22 de octubre
«No sé si queda dado bien a entender, porque es cosa tan importante este conocernos que no querría en ello hubiese jamás relajación, por subidas que estéis en los cielos; pues mientras estamos en esta tierra no hay cosa que más nos importe que la humildad. Y así torno a decir que es muy bueno y muy rebueno tratar de entrar primero en el aposento adonde se trata de esto, que volar a los demás; porque éste es el camino, y si podemos ir por lo seguro y llano, ¿para qué hemos de querer alas para volar?; mas que busque cómo aprovechar más en esto; y a mi parecer jamás nos acabamos de conocer si no procuramos conocer a Dios; mirando su grandeza, acudamos a nuestra bajeza; y mirando su limpieza, veremos nuestra suciedad; considerando su humildad, veremos cuán lejos estamos de ser humildes» (1M 2,9).
- Las nociones tardan en convertirse en convicciones. Necesidad de la perseverancia.
- Conocernos en la verdad es la clave del camino. Es lo que llamamos humildad, que no tiene que ver nada con el encogimiento.
- No tengamos prisa en espiritualizar sin humanizar. Dios se une con nuestra realidad humana.
- Quien mejor nos ayuda a conocernos es Dios. Su luz nos hace vernos en la luz, en la verdad.
23 de octubre
«Hay dos ganancias de esto: la primera, está claro que parece una cosa blanca muy más blanca cabe la negra, y al contrario la negra cabe la blanca; la segunda es, porque nuestro entendimiento y voluntad se hace más noble y más aparejado para todo bien tratando a vueltas de sí con Dios; y si nunca salimos de nuestro cieno de miserias, es mucho inconveniente. Así como decíamos de los que están en pecado mortal cuán negras y de mal olor son sus corrientes, así acá (aunque no son como aquéllas, Dios nos libre, que esto es comparación), metidos siempre en la miseria de nuestra tierra, nunca la corriente saldrá de cieno de temores, de pusilanimidad y cobardía: de mirar si me miran, no me miran; si, yendo por este camino, me sucederá mal; si osaré comenzar aquella obra, si será soberbia; si es bien que una persona tan miserable trate de cosa tan alta como la oración; si me tendrán por mejor si no voy por el camino de todos; que no son buenos los extremos, aunque sea en virtud; que, como soy tan pecadora, será caer de más alto; quizá no iré adelante y haré daño a los buenos; que una como yo no ha menester particularidades» (1M 2,10).
- Orar es aprender a dejar que Dios mire nuestra pequeñez. Eso es humildad: permitir que Dios con su grandeza toque nuestra debilidad.
- Hay muchas razones, pegadas a nuestra piel, que nos impiden crecer. Detectarlas ya es un gran avance.
- El trato con Dios nos trae todos los bienes: limpia nuestra fuente, fortalece nuestra debilidad, alegra nuestra vida.
24 de octubre
«¡Oh válgame Dios, hijas, qué de almas debe el demonio de haber hecho perder mucho por aquí! Que todo esto les parece humildad, y otras muchas cosas que pudiera decir, y viene de no acabar de entendernos; tuerce el propio conocimiento y, si nunca salimos de nosotros mismos, no me espanto, que esto y más se puede temer. Por eso digo, hijas, que pongamos los ojos en Cristo, nuestro bien, y allí deprenderemos la verdadera humildad, y en sus santos, y ennoblecerse ha el entendimiento como he dicho y no hará el propio conocimiento ratero y cobarde; que, aunque ésta es la primera morada, es muy rica y de tan gran precio, que si se descabulle de las sabandijas de ella, no se quedará sin pasar adelante. Terribles son los ardides y mañas del demonio para que las almas no se conozcan ni entiendan sus caminos» (1M 2,11).
- Nos conocemos de verdad cuando nos miramos en Cristo, nuestro bien. Su luz nos hace ver la luz.
- Es una pena: llamar humildad a lo que no lo es, abrazarnos a lo que nos impide volar. Una sed confundida no nos encaminar hacia el manantial.
- Cuando no entendemos los caminos de Dios, nos quedamos atascados en una vorágine de miseria.
- La falsa humildad es hojarasca, la belleza de la fe es raíz profunda.
25 de octubre
«De estas moradas primeras podré yo dar muy buenas señas de experiencia. Por eso digo que no consideren pocas piezas, sino un millón; porque de muchas maneras entran almas aquí, unas y otras con buena intención. Mas, como el demonio siempre la tiene tan mala, debe tener en cada una muchas legiones de demonios para combatir que no pasen de unas a otras y, como la pobre alma no lo entiende, por mil maneras nos hace trampantojos, lo que no puede tanto a las que están más cerca de donde está el rey, que aquí, como aún se están embebidas en el mundo y engolfadas en sus contentos y desvanecidas en sus honras y pretensiones, no tienen la fuerza los vasallos del alma (que son los sentidos y potencias) que Dios les dio de su natural, y fácilmente estas almas son vencidas, aunque anden con deseos de no ofender a Dios, y hagan buenas obras. Las que se vieren en este estado han menester acudir a menudo, como pudieren, a Su Majestad, tomar a su bendita Madre por intercesora, y a sus Santos, para que ellos peleen por ellas, que sus criados poca fuerza tienen para se defender. A la verdad, en todos estados es menester que nos venga de Dios. Su Majestad nos la dé por su misericordia, amén» (1M 2,12).
- La pretensión del demonio es que quedemos atascados en la lógica de este mundo. La pretensión de Jesús es que demos gloria a Dios con las obras.
- El remedio no está en nosotros, sino en Dios, que nos conoce y sabe lo que nos hace falta.
- La fuerza nos viene de Dios. El Espíritu prepara en nuestra interioridad una respuesta, que tiene la frescura y novedad del Evangelio.
- Tomar por intercesores a María, la Madre de Jesús,y a los santos es una excelente estrategia para ir adelante.
26 de octubre
«¡Qué miserable es la vida en que vivimos! Porque en otra parte dije mucho del daño que nos hace, hijas, no entender bien esto de la humildad y propio conocimiento, no os digo más aquí, aunque es lo que más nos importa y aun plega al Señor haya dicho algo que os aproveche» (1M2,13).
- Las estrategias de la verdad y de la mentira se dan cita en nosotros.
- Que la puesta del sol no nos sorprenda en la mentira de creernos más de lo que somos.
- Aunque el Señor nos regale subida contemplación, nunca debemos olvidar el camino de la infancia.
- El propio conocimiento es el pan con que se han de comer todos los manjares.
27 de octubre
«Habéis de notar que en estas moradas primeras aún no llega casi nada la luz que sale del palacio donde está el Rey; porque, aunque no están oscurecidas y negras como cuando el alma está en pecado, está oscurecida en alguna manera para que no la pueda ver el que está en ella digo y no por culpa de la pieza que no sé darme a entender, sino porque con tantas cosas malas de culebras y víboras y cosas emponzoñosas que entraron con él, no le dejan advertir a la luz. Como si uno entrase en una parte adonde entra mucho sol y llevase tierra en los ojos, que casi no los pudiese abrir. Clara está la pieza, mas él no lo goza por el impedimento o cosas de esas fieras y bestias que le hacen cerrar los ojos para no ver sino a ellas. Así me parece debe ser un alma que, aunque no está en mal estado, está tan metida en cosas del mundo y tan empapada en la hacienda u honra o negocios como tengo dicho que, aunque en hecho de verdad se querría ver y gozar de su hermosura, no le dejan, ni parece que puede descabullirse de tantos impedimentos. Y conviene mucho, para haber de entrar a las segundas moradas, que procure dar de mano a las cosas y negocios no necesarios, cada uno conforme a su estado; que es cosa que le importa tanto para llegar a la morada principal, que si no comienza a hacer esto lo tengo por imposible; y aun estar sin mucho peligro en la que está, aunque haya entrado en el castillo, porque entre cosas tan ponzoñosas, una vez u otra es imposible dejarle de morder» (1M 2,14).
- La puerta de la fe siempre está abierta. La luz de Dios todo lo inunda. Pero llevamos tierra en los ojos y no advertimos esa luz. Casi ni los podemos abrir. Se entrecruzan dentro de nosotros la santidad y el pecado.
- Estamos tan metidos en otras cosas que no podemos gozar de la belleza de la fe; su luz permanece oculta a nosotros.
- ¿Qué tenemos que hacer? Conversión, liberarnos de tantas cosas no necesarias, buscar sinceramente a Jesús, recibir con las manos abiertas su amor.
28 de octubre
«Pues ¿qué sería, hijas, si a las que ya están libres de estos tropiezos como nosotras y hemos ya entrado muy más dentro a otras moradas secretas del castillo, si por nuestra culpa tornásemos a salir a estas baraúndas, como por nuestros pecados debe haber muchas personas, que las ha hecho Dios mercedes y por su culpa las echan a esta miseria? Acá libres estamos en lo exterior; en lo interior plega al Señor que lo estemos y nos libre. Guardaos, hijas mías, de cuidados ajenos. Mirad que en pocas moradas de este castillo dejan de combatir los demonios. Verdad es que en algunas tienen fuerza las guardas para pelear como creo he dicho que son las potencias, mas es mucho menester no nos descuidar para entender sus ardides y que no nos engañe, hecho ángel de luz; que hay una multitud de cosas con que nos puede hacer daño entrando poco a poco, y hasta haberle hecho no le entendemos (1M 2,15).
- Una palabra de atención. ¡Cuidado con volver atrás! La mirada, fija en Jesús, que nos fortalece con su Palabra. Los ojos de la fe, abiertos y nuevos, para percibir las maravillas que Dios hace en nosotros.
- La libertad y la interioridad no se conquistan de una vez para siempre. Son dones del Señor. Somos libres porque nos libera. Estamos dentro, porque Él nos llama.
- Pero de las mercedes del Señor a nuestra miseria solo hay un paso. Hay que entender los engaños del demonio para no dejarnos engañar. Disfrazado de ángel de luz, mete dentro de nosotros muchas cosas, aparentemente inofensivas, que pueden hacernos mucho daño.