ENCUENTRO GOT ZONA NORTE
1.- La vida de Teresa de Jesús es un fruto de la Pascua
La Pascua es el paso del Señor, que saca de la muerte la vida, de la tristeza la alegría, de la soledad músicas nunca oídas. Lo propio del Señor es sacar.
Con la música de Carros de fuego. Una persona escenifica este sacar de la Resurrección, mostrando una planta escondida, una luz oculta y el Libro de la Vida.
El Libro de la Vida es una experiencia de resurrección, de encuentro con Cristo resucitado. Teresa es una mujer que ha renacido del encuentro con Cristo a quien ha mirado resucitado.
«Miradle resucitado; que solo imaginar cómo salió del sepulcro os alegrará. Mas ¡con qué claridad y con qué hermosura! ¡Con qué majestad, qué victorioso, qué alegre!» (Santa Teresa).
2.- El rostro de Teresa
(Se proyecta el rostro de Teresa en la pantalla. Lo miramos un momento).
Una de las maravillas del cine es que te permite ver rostros de cerca. Teresa, tan habituada a mirar -podemos decir que es una mujer que mira, que habla con la mirada, que comunica, que dialoga-, sobre todo tan habituada a mirar a Cristo, «hermosura que excede a todas las hermosuras» y a dejarse mirar por Él, «mira que te mira», se deja ahora mirar por nosotros.
Recordamos a dos testigos… Los dos la quisieron mucho
María de San José, en su libro de las Recreaciones, ya muerta Teresa, describe así a las nuevas monjas que han llenado el Carmelo a su querida Madre Teresa. Se nota que la había mirado y remirado mucho -¡qué suerte la suya!-:
Era esta santa de mediana estatura, antes grande que pequeña; tuvo en su mocedad fama de muy hermosa, y hasta en su última edad mostraba serlo. Era su rostro nonada común sino extraordinario, y de suerte que no se puede decir redondo ni aguileño, los tercios de él iguales, la frente ancha e igual y muy hermosa, las cejas de color rubio oscuro con poca semejanza de negro, anchas y algo arqueadas, los ojos negros, vivos y redondos, no muy grandes, mas muy bien puestos; la nariz redonda y en derecho de los lagrimales, para arriba disminuida hasta igualar con las cejas, formando un apacible entrecejo, la punta redonda y un poco inclinada para abajo, las ventanas arqueaditas y pequeñas y toda ella no muy desviada del rostro.
Mal se puede con pluma pintar la perfección que en todo tenía: la boca, de muy buen tamaño; el labio de arriba delgado y derecho, el de abajo grueso y un poco caído, de muy linda gracia y color, y así la tenía en el rostro, que con ser ya de edad y muchas enfermedades, daba gran contento mirarla y oírla, porque era muy apacible y graciosa en todas sus palabras y acciones.
Era gruesa más que flaca y en todo bien proporcionada; tenía muy lindas manos, aunque pequeñas; en el rostro, al lado izquierdo, tenía tres lunares levantados como verrugas pequeñas, en derecho unos de otros, comenzando desde abajo de la boca el que mayor era, y el otro entre la boca y nariz, el último en la nariz, más cerca de abajo que de arriba.
«Era en todo perfecta …» (Libro de Recreaciones, octava recreación).
Fray Luis de León, el gran teólogo salmantino que quedó deslumbrado ante Teresa y la presentó en la sociedad. Dice estas cosas en una carta de presentación, una larga presentación que no tiene desperdicio, para la publicación del libro de la Vida. Leemos solo algunos párrafos:
«Yo no conocí, ni vi a la santa madre Teresa de Jesús mientras estuvo en la tierra, mas ahora que vive en el cielo la conozco, y veo casi siempre en dos imágenes vivas, que nos dejó de sí, que son sus hijas, y sus libros, que a mi juicio son también testigos fieles, y mejores de toda excepción de la grande virtud…
Así que la virtud, y santidad de la santa, madre Teresa, que viéndola a ella me pudiera ser dudosa, e incierta, esta misma ahora no viéndola, y viendo sus libros, y las obras de sus manos, que son sus hijas, tengo por cierta, y muy clara, porque, por la virtud que en todas resplandece, se conoce sin engaño la mucha gracia que puso Dios en la que hizo para Madre de este nuevo milagro, que por tal debe ser tenido, lo que en ellas Dios ahora hace, y por ellas…
Y no es menos clara, ni menos milagrosa la segunda imagen, que, dije, que son las escrituras, y libros, en los cuales, sin ninguna duda quiso el Espíritu Santo, que, la santa madre Teresa fuese un ejemplo rarísimo; porque en la alteza de las cosas que trata, y en la delicadeza, y calidad con que las trata, excede a muchos ingenios; y en la forma del decir, y en la pureza, y facilidad del estilo, y en la gracia, y buena compostura de las palabras, y en una elegancia desafectada, que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale. Y así siempre que los leo, me admiro de nuevo, y en muchas partes dellos me parece, que no es ingenio de hombre el que oigo; y no dudo sino que habla el Espíritu Santo en ella en muchos lugares, y que le regía la pluma, y la mano, que así lo manifiesta la luz que pone en las cosas escuras, y el fuego que enciende con sus palabras en el corazón que las lee. Que dejados aparte otros muchos, y grandes provechos, que hallan los que leen estos libros, dos son a mi parecer los que con más eficacia hacen. Uno facilitar en el ánimo de los lectores el camino de la virtud. Y otro encenderlos en el amor della, y de Dios…
Que el ardor grande que en aquel pecho santo vivía, salió como pegado en sus palabras, de manera, que levantan llama por donde quiera que pasan. Así que tornando al principio, si no la vi mientras estuvo en la tierra, ahora la veo en sus libros, e hijas…, que son retrato vivo de sus escrituras, y libros.
… porque si entendieran bien castellano, vieran que el de la santa madre es la misma elegancia aunque en algunas partes de lo que escribe antes que acabe la razón que comienza, la mezcla con otras razones, y rompe el hilo, comenzando muchas veces con cosas que ingiere; mas ingiérelas tan diestramente, y hace con tan buena gracia la mezcla, que ese mismo vicio le acarrea hermosura, y es el lunar del refrán».
3.- El Libro de la Vida
¿Cómo podemos presentar el libro de la Vida? ¿Cómo se puede presentar la vida? Se asoma la luz, y ya está. Rompe la tierra la semilla, y aparece, como un milagro, el brote. Se asoma la palabra que viene del silencio y se estremece la tierra. La vida se acoge, y más que explicarla, te explica a ti, y más que entenderla, hace que te entiendas tú (PowerPoint).
4. Aprendiendo a leer a Teresa en sus mismos rasgos
«Teresa escribía con grande presteza y velocidad», dice el jerónimo Diego de Yepes. Vamos a proyectar dos textos muy importantes, sacados del libro de la Vida, dos textos fundamentales para los que formamos los GOT (Grupos de Oración Teresiana). Acercarnos a la grafía de Teresa es una forma de acercarnos al fuego que llevaba en el corazón. Es un verdadero lujo el poder hacerlo, el poder palpar . Nos acompaña en esta parte el P. Tomás, que se ha pasado muchas horas mirando con lupa cada palabra escrita de la Santa, y que nos ha regalado, como un precioso gesto de gratuidad, lo que él ha encontrado. Como dice Teresa: «Aláboos muy mucho, porque despertáis a tantos que nos despierten. Había de ser muy continua nuestra oración por estos que nos dan luz» (V 13,21). Con la minuciosidad y elegancia de un miniaturista ha publicado el P. Tomás una nota histórica del libro de la Vida en la edicción facsímil del mismo libro, editada en la Editorial Monte Carmelo. ¡Una verdadera joya!
Los dos textos son: Vida 16, 7 y Vida 8, 5
Intentamos leerlos entre todos.
5. La forma de Teresa de decir su vida
Cuando la Santa escribe el libro de la Vida tiene cincuenta años. En este escrito confiesa con toda la intensidad de su conciencia que su vida no tiene más sentido que el de ser un canto a la misericordia de Dios. En la misericordia se encuentra la verdad de Dios y la verdad de ella. Lo decisivo en su vida es la verdad: la verdad de la misericordia, la verdad de la inclinación amorosa de Dios sobre la verdad de su pobreza personal.
La misericordia tiene un rostro: Jesús. Su encuentro con la verdad es el encuentro con una persona, con Aquel que es la misma Verdad y la enseña. «Todas las demás verdades dependen de esta Verdad como todos los demás amores de este Amor» (V 40,4). Teresa es de Jesús.
Teresa vive esta relación con Jesús, el rostro de la misericordia, como el núcleo de su existencia. Todo lo demás es secundario. Todas las demás circunstancias de su vida (ser monja, fundadora, escritora, maestra y madre) no dejan de ser consecuencias donde fructifica y se expresa ese amor. El mismo Señor y su pobreza o el gozo de su respuesta es lo que forma la trama de su existir.
Desde sus primeras experiencias místicas, Teresa entiende que su camino no va a poder ser otro que el de Jesús: camino de entrega de la vida a los hermanos, haciendo presente el Reino, por amor al Padre. De ahí su lema: «Juntos andemos, Señor». La repuesta a los torrentes de amor que le inundan el corazón es consentir en vivir abrasada en el fuego de la amistad con este divino Amador. Y la amistad llama a la intimidad, al compartir entre los dos amigos, a tener como propios los asuntos del Amigo.
Teresa vive la fragilidad de su vida humana, frágil como la de cualquier persona, instalada en el océano divino. Ella solo tiene que consentir, aprender a recibir. La humildad es aprender a recibir.
Teresa tiene fuerza cautivadora porque en ella se palpa, se ve, se oye se gusta y se saborea la verdad de que solo hay una verdad: el Amor; y solo una vida: el Amor; y solo un Amor: Dios-comunión. Ella testifica que es posible en esta vida vivir esta verdad, es más, vivir así es la verdad.
Vamos a quedarnos un momento en silencio, para que cada uno/a mire su vida. Si Teresa dice que su vida es un canto a la misericordia de Dios, ¿cómo dirías tú tu vida, con qué palabra?
Lo hacemos en silencio, con música de fondo.
6. Gracias a Teresa
Proyectamos el rostro de la Santa y cada uno/a puede expresar su agradecimiento a Teresa, manifestando lo que Teresa está significando en su vida «de amistad con quien sabemos nos ama» (V 8,5).