Enrique de Ossó

En estos tiempos son menester amigos fuertes de Dios (Vida 15,5) Este pensamiento teresiano revela a Enrique de Ossó. Su época fue dura; su amistad con Dios, Jesús, intensa; su espíritu teresiano providencial. Nacido en Vinebre, pueblecito de Tarragona, un 16 de octubre de 1840, hijo de Jaime de Ossó y Micaela Cervelló, fue el menor de tres hermanos: Jaime, Dolores y Enrique. Tras una infancia feliz, el padre, agricultor acomodado, procuró asegurar el futuro de los dos jóvenes: envió a Jaime a Barcelona y a Enrique a Quinto de Ebro y Reus para que aprendieran el oficio de comerciantes. Las previsiones paternas pronto fueron alteradas por uno de los factores distorsionadores de la edad moderna: las epidemias de cólera y de fiebre amarilla. Enrique apenas contaba catorce años cuando murió su madre. En la ausencia, sus palabras: “Hijo mío hazte sacerdote”, cobraron vida propia dejando en la sombra el deseo del hijo: “Quiero ser maestro”. Semanas más tarde, ante la negativa paterna de seguir la vocación sacerdotal Enrique huyó a pie a Montserrat.

Movido por su deseo de ser misionero de paz y amor, desconocía en esos momentos que si el enfermo siglo XIX le había quitado a una mujer, su madre, él siendo fiel a su sacerdocio iba a dar al mismo siglo una mujer que lo sanara: Teresa de Jesús. Desde los primeros años de su vida las obras de Teresa le acompañaron callada pero tenazmente. Su tia Mariana, las visitas a El Desierto de las Palmas, el profesor Dómine Sena, pusieron los cimientos del conocimiento y admiración de la Santa. Las verdades teresianas fueron calando en su interior mientras estudiaba en los seminarios de Tortosa y Barcelona (1860-61 y 1863-66), ejercía como profesor de Física y Matemáticas del seminario tortosino -ya antes de su ordenación sacerdotal el 21 de septiembre de 1867- y dirigía la obra del Catecismo en Tortosa. También los acontecimientos que se sucedian a su alrededor penetraban en él: enfrentamientos e intolerancia ideológica, levantamientos y asesinatos, ignorancia y desconcierto, inestabilidad política y guerras carlistas.

Enrique no era hombre que permaneciera impasible ante las situaciones críticas y en el mes de julio de 1872 se sintió interpelado: “¿Qué haría Teresa de Jesús si viviese hoy entre nosotros?” La figura de Teresa emergió con fuerza en su persona y el vigor del espíritu teresiano cobró forma en la creación de la Revista Teresiana. Por medio de la divulgación mensual de sus escritos Teresa de Jesús estará viva, actuará como lo hizo en el s.XVI. Para lograrlo Enrique le pide a Teresa “Alcánzanos de tu esposo Jesús una parte, si no todo, de tu espíritu” El primer fruto de la publicación fue la Archicofradía de Hijas de Maria y Teresa de Jesús. El espíritu de Teresa, más que por palabras, debía transmitirse por la vida de esas jóvenes.

Desde su fundación, octubre de 1873, la archicofradía se extendió por pueblos y ciudades. El Rebañito del Niño Jesús –niños- y la Hermandad Josefina –hombres- en 1876 fueron otras asociaciones que nacieron de esa fidelidad al carisma teresiano. En junio del mismo año fundó la Compañía de Santa Teresa para “la educación de la mujer según el espíritu de Santa Teresa de Jesús”, su obra principal y de la que él mismo decía: “Ha de ser en los últimos tiempos una de la que más y mejor ha de celar la honra de Jesús por medio de Teresa” Acompañó siempre la acción con la palabra escrita. Escribió un total de 66 obras dedicadas en su mayor parte a fomentar la piedad y orientar las Asociaciones que organizó. Destacamos la Guía práctica del Catequista en 1872 y El Cuarto de Hora de oración de 1874.

Hombre enamorado de Jesús “Jesús mío quiero poseer un corazón como el tuyo” y de Teresa “eres la Santa, la amada de mi corazón” ; comprometido con las personas y situaciones de su momento, “beneficiar en provecho de nuestros hermanos, que lo son todos los españoles” ; creativo en las respuestas solidarias, ”no se nos oculta que esta situación nueva nos impone deberes nuevos“; orante, “todo lo puede la oración“; de acción, “Es necesario trabajar. Promover las obras de celo “; escritor fecundo, “escribir y obrar“; educador clarividente y respetuoso, “el porvenir es de esos párvulos a quien educáis“; pasó “por el mundo haciendo el bien” y, desde Gilet (Valencia) partió para el casa del Padre el 27 de enero de 1896. En la historia humana hay personas que destacan por la creatividad de sus ideas y otras que emergen por la creatividad de su vida.

En ese segundo grupo encontraremos a Enrique. Si queremos adentrarnos en su persona más que describir su pensamiento debemos mostrar su coherencia. Las palabras e ideas de sus obras no difieren mucho de las halladas en los volúmenes de otros autores espirituales de su tiempo, sin embargo sus escritos comunican una fuerza especial: es ese “más” de vida que brota de la coherencia. Laura Rius, stj

SU ESPIRITUALIDAD

Enrique vivió a Cristo. El camino espiritual de Enrique deriva de la contemplación de Cristo y de su vocación sacerdotal: ser misionero de su paz y amor. Cristo, para él es el Amigo, es real, comparte diariamente la vida con él. Le impresiona Cristo humilde y manso de corazón. Una mansedumbre que ama al prójimo, que entrega la vida para que tengan vida. Un Cristo obediente al Padre, a su voluntad salvífica. Un Cristo que deja su vida en manos del Padre providente. La honda y viva experiencia del amor de Jesús fundamenta la acción apostólica incansable y ardiente de Enrique.

Teresa de Jesús. El valor fundamental que reconoce en la Santa es su atractivo para acercar personas a Jesús. Se acoge a su intercesión para bien de sus hermanos, los hombres y las mujeres del s.XIX. Reconoce que con el espíritu de oración Dios derramará todos los bienes necesarios para la regeneración social y se convierte en el defensor y propagador del “Cuarto de hora de oración”. Logra que la magnanimidad y la generosidad con Dios de Teresa sean el espíritu de su actuar y asume en sus relaciones personales el talante agradecido de la santa avilesa. Y se manifestó hombre de

Talante realista y constructivo. Observa y analiza los acontecimientos sociales, no se lamenta , llega hasta la causa que los origina y busca su solución. Impresiona comparar los informes eclesiales del momento sobre el estado de la Iglesia con las realizaciones de Ossó. Hace precisamente lo que la sociedad necesita: catequesis seria, publicación de revistas y libros católicos, valoración de la mujer, educación de la juventud. No sólo el juicio y la respuesta son de admirar, todavía sorprende más comprobar la eficacia pastoral de sus actuaciones.

Educador. El interés por el crecimiento de la persona, la discreción de espíritus, la visión abierta y esperanzada del niño, el genio práctico y estratégico, la actitud paciente y firme en la relación personal, la claridad de ideas hicieron de él un gran formador.

ORACIONES

Quiero conducir a tu presencia, Jesús, a los que me has dado, para que les hables al corazón, les enamores de tu persona y los cautives en tu amor. Son la mayor parte corazones jóvenes, que no pueden vivir sin amar. Descúbreles quién eres, muéstrales tu rostro, suene tu voz en lo más secreto de su espíritu. Viniste al mundo, Jesús, para meter fuego en la tierra de nuestros corazones y no deseas otra cosa sino que ardan en tu amor. Éste es también mi deseo, y por eso te pido, que me des, como a Pablo, el evangelizar a todo el mundo las insondables riquezas de tu amor. Amén. (Adaptación de Viva Jesús, EEO I, pág. 486).
 
Dame, Jesús, un corazón como el tuyo, como el de tu enamorada esposa Teresa. Un corazón con todos blando y compasivo, y sólo conmigo riguroso. Ámete, oh Jesús bueno, más que a mí; y a todas las cosas en Ti y por Ti y como Tú las amas, para ser tu discípulo. Y tú, oh Santa mía, que a todos amabas en vida, pero con especial predilección a los enfermos y a los pobres, dame un corazón como el tuyo, magnánimo, generoso, sufrido y caritativo con toda persona. Amén. (Del día 15 de cada mes, mes de noviembre, EEO III, p.85)
 
Señor mío Jesucristo, camino, verdad y vida, no me hablen los doctores, los sabios ni los profetas; háblame Tú, Verdad eterna, que abriste la boca de los profetas e iluminas a todo hombre que viene a este mundo. Callen en tu presencia todas las criaturas, y háblame Tú, Criador de ellas, que más provecho hace al alma una palabra salida de tu boca, que los más sublimes y bien compuestos discursos de los hombres Tus manos me hicieron y me formaron: completa pues tu obra con tus instrucciones Tú conoces mejor que nadie lo que falta de luz a mi inteligencia y de amor a mi corazón, para ser lo que Tú quieres y en el grado que Tú quieres, y éstos son, bien lo sabes, los únicos deseos de mi corazón, sediento de palabras de vida eterna y de salud. En tu presencia está mi corazón y mi silencio te habla. Cansado estoy de los vanos discursos de los hombres y desengañada por haber andado tras la mentira y haber amado la vanidad. De tu Corazón divino, del que salen todos los amores, salen también todas las verdades. Ame pues yo sobre todas las cosas tu Corazón adorable, para que amando la fuente de toda bondad ame la fuente de toda verdad, y no sólo sea luz y vida eterna para mi entendimiento, sino amor y gozo cumplido para mi corazón. Despierta y aviva en mi corazón el amor a la verdad para que viva en él el amor a tu bondad. (Un mes en la escuela del Sagrado Corazón de Jesús, Día 12, EEO III p.509)

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