29. La búsqueda de la interioridad (Camino 29)

Teresa quiere seguir dando medios para el recogimiento. Prima la práctica sobre la teoría. Interesa el ejercicio humilde y concreto.

Peligro de andar derramado. Extroversión no tanto de su oración cuanto de su vida. Obsesión por acaparar el aprecio de los otros. Quien en la vida misma tenga el centro de gravedad fuera de sí, sea en lo que sea, frustra de antemano todo ingreso en la oración de recogimiento. Hay que cuidar la vida, en coherencia y respeto de la propia interioridad. No hacerla gravitar fuera de sí misma.

«Entrarse dentro de sí». Es una actitud del orante cristiano. Puede entablar la relación con Dios desde zonas superficiales, desde niveles de indiferencia que no comprometan sus afectos o sus razones de vida.

En la oración, al iniciar esa especial relación con Dios, lo normal es tratarlo como a una persona más, de las que no llegan a perforar las capas profundas del yo. La entrada en la presencia de Dios postula la presencia de lo más hondo y decisivo de mí mismo. Dentro está la tienda del encuentro.

Consignas:

  • «Poner los ojos en vos y miraos interiormente…» «Hallaréis a vuestro Maestro…, no os faltará» (C 29,2). Comenzar a conocerlo de otra manera.
  • «Oh, Señor mío, que si de veras os conociésemos, no se nos daría nada de nada, porque dais mucho a los que de veras se quieren fiar de Vos. Creed, amigas, que es gran cosa entender es verdad esto» (C 29,3).
  • «Soledad en compañía»: porque ahí, en el fondo del espíritu, Dios es compañía, nuestro acompañador. Orar es estar ante El y con El (C 29,4).
  • Gustar del don de su presencia: «irnos acostumbrando a gustar de que no es menester dar voces para hablarle, porque Su Majestad se dará a sentir cómo está allí» (C 29,5). Teresa experimenta la interioridad como «paraíso de Dios», de un Dios «ganoso de dar» (C 29,4).

El riesgo de la introversión. No pasar del embebecimiento al embobamiento. No cambiar los personajes, y pasar a adorarse a sí mismo.

  • «Nos hemos de desocupar de todo, para llegarnos interiormente a Dios» (C 29,5).
  • «En las mismas ocupaciones, retirarnos a nosotros mismos. Aunque sea por un momento solo, aquel acuerdo de que tengo compañía dentro de mí, es gran provecho» (C 29,5).
  • «Señorearse poco a poco de sí mismo». «Ganarse a sí para sí, que es aprovecharse de los sentidos para lo interior» (C 29,7).
  • «Si hablare, procurar acordarse de que hay con quien hable dentro de sí mismo; si oyere, acordarse de que ha de oír a quien más cerca le habla… Traer cuenta que puede, si quiere, nunca se apartar de tan buena compañía» (C 29,7).

Pero nada se aprende sin un poco de trabajo: «que nos forcemos a nosotros mismos para estar cerca de este Señor» (C 29,6). «Quien lo quisiere adquirir… no se canse de acostumbrarse a lo que queda dicho» (C 29,7). «Nada se aprende sin un poco de trabajo: por amor de Dios hermanas, que deis por bien empleado el cuidado que en esto gastareis» (C 29,8). «De mí os confieso que nunca supe qué cosa era rezar con satisfacción hasta que el Señor me enseñó este modo. Y siempre he hallado tantos provechos de esta costumbre de recogimiento dentro de mí, que eso me ha hecho alargar tanto» (C 29,7).

El recogimiento, ¿es natural o sobrenatural? «Entended que esto no es sobrenatural, sino que está en nuestro querer y que podemos nosotros hacerlo con el favor de Dios, que sin éste no se puede nada» (C 29,4).

El recogimiento es la mejor disposición para ser introducido en esas otras formas o niveles de oración que ella ha llamado sobrenaturales. «Mirad qué poco tiempo para tan gran ganancia como es hacer buen fundamento para si quisiere el Señor levantarnos a grandes cosas, que halle en vos aparejo, hallándoos cerca de Sí» (C 29,8).


Ora con el salmo 22

Teresa habla de Dios como el «acompañador» del ser humano. ¿Sientes que tu soledad más íntima está acompañada? Recrea esa presencia interior de Dios en tu vida con el salmo 22. Deja que las imágenes del salmo te impregnen y te recreen.

¿CÓMO ACERCARNOS?

Necesitamos recrear a Dios en nuestra vida, purificar nuestra imagen de Él. Porque Dios es el Amigo siempre nuevo, siempre cercano, en quien podemos confiar. Se hace el encontradizo en los caminos, comparte nuestros sufrimientos, se sienta en nuestra mesa, reparte su pan para todos.

LEERLO

El Señor es mi pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuente tranquilas

y repara mis fuerzas.

 

Me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo porque tú vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan.

 

Preparas una mesa ante mí,

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa.

 

Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término.

¿CÓMO ORARLO?

  • Asómbrate ante la manera que tiene Dios de mostrarse.
  • Recorre despacio la forma llamativa de vivir que tiene Jesús: come con los pecadores y marginados de la sociedad, se deja tocar por mujeres de mala fama, se compadece de los que sufren, llama a Dios Abbá.
  • Pon tu confianza en Jesús. Su misericordia te guía y acompaña en el camino. Aprende a descansar en él.

¿CÓMO VIVIRLO?

El pan se convierte en esperanza si lo compartimos. La mesa es tiempo para soñar, si en ella hacemos sitio a los demás. «Intento sacarte a la luz en los corazones de los otros, Dios mío» (Etty Hillesum).

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