Teresa conoce a personas que tienen una real dificultad para la oración mental. «Conozco una persona que nunca pudo tener sino oración vocal, y asida a esta lo tenía todo; y si no rezaba, íbasele el entendimiento tan perdido que no lo podía sufrir. Mas ¡tal tengamos todas la mental! En ciertos Paternoster que rezaba a las veces que el Señor derramó sangre, estaba -y en poco más rezado- algunas horas. Vino una vez a mí muy congojada, que no sabía tener oración mental ni podía contemplar, sino rezar vocalmente. Preguntéle qué rezaba; y vi que asida al Paternoster, tenía pura contemplación…» (C 24,7).
Hay otras personas que no oran por miedo. Se les ha metido el miedo en el cuerpo. Los letrados de turno dicen que con decir palabras basta, que basta el recitado coral. «Si esto basta o no, no me entrometo. Eso es de letrados. Ellos lo dirán a las personas que les diere dios luz para que se lo quiera preguntar» (C 24,2).
Hay situaciones de agotamiento mental o de absoluta impotencia para la oración interior (C 24,4-5). En situaciones así hay que esperar pacientemente tiempos mejores. Son días malos, que tenemos todos. Impotencia y pena que da el no poder. La misma pena sufrida por esa racha de impotencia es un tácito clamor orante que se eleva desde nuestra miseria hasta Dios.
Teresa nos da sus convicciones al respecto:
- Jamás contentarse con la oración de solas palabras. «Lo que querría hiciésemos nosotras, hijas, es que no nos contentemos con sólo eso» (C 24,2).
- Más allá de la atención a los contenidos de la oración, importa avivar la atención al Otro, al destinatario mismo de la oración. «Cuando digo Credo, razón será que entienda y sepa lo que creo; y cuando digo Padre nuestro, amor será entender quién es ese Padre nuestro y quién es el maestro que nos enseñó esta oración» (C 24,2). «Nunca Dios quiera que no nos acordemos de él (Cristo Maestro) muchas veces cuando decimos la oración» (C 24,3). «Esto quiero yo entendáis vosotras os conviene para rezar bien el Paternoster: no se apartar de cabe el Maestro que os lo mostró»(C 24,5).
- «A solas». Que tampoco en la oración vocal falte esa dimensión religiosa de la relación personal con Cristo o con Dios. A solas pero con El. Exclusión de pensamientos y ocupaciones profanas: «que no se sufre hablar con Dios y con el mundo, que no es otra cosa estar rezando y escuchando, por otra parte, lo que están hablando» (C 24,4). Esto es posible en medio del grupo. Que también la oración vocal nos permita entender «con quién estamos y lo que responde el Señor a nuestras peticiones» (C 24, 5).
- Todo eso hay que trabajarlo. La oración vocal implica una seria tarea de autoeducación.
Si al leer algún pasaje del Evangelio, te brota el amor de Dios… ESTAS ORANDO
Si entras en ti y adviertes en tu corazón que amas a Dios… ESTAS ORANDO
Si miras un acontecimiento de tu vida como Dios lo mira… ETAS ORANDO
Si al querer orar, te encuentras cansado, no te puedes concentrar, pero piensas que todavía te queda un cuerpo, y lo pones ante el Señor, como puso la viuda los cuatro céntimos que tenía para vivir… ESTAS ORANDO