Nace en Avila, el 28.3.1515. Hija de Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz de Ahumada. Es miembro de una familia numerosa de doce hermanos (mujeres, tres de llos). Huérfana de madre a los 13 años. Era el tiempo de la huida de jóvenes a tierras americanas, y allá marchan casi todos sus hermanos. Ella vive en familia hasta los 20 años. El resto de su vida fue monja carmelita. Pero había tenido la suerte de nacer y educarse en una familia que conjuntaba las «armas y las letras»: hija de hidalgos con gran amor a la cultura y a los libros.
Luisa de la Cerda (1562). Ese mismo año inicia su vida de fundadora de nuevos Carmelos (desde los 47 hasta los 67 de edad): sus fundaciones comienzan en Avila y terminan en Burgos, habiendo recorrido las rutas de Castilla, La Mancha y Andalucía, fundando 16 monasterios y ganando para su obra al joven Juan de la Cruz, que en 1572 pasa a ser su director y maestro espiritual. Por fin, muere en Alba de Tormes, cerca de Salamanca, la noche del 4.10.1582.
Más importante que esa somera crónica biográfica, es la historia interior de Teresa. Ella, como Agustín de Hipona, es una convertida. Su cambio total de vida interior se produce a los 39 años (1554), leyendo las Confesiones de San Agustín. De ahí parte el intenso proceso de vida mística de Teresa, que la convierte en escritora y poetisa.
Escribe su propia vida en 1566. Ese mismo año redacta un libro de pedagogía espiritual, el Camino de Perfección, que los teólogos censores la obligan a escribir de nuevo. Y once años después (1577) compone su obra maestra, la síntesis de mística titulada Castillo Interior. Escribe además la historia de sus viajes y fundaciones (Libro de las Fundaciones), un pequeño rimero de poemas e innumerables cartas, de las cuales apenas nos queda medio millar, pero que son auténticos documentos de época.
Sus obras fueron editadas, después de muerta la autora, por fray Luis de León (Salamanca 1588 y de nuevo Barcelona 1588 y Salamanca 1589). Teresa fue declarada copatrona de España por las Cortes de Madrid de 1617. Confirmada en el patronazgo por Urbano VIII en 1627. Beatificada por el Papa Pablo V en 1614. Canonizada por Gregorio XV en 1622. Primera mujer declarada Doctora de la Iglesia por Pablo VI, en 1970. Hoy sus obras están traducidas a numerosos idiomas europeos, orientales y africanos. No superada por el mismo Cervantes en el número de ediciones y traducciones.
SU ESPIRITUALIDAD
En literatura, Teresa de Jesús es reconocida como «la elegancia misma» (dicho por fray Luis de León), y como acuñadora del idioma (Azorín). Afortunadamente se conservan «autógrafos» casi todos sus escritos en la Biblioteca del Escorial, en Valladolid y en Sevilla. Sus grandes obras han sido reproducidas recientemente en facsímil, para estar directamente al alcance de filólogos y estudiosos de la espiritualidad. Como escritora y como pensadora, Teresa comienza narrando su propia vida, con especial atención al aspecto interior (aspecto psicológico) y al cúmulo de gracias recibidas por ella (aspecto místico).
De esta experiencia personal recaba ella su gran síntesis doctrinal. A las lectoras íntimas les propone por base una serie de valores y virtudes evangélicas, fundados en «el amor de unos a otros» y en el temple de voluntad, que ella denomina «determinada determinación». Insiste en que no hay desarrollo de la persona ni de la vida religiosa sin un ulterior intento de apertura a lo trascendente o de relación personal del hombre con Dios, relación que ella concentra en la práctica de la oración personal, definida como «trato de amistad con Cristo o con Dios» y que se debe convertir en resorte propulsor de acción al servicio de los hermanos.
Y finalmente, lo mismo que san Juan de la Cruz, se eleva al plano místico de la relación descendente de Dios con el hombre, hasta poner en marcha el proceso de unión del alma con la divinidad: es el contenido de su Castillo interior. Para ilustrar simbólicamente el místico proceso de la unión, Teresa recurre, como los grandes místicos, al bíblico «Cantar de los Cantares» y al correspondiente símbolo esponsal. En la historia del pensamiento moderno,ya destacó el filósofo H. Bergson que la función especial desempeñada por Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, es la de testificar no sólo el hecho religioso humano, sino la realidad de Dios.
Teresa, especialmente, es un «testigo» puro e irrecusable de Dios y de su misteriosa presencia en la historia de los hombres y en la vida de cada persona. Por eso ella, más que poseer un sistema de pensamiento, es una acuñadora de símbolos literarios, cercanos al hombre de hoy, y una maestra de diálogo con el lector que se acerca a sus libros. Tomás Alvarez, ocd
ORACIONES
Oración de Teresa, recordando su gravísima enfermedad. Bendito seáis por siempre, que aunque os dejaba yo a Vos, no me dejasteis Vos a mí tan del todo que no me tornase a levantar con darme Vos siempre la mano. Y muchas veces, Señor, no la quería, ni quería entender cómo muchas veces me llamabais de nuevo (Vida 6,9).
Oración pidiendo la amistad de Cristo Señor. ¡Oh bondad infinita de mi Dios, que me parece os veo y me veo de esta suerte! ¡Oh regalo de los ángeles, que toda me querría -cuando esto veo- deshacer en amaros! Cuán cierto es sufrir Vos a quien os sufre que estéis con él. ¡Qué buen amigo hacéis, Señor mío! Cómo le vais regalando y sufriendo. Y esperáis a que se haga a vuestra condición. Y tan de mientras, le sufrís Vos la suya. Tomáis en cuenta, mi Señor, los ratos que os quiere, y con un punto de arrepentimiento olvidáis lo que os ha ofendido. (Vida 8,6).
Oración a Dios dadivoso, en espera de dar más y más… Oh grandeza de Dios, y cómo mostráis vuestro poder en dar osadía a una hormiga. Y cómo, Señor mío, no queda por Vos el no hacer grandes obras los que os aman, sino por nuestra cobardía y pusilanimidad. Como nunca nos determinamos sino llenos de mil temores y prudencias humanas, así, Dios mío, no obráis Vos vuestras maravillas y grandezas. ¿Quién más amigo de dar, si tuviese a quién, ni de recibir servicios a su costa? Plega a Vuestra Majestad que os haya yo hecho alguno y no tenga más cuenta que dar de lo mucho que he recibido. Amén. (Fundaciones 2, 7)
Bendito seáis Vos, Señor, que tan inhábil y sin provecho me hicisteis. Mas aláboos muy mucho porque despertáis a tantos que nos despiertan. Había de ser muy continua nuestra oración por éstos que nos dan luz. ¿Qué seríamos sin ellos entre tan grandes tempestades como ahora tiene la Iglesia?. Si algunos ha habido ruines, más resplandecerán los buenos. Plega al Señor los tenga de su mano y los ayude para que nos ayuden, amén. (Vida 13,21).