TU FAMILIA ABULENSE Y CRISTIANA
Muchos padres y madres de familia se preguntan hoy, a veces angustiados, cómo transmitir valores a sus hijos. Algunos padres y madres de familia se preguntan, hoy, cómo transmitir a sus hijos la fe en Dios.
Teresa refleja en el libro de la Vida experiencias preciosas, llenas de vida, de sus primeros años vividos en la familia y en su ciudad de Ávila. No todo le ayudó. Pero en su corazón cayeron semillas con mucha capacidad de vida dentro: el contacto con su padres, amigos de Dios y de los pobres; la lectura de buenos libros; la oración contemplativa sin saberlo; el cariño hacia la Virgen. Así se fue abriendo al mar de la vida.
¡Oh Señor mío!, pues parece tenéis determinado que me salve… no me parece os quedó a Vos nada por hacer que desde esta edad no fuera toda vuestra. Cuando voy a quejarme de mis padres, tampoco puedo, porque no veía en ellos sino todo bien y cuidado de mi bien» (Vida 1,8).
DESDE NIÑA ME QUEDÓ IMPRIMIDO EL CAMINO DE LA VERDAD
TU AMOR A LA IGLESIA
Barquilla zarandeada en medio de las olas, la Iglesia, tan amada y tan rechazada. Envuelta en la fragilidad recorre como pobre y discípula el camino hacia la mesa donde se reparte el Pan y la Palabra. Cargada de años en algunos lugares, apenas estrenada en otros, encuentra siempre novedad y frescura en su Señor Resucitado. Muchos cristianos, lejos de la Iglesia, están a falta de un amor grande que renueve sus vidas.
A Teresa la Iglesia se le ilumina poco a poco. Al principio se siente más como espectadora, como si la Iglesia fuese cosa de otros. Pero luego la descubre como su familia, de la que forma parte, se mete en ella, se responsabiliza, y de qué manera. Ve a su amada Iglesia rota, dividida. El dolor y el amor penetran su alma. Grita: «¿qué puedo hacer yo?», pone todo lo que es al servicio de la Iglesia y busca ayuda como una enamorada que quiere sean cada vez más los que amen y sirvan a la Iglesia. Y al final, el gozo, el tremendo gozo, de morir como hija de la Iglesia.
«¡Oh hermanas mías en Cristo! Ayudadme a suplicar esto al Señor, que para eso nos juntó aquí; éste es vuestro llamamiento, éstos han de ser vuestros negocios, éstos han de ser vuestros deseos, aquí vuestras lágrimas, éstas vuestras peticiones…. Estáse ardiendo el mundo…. No es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia» (Camino 1, 5).
TENEMOS QUE SER TALES QUE SEAMOS ALGO PARA LA IGLESIA
TU CRISTO
Han pasado dos mil años y muchos todavía no conocen al Peregrino que apareció por los caminos hablando como nadie del amor. Otros, después de conocerlo, lo han dejado de lado como algo que ya no sirve. Pero ahí están los que, ayer y hoy y siempre, lo viven como el gran Liberador de todas las cadenas, como el gran Amigo de todos los seres humanos, como el divino Pescador que mete en el corazón la más fascinante de las fantasías, como el Señor que llena de sentido y de belleza la vida. Cristo, señal de contradicción. Cristo, Dios humanado. Cristo amigo, Cristo todo.
Teresa tiene la gran osadía de medirse con Cristo y Cristo la hace mujer radicalmente cristiana. Desde su conciencia de mujer débil le fascina que Cristo sea uno de nosotros, que no se espante de nuestras flaquezas, que sea amigo y que pueda tratar con él como con un amigo. ¿Quién le habló tan bien de Cristo? ¿Quién la fue guiando hasta Cristo? Porque su vida es Cristo. Su vida queda entrelazada para siempre con la de Cristo. Desde su experiencia dirá a quien la quiera escuchar: «Mientras podáis no estéis sin tan buen amigo». Teresa es de Jesús, Jesús es de Teresa; «yo soy para mi Amado, mi Amado es para mí».
«Hele aquí sin pena, lleno de gloria, esforzando a los unos, animando a los otros, antes que subiese a los cielos, compañero nuestro en el Santísimo Sacramento. No parece fue en su mano apartarse un momento de nosotros… No me ha venido trabajo que, mirándoos a vos cuál estuvisteis delante de los jueces, no se me haga bueno de sufrir. Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir. Es ayuda y da esfuerzo. Nunca falta. Es amigo verdadero» (Vida 22,6).
JUNTOS ANDEMOS, SEÑOR
TU ORACIÓN
Se nos ha revelado que Dios está deseoso de comunicarse con nosotros. ¡Qué cosa tan sorprendente! ¿Puede alguien dejar de estremecerse ante un Dios que es para nosotros y que busca la intimidad del corazón para entablar con nosotros una relación de amor? El cielo de todos los pueblos de la tierra se ha visto surcado siempre por mensajes de amor. La oración, tan al alcance de la mano, y sin embargo, tan desconocida para muchos de nuestros contemporáneos. ¡Cómo es posible morir de sed estando tan cerca de la fuente!
Decir Teresa es decir oración. Su vida fue lo que su oración. En su niñez la oración la vivió con la alegría y novedad con que la rosa saluda a la luz del nuevo día. Pero después atravesó zonas de sombras, en las que la oración se le escondió y, al esconderse su oración, se le escondió su propio rostro. ¡Qué lucha por encontrar de nuevo la luz! ¡Qué alegría al desembocar en una experiencia mística de Dios! Y en el camino, cuántas lecciones dadas a teólogos y a gente sencilla, tratando de engolosinar a todos con la oración, porque todos los bienes vienen con ella. Sus palabras siguen resonando en todos los buscadores de Dios: Orar es tratar de amistad con quien sabemos nos ama».
«¡Oh bondad infinita de mi Dios, que me parece os veo y me veo de esta suerte! ¡Oh regalo de los ángeles, que toda me querría -cuando esto veo- deshacer en amaros! Cuán cierto es sufrir Vos a quien os sufre que estéis con él. ¡Qué buen amigo hacéis, Señor mío! Cómo le vais regalando y sufriendo. Y esperáis a que se haga a vuestra condición. Y tan de mientras, le sufrís Vos la suya. Tomáis en cuenta, mi Señor, los ratos que os quiere, y con un punto de arrepentimiento olvidáis lo que os ha ofendido» (Vida 8,6).
DIOS NUNCA SE CANSA DE DAR.
NO NOS CANSEMOS NOSOTROS DE RECIBIR.
TU CARIÑO A LA MADRE DEL CARMELO
Los tiempos difíciles son una buena ocasión para volver a María. Siempre ha sucedido así en la historia, cuando la fe se debilitaba aparecía María para levantar el ánimo de los amigos de Jesús. Hoy nos toca vivir tiempos recios. ¿Quién cuidará de lo que pequeño, que está amenazado? «Ahí tienes a tu Madre», dice Jesús desde la cruz. Cuando se trata de volver a creer, de embarcarse en una nueva evangelización, de abrirse a la bocanada de aire fresco del Espíritu que enciende en la humanidad el amor, siempre aparece María.
¡Cómo le gustaba a Teresa parecerse en algo a María! Las virtudes que a ella tanto le gustaban como la humildad, la libertad, el amor, la determinación de servir a Jesús las veía siempre en el espejo de María. Toda su vida estuvo jalonada de episodios de ternura entre la Madre y ella. En los momentos de gozo miró a María, en las dificultades también la miró, en su esperanza de gloria contempló a María recibido en el cielo con gran alegría y solemnidad. Deseosa de bendecir a Dios con todo su ser, pero a la vez consciente de su pobreza, se alegra de encontrar en María una mujer que alaba a Dios como El se merece.
«No aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais por el mundo, las mujeres, antes la favorecisteis siempre con mucha piedad, y hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los hombres, pues estaba vuestra sacratísima Madre en cuyos méritos merecemos lo que desmerecimos por nuestras culpas» (Camino del Escorial 4,1).
CONOCIDAMENTE HE HALLADO A ESTA VIRGEN SOBERANA
EN CUANTO ME HE ENCOMENDADO A ELLA.