más a Ella. ¡Es tu Madre!

Pedro Tomás Navajas, ocd

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