Para iniciar en la oración, como ocurre con todo en la vida, no hay fórmulas preestablecidas y lo cierto es que a rezar se aprende rezando; pero en nosotros, los adultos, está el creer en la importancia de la oración, el saber vivir esta experiencia como algo central en nuestra vida personal para poderla transmitir a los niños.
Uno de los puntos principales es el ir educando, desde los comienzos en la interioridad. Los niños están capacitados para la amistad, para la gratuidad. Desde muy pequeños lo experimentan. Pueden descubrir y conocer a Jesús, como el Amigo verdadero y estar un rato con El, cómo dos amigos que se quieren y que juntos están felices. En esto consiste el secreto de la oración. A veces los amigos se hablan, a veces se callan, escuchan, se miran, lo importante es estar juntos y siempre más.
Para toda adquisición, se necesita una cierta pedagogía, unos ejercicios, unos esfuerzos, unas pautas. No escatimemos tiempo para educarles a la interioridad,fomentar en ellos todo lo que favorece el silencio, la escucha, el diálogo. Coger el tiempo necesario para tranquilizarse, apaciguar el cuerpo. Todo no se consigue en un día!
Nos dice Santa Teresa «Estate allí con Él, mira que te mira, acompáñale y háblale» (Vida, 13,22). Saber comunicar esa gran verdad que nos describe Teresa del ser portadores cada uno de nosotros de ese castillo de diamante o muy claro cristal donde pasan las grande cosas entre Dios y el alma.
Para todo esto es imprescindible educarnos como sujetos de encuentro:
- Capaces de vivir desde dentro
- Capaces de vivir abiertos a la trascendencia y a la relación con Dios
- Capaces de vivir en relación con los demás y con la realidad
La oración, entendida como la entendió Teresa: «Orar es tratar de amistad, estando muchas veces tratando a sola con quien sabemos nos ama», es un tiempo privilegiado para ir haciendo camino hacia esta realidad.
Se trata de un ENCUENTRO sabiendo que tenemos un Alguien, Padre Dios, que vive en nosotros, nos ama y nos espera siempre.
ORAR NO ES: Hablar entre nosotros, leer o escuchar historias, contar cosas de Dios…, de Jesusito, aunque todo esto nos pueda ayudar a prepararnos. Volvemos a repetir que orar es ENCUENTRO y siempre, en cada tiempo de oración debemos posibilitar al niño el hacer experiencia de esto, aunque comencemos con un diálogo en un espacio de tiempo muy breve, en un abrir y cerrar de ojos, pero siempre ENCUENTRO.