Teresa de Jesús: Mujer en camino

La fe es atrevida, la esperanza da alas, el amor empuja a estar con el Amado. La vida de Teresa es movimiento, salida, aventura de libertad. El «para Vos nací» orienta sus pasos hacia el encuentro con Dios. Al entrar en contacto con ella experimentamos el impulso misionero para seguir a Jesús con alegría.

«La verdad de cuando niña» (V 3,5)

Tiene Teresa siete años. Lee con su hermano Rodrigo vidas de santos. Repiten muchas veces que pena y gloria son «para siempre, para siempre». Les parece que los mártires compran muy barato el cielo y se proponen ir a tierra de moros para que los descabecen. La aventura quedó en nada, pero el deseo y «la verdad de cuando niña» se le imprimieron en el corazón para siempre.

«Fuime a una imagen de la Virgen» (V 1,7)

Cuando muere su madre, Teresa tiene trece años. Esta pérdida la deja desolada. Pero no se queda ahí. Sale de casa, cruza la muralla, va al encuentro de Nuestra Señora. Le pide que sea su madre. Este pequeño gesto, hecho con sencillez, le valió para toda la vida. Mirando a la Virgen en su humildad, entendió las grandezas de Dios.

«Era de Cristo muy llagado» (V 9,1)

Teresa tiene cuarenta años. A pesar de haber visto en muchos momentos la mano de Dios, entra en una crisis de mediocridad y llega a abandonar la oración. Está cansada y no la dejan descansar las ruines costumbres que tiene. Un día entra en el oratorio y ve una imagen de Cristo. Al mirarla, queda turbada, siente lo mal que ha agradecido esas llagas. Se arroja a los pies de Jesús con muchas lágrimas y le suplica que la fortalezca de una vez para siempre. Pone su confianza en Jesús. Sale de la mediocridad y entra en el terreno del amor.

«Que se llamase San José» (V 32,11)

Teresa tiene cuarenta y siete años. Está feliz en su convento. Pero el Señor le manda que funde un convento, que se llamará san José y que será «una estrella que dará de sí gran resplandor». Cuando la ciudad se entera de esta aventura todo son dichos y risas, dicen que es un disparate de mujeres. En medio de no pocas dificultades sale Teresa y pone en marcha una fascinante aventura de oración en la Iglesia. Le acompaña un grupo de mujeres. Sus deseos: estar con Jesús y orar para que haya muchos letrados y religiosos y que los tenga el Señor de su mano para que no se pierdan. Fuera hay mucho ruido -«no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa»-; dentro, un grupo de mujeres comienza un camino con libertad y alegría.

«Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero»

Todas las salidas de Teresa desembocan en este mar inmenso de deseo de Dios. Transida de esperanza teologal, sale gritando: «quiero muriendo alcanzarle, pues tanto a mi Amado quiero, que muero porque no muero».

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