2. El evangelio de la pobreza (Camino 2)

«Dios o nos encuentra pobres, o nos hace pobres»

  • Teresa intuye que debe actuar en el mundo y en la iglesia, pero que lo tiene que hacer como pobre. Sus monjas serán radicalmente pobres. El Espíritu le inspira esto, que no brota precisamente de nosotros.
  • Encuentra la pobreza en el Evangelio, contemplando a Jesús pobre.
  • No podría valorar la pobreza, si no descubriera en ella libertad, gozo, señorío. Si no encontramos gozo profundo en todo lo que hacemos, nuestro estilo de vida será poco duradero. La pobreza le permite «señorear todos los bienes del mundo otra vez, a quien no se le da nada de ellos» (C 2,5). Y esto lo dice por experiencia.
  • Está contenta por estrenar pobreza «en casa, en vestidos, en palabras, y mucho más en el pensamiento» (C 2,8). Discreción de vida, sin ruido ni alardes; sin pretensiones de grandeza (cf Sal 131). «Los pobres verdaderos no han de hacer ruido» (C 2,10).

Tres consignas:

  • Poner los ojos en Jesús pobre. El portal de Belén y la cruz eran «casas donde se podía tener poca recreación» (C 2,9).
  • Le aterra la imposición de confesarse pobre y huir de los pobres y de la pobreza real. Que la pobreza alcance el corazón. «Llevamos este tesoro en vasijas de barro» (2Cor 4,7). «Pobres de espíritu» (Mt 5,3).
  • Importa ser pobre por dentro, sin desear las cosas de la tierra. La pobreza, así entendida, es muro y defensa de la vida orante (cf C 2,8).

Busca estos textos evangélicos: La viuda que da todo lo que tiene: Mc 12, 41 ss; y la mujer que unge a Jesús con perfume: Jn 12, 1-11. Observa la alegría de Jesús ante esto y cómo estas dos mujeres le ayudan a él a entregar también la vida.

Pregúntate por qué Jesús llama bienaventurados a los pobres, a los que lloran: Mt 5, 3-12

A veces queremos hacer cosas y buscamos sobre todo medios. Y si no encontramos medios nos angustiamos. Lo más importante es la entrega de nuestras vidas.»Cuenta Rilke que, en París, pasaba siempre junto a una mujer a la que arrojaba una moneda en el sombrero. La mendiga permanecía totalmente impasible, como si careciese de alma. Un buen día, Rilke le regaló una rosa. Y en ese momento su rostro florece. El ve por primera vez que ella tiene sentimientos. La mujer sonríe, luego se marcha y durante ocho días deja de mendigar porque le han dado algo más valioso que el dinero».

Camina con sencillez y pobreza hacia la fuente:

«¡Buenos días!», dijo el Principito.

«¡Buenos días!», contestó el vendedor.

Era un vendedor de píldoras que apagaban la sed.

«Tomando una a la semana ya no se siente la necesidad de beber».

– «¿Por qué vendes esto?», dijo el Principito.

– «Supone una gran economía de tiempo», dijo el vendedor.

«Los expertos han hecho cálculos. Se ahorran 53 minutos a la semana.»

-«¿Y qué se hace con esos 53 minutos?»

– «Se hace lo que se quiere.»

– «Yo», dijo el Principito, «si tuviera 53 minutos para gastar, andaría despacio hacía una fuente.»

«El marido: ¿Sabes, querida?

Voy a trabajar duro y algún día seremos ricos.

La mujer: Ya somos ricos, querido.

Nos tenemos el uno al otro.

Tal vez algún día también tengamos dinero» (A. De Mello).

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