Oración de recogimiento

Canto: Juntos cantando la alegría

Escuela

Orar es prestar atención a Cristo en uno/a mismo/a, en lo profundo, allí donde comienza a intuirse la verdad de la vida: lo más íntimo del alma.

1.- Recogimiento

«Llámase recogimiento, porque recoge el alma todas las potencias y se entra dentro de sí con su Dios, y viene con más brevedad a enseñarla su divino Maestro y a darla oración de quietud, que de ninguna otra manera» (C 28,4). «El Señor lo enseñe a las que no lo sabéis, que de mí os confieso que nunca supe qué cosa era rezar con satisfacción hasta que el Señor me enseñó este modo» (C 29,7).

2.- La compañía del Señor

La oración no es cuestión de sentimientos, o de emociones. Es una experiencia de fe: estar y vivir con Cristo. La vida es para una presencia, estamos hechos para Cristo. «Procurad luego, hija, pues estáis sola, tener compañía. Pues ¿qué mejor que la del mismo maestro que enseñó la oración que vais a rezar? Representad al mismo Señor junto con vos y mirad con qué amor y humildad os está enseñando. Y creedme, mientras pudiereis no estéis sin tan buen amigo…¿pensáis que es poco un tal amigo al lado?» (C 26,1).

3.- Acostumbrarse a ello

No es fácil caer en la cuenta de este tipo de presencia, hay que acostumbrarse a ella, hacer de ella un hábito. «¡Acostumbraos, acostumbraos!… Y si en un año no pudiéremos salir con ello, sea en más. No nos duela el tiempo en cosa que tan bien se gasta. ¿Quién va tras nosotros?» (C 26,2). Dios está en mí y yo en Él o junto a Él. «Tú estás aquí. Dios tú eres amor» (canción de Carmen Cañada). Dios está siempre presente en «este pequeño cielo de nuestra alma» (C 28,5). «¿Pensáis que importa poco para un alma derramada entender esta verdad y ver que no ha menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, ni para regalarse con El, ni ha menester hablar a voces? Por paso que hable, está tan cerca que nos oirá. Ni ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan buen huésped» (C 28,2-3). «Pues juntaos cabe este buen Maestro, muy determinadas a deprender lo que os enseña, y Su Majestad hará que no dejéis de salir buenas discípulas, ni os dejará si no le dejáis. Mirad las palabras que dice aquella boca divina, que en la primera entenderéis luego el amor que os tiene, que no es pequeño bien y regalo del discípulo ver que su maestro le ama» (C 26,10).

4.- El contenido de esta oración es la vida

Hablamos con Dios lo que está más cerca de nosotros, lo que brota de la vida de cada día. A nadie le interesa más nuestra vida que a Dios. Dios mira con compasión y ternura al ser humano. «El se hace el sujeto, y quiere seáis vos la señora, y andar El a vuestra voluntad» (C 26,4). «Hablar con El, no oraciones compuestas, sino de la pena de vuestro corazón, que las tiene El en muy mucho… Juntos andemos, Señor. Por donde fuereis, tengo de ir. Por donde pasareis, tengo de pasar» (C 26,6).

5.- Ayudas para despertar la presencia del Señor dentro

«Lo que podéis hacer para ayuda de esto, procurad traer una imagen o retrato de este Señor que sea a vuestro gusto; no para traerle en el seno y nunca le mirar, sino para hablar muchas veces con El, que El os dará qué le decir … porque amistad se pierde con la falta de comunicación» (C 26,9). «También es gran remedio tomar un libro de romance bueno» (C 26,10). «Nada se aprende sin un poco de trabajo» (C 29,8).

6.- Educar los sentidos

¿Qué hacemos con los sentidos? Podemos educarlos para recibir una Presencia, para «acostumbrarse a traerle cabe Vos» (C 26,1). «Si hablare, procurar acordarse que hay con quien hable dentro de sí mismo. Si oyere, acordarse que ha de oír a quien más cerca le habla» (C 29,7). Educar la mirada. «No os pido ahora que penséis en El ni que saquéis muchos conceptos ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento; no os pido más de que le miréis… Mirad que no está aguardando otra cosa, como dice a la esposa, sino que le miremos.» (C 26,3). «Si estáis alegre, miradle resucitado; que sólo imaginar cómo salió del sepulcro os alegrará. Mas ¡con qué claridad y con qué hermosura! ¡Con qué majestad, qué victorioso, qué alegre! Como quien tan bien salió de la batalla adonde ha ganado un tan gran reino, que todo le quiere para vos, y a sí con él. Pues ¿es mucho que a quien tanto os da volváis una vez los ojos a mirarle? Si estáis con trabajos o triste, miradle camino del huerto…Miraros ha El con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores por consolar los vuestros, sólo porque os vayáis vos con El a consolar y volváis la cabeza a mirarle» (C 26,4-5).

10.- Las personas somos recipientes

«Mas ¡qué cosa de tanta admiración, quien hinchiera mil mundos y muy mucho más con su grandeza, encerrarse en una cosa tan pequeña! A la verdad, como es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama, hácese a nuestra medida» (C 28,11). «Es muy amigo de quitarnos de trabajo… No es amigo de que nos quebremos las cabezas hablándole mucho» (C 29,6). Amén.

Momento para compartir

Padre Nuestro

Canto: Id amigos por el mundo anunciando el amor.

Grupo de oración «Agua Viva», Lerma 25-2-2011

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