En la vida de Teresa de Jesús hay un hecho central: su conversión definitiva al Señor, que acontece cuando está invocando al Espíritu. Lo narra en Vida 24,5. A nosotros, necesitados siempre de conversión al Señor y de vida nueva, nos urge invocar cada día al Espíritu: Ven, Espíritu Santo. Ven, Espíritu, Creador. Teresa de Jesús, más que hablar del Espíritu, ora e invoca al Espíritu Santo. Esta invocación puede ser la mejor forma de vivir la Pascua del Espíritu. La invocación es la manera de hablar del Espíritu, de abrir la puerta del corazón a sus dones.
«Yo te di a mi Hijo y al Espíritu Santo y a esta Virgen» (R 25,2).
Estas palabras, que Teresa de Jesús escuchó del Padre, nos ayudan a tomar conciencia del don tan grande que hemos recibido. No estamos huecos. El Espíritu es el dulce huésped de nuestra alma, el maestro de la oración. Olvidar esta presencia es desconocer quiénes somos. Además, «si no conocemos que recibimos no nos despertamos a amar» (V 10,4). La alabanza es la mejor manera de responder al Espíritu.
«Por la bondad de Dios, que no dejaba de estar conmigo» (V 38,9).
El Espíritu, que ha sido derramado en nuestros corazones, nunca nos abandona, actúa «muy en el espíritu» (V 24,5). Habla desde dentro, actúa desde dentro. Y ahí, en la interioridad, es amigo de dar, nos sorprende con sus dones, siempre gratuitos, siempre para servir a los demás.
«El Espíritu Santo te ama» (R 13)
Teresa de Jesús nos regala esta preciosa jaculatoria que nos puede acompañar en todos los momentos de la vida. El Espíritu se comunica con nosotros, nos hace entender nuestra vida y mantiene vivo en nosotros el recuerdo de Jesús. El Espíritu Santo nos ama, nos hace cada vez más humanos, más hermanos, al estilo de Jesús.
«Entre tal Hijo y tal Padre forzado ha de estar el Espíritu Santo, que enamore vuestra voluntad» (Camino 27,7).
El Espíritu Santo es el que realiza en nosotros la comunión con el Padre y el Hijo. El Espíritu empuja a la comunión con los demás, une lo disperso, crea corrientes de diálogo para unir las orillas dispersas. La lentitud en el esfuerzo es contraía al Espíritu.
«Al calor del Espíritu» (5M 2,3).
Puestos junto al Espíritu, que es llama de amor viva, nos nace la alegría, nos regala la fuerza para amar a Dios y para realizar obras de amor con los más necesitados.
«Sea Dios bendito por siempre, que en un punto me dio la libertad que yo, con todas cuantas diligencias había hecho muchos años había, no pude alcanzar conmigo» (V 24,8).
El Espíritu nos regala la libertad para ser vivir la fe con ánimo y ser testigos de Jesús en esta hora. ¡Feliz Pascua del Espíritu! Pedro
Pedro Tomás Navajas, ocd