Objetivo: De la conciencia aislada a compartir la fe en comunidad. Caminar con un solo corazón y un alma sola en una iglesia sinodal.
1.- TRES REGALOS DEL ESPÍRITU PARA NUESTRA IGLESIA DIOCESANA
En la Asamblea discernimos cómo soñar nuestra Iglesia; en esta mañana de retiro nos preguntamos por dónde nos lleva Dios. Puestos a soñar, el Espíritu nos propone tres caminos que no debiéramos olvidar para vivir el proyecto de Dios.
EL SILENCIO. Los creyentes de hoy necesitamos cuidar y gustar el silencio. Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y esta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma (San Juan de la Cruz). El silencio es un tesoro; lo guardan las comunidades contemplativas de nuestra Iglesia diocesana para compartirlo y nos lo regala la naturaleza cuando no está contaminada por el ruido y cruzamos despacio el paisaje. En el silencio, como atención amorosa, en la presencia del misterio en la interioridad, nacen las palabras más bellas y surge la comunión.
Momento de silencio.
Canto: Busca el silencio, ten alerta el corazón. Calla y contempla.
LA PALABRA CREATIVA. La soledad y el silencio son sonoros; la creatividad nace de dentro, también del encuentro. Creer tiene que ver con crear. Después del silencio, lo más bello es el sonido del agua (Palabras que dejaron escritas en una piedra los constructores de la Alhambra). Nuestra Iglesia diocesana está viviendo con gozo una mirada a la belleza de la Catedral, que es fruto de la creatividad del Espíritu en muchos hermanos nuestros a lo largo de los siglos. En ella, como madre, como tienda de encuentro, se renueva nuestro rostro de discípulos misioneros. El jubileo de la Catedral es una invitación a la creatividad, que no es solo privilegio de unos pocos, sino una participación de todos en el Dios creador, que hace nuevas todas las cosas.
Dicho de otro modo: Necesitamos pasar de una Iglesia casi centrada en el clero a otra donde estén más presentes los carismas, servicios y ministerios del pueblo de Dios (Asamblea diocesana de Burgos, ADB). Este nuevo paradigma, propuesta del papa Francisco en la Fratelli tutti, es un desafío para nuestra Iglesia, que sufre la inercia de la pasividad, la pereza cómoda, una estructura mental ajena al Evangelio. Para afrontar la diversidad cultural de un mundo interrelacionado necesitamos una creatividad, como estrategia del Espíritu, que nos dé una nueva imaginación para soñar y dibujar un mundo nuevo. Naturalmente que estamos hablando, en primer lugar, de una creatividad afianzada en el ser, en lo que somos; una creatividad sin esto sería pura fachada que no haría sino distraernos de lo esencial. El cambio no es una innovación superficial y frívola, sino que nace de la raíz.
LA COMUNIÓN. EN EL CORAZÓN ESTÁ EL NOSOTROS. Dentro de cada uno es donde está la verdad personal. El don de la comunión proviene de nuestra vocación y convocación recibidas en el bautismo. Ahí todos nos damos la mano. Oh cristalina fuente si en esos tus semblantes plateados formases de repente los ojos deseados que llevo en mis entrañas dibujados. El don de la comunión se convierte en tarea cuando cultivamos la relación, cuando, ante el individualismo, la soledad, la desvinculación, el distanciamiento social, potenciamos la cultura del encuentro, creamos plataformas de encuentro (ADB). Entonces, cuando nos comunicamos, de desconocidos que éramos nos vamos haciendo amigos, nos vamos integrando en la familia eclesial: A vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer (Juan 15,9-17). La comunicación crea comunión y la comunión lleva a la comunicación.
En nuestra Iglesia necesitamos cuidar la comunicación, crear ámbitos donde poder expresar con libertad y responsabilidad las opiniones sobre temas de evangelización… (ADB), iluminar las zonas oscuras que hacen más difícil el camino de muchos. Gran mal es un alma sola. Dicho de otro modo: necesitamos combatir el individualismo como gran enemigo de la fe, despertando y desarrollando la conciencia comunitaria y fraternal, la acogida del otro y las relaciones de vecindad, superando las luchas internas que tanto desgastan (ADB).
Toma de conciencia: Pasar del yo al nosotros, ejercitarnos en la comunidad, en la sinodalidad. Somos una comunidad de seguidores de Jesús y estamos aquí en sintonía con la Iglesia diocesana.
2.- LA COMUNIDAD CRISTIANA COMO ESPACIO HABITADO POR LA TRINIDAD ES EL ORIGEN DE LA COMUNICACIÓN
Creados a imagen y semejanza de Dios, buscamos en Dios la motivación profunda para vivir la comunión-comunicación. Dios no es soledad sino familia. La experiencia familiar es una alegría para la Iglesia (ADB).
Proyección del icono de la Trinidad de Roublev.
La motivación más honda de la comunión-comunicación radica en el amor que mana del corazón del Padre: Aquella eterna fonte está escondida, que bien sé yo do tiene su manida, aunque es de noche. La Iglesia es la morada donde esta experiencia es posible y vivificante para todos. La comunión fraterna es reflejo del modo de ser de Dios, que es amor (1Jn 4,8.16).
Esto es lo que anuncia Jesús, que nos ha llamado a compartir vida para llegar a formar un solo corazón y una sola alma (Hch 4,32), siguiendo el ejemplo de las primeras comunidades cristianas.
Somos morada de Dios. Así lo presenta Jesús: El que me ama guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él (Jn 14,23). Cada comunidad es morada de Dios, tienda de encuentro, epifanía de Dios, comunicación de vida. Lo que embellece la comunidad es el misterio de amor que esconde. No hay amistad verdadera, sino entre aquellos a quienes Tú, Señor, unes entre sí por medio de la caridad, derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado (San Agustín).
La experiencia bautismal de comunicación (Aquí se le comunican todas tres Personas, y la hablan, Teresa de Jesús), es la fuente de donde brota la fiesta de la comunicación en la Iglesia. Decir comunidad es decir comunicación. Este encuentro con Dios en la intimidad hace vivir.
La Trinidad es fuente y culmen de la vida comunitaria. Es nuestro hábitat. Al final, la semilla recibida en el bautismo, hechos a imagen y semejanza de la Trinidad se convierte en fruto granado, plenitud del que lo acaba todo en todos (Ef 1,23).
En el encuentro con Jesús, camino, verdad y vida, entablamos un diálogo entre iguales, experimentamos que lo mío es tuyo y lo tuyo es mío, vivimos la entrega total.
De la experiencia del misterio de Dios nos convertimos en personas capaces de una lectura creyente de la realidad (Síntesis del Cuaderno 3º), en mensajeros de un encuentro. Continuamos la letanía del salmo 117: Que lo diga la casa de Israel: Que es eterno su amor. El amor es la forma más bella que hay de contar a Dios en el encuentro con otros creyentes; de ahí la necesidad de potenciar la cultura del encuentro (ADB). A la vida de cada día, desde la comunidad cristiana, llevamos historias de amor para contárselas a la humanidad. No se trata tanto de hacer cosas sino de contar una historia de amor mientras vivimos.
De la fiesta de silencio y adoración nos nace un relato evangelizador y misionero: ¡Oh gran Dios!, parece que tiembla una criatura tan miserable como yo de tratar en cosa tan ajena de lo que merezco entender… (Teresa de Jesús).
La fiesta de la comunicación la vive la comunidad en la eucaristía y culmina en una alabanza a toda orquesta, que está bien patente en el salmo 150: Todo cuanto respira que bendiga a Dios. No sabíamos que en el mundo hubiera tanta alegría.
3.- LA BELLEZA DE LA COMUNIÓN Y COMUNICACIÓN EN LA COMUNIDAD
El Espíritu nos enseña a recrear lo que somos (somos comunión-comunidad-comunicación), nos empuja a cultivar y alimentar nuestra vida con las grandes verdades de la fe, con convicciones hondas. Una de esas grandes verdades es la comunión-comunicación: ¿Cómo puedo yo ser si los demás no son en mí? ¿Cómo puedo guardarme los dones del Espíritu para mí? Parafraseando lo que dice san Pablo: No soy quien vive, es Cristo quien vive en mí (Gal 2,20), podemos decir: No soy yo quien vive, es la comunidad la que vive en mí. La vida comunitaria y por tanto la comunicación, desde la pluralidad de los carismas del Espíritu, es un elemento esencial de la vida cristiana. Desarrollar esto es una fuente de gozo: esta alegría de que se entiendan las virtudes de las hermanas es gran cosa (Santa Teresa). A veces vivimos este aspecto fundamental de nuestra fe con mucha pobreza, como si no lo hubiéramos desarrollado ni descubierto.
La relación es el eslabón más débil de nuestro modo de vivir la fe hoy. La cultura que nos rodea y el estilo de vida que esta produce tienden a excluir la relación. La relación con los demás hermanos de la comunidad cristiana es un medio fundamental para que crezca nuestra relación con Dios. Luego os dirán que no es menester, que basta tener a Dios. Buen medio es para tener a Dios tratar con sus amigos; siempre se saca ganancia, yo lo sé por experiencia (Santa Teresa). No es posible separar la relación con Dios de la relación con los amigos de Dios. La relación sana con el otro es un medio imprescindible para crecer en la fe.
A pesar de que se lleva insistiendo bastantes años en ello, aún tenemos un gran déficit en los ámbitos de participación y corresponsabilidad (ADB) y a la hora de comunicar la fe en sus diversos ámbitos (ADB). Todos los miembros de la comunidad somos constructores de la comunidad y no solo consumidores de los beneficios que de ella podemos recibir. Una comunidad existe porque nace y se edifica con el aporte de todos, cada uno según sus dones, cultivando una fuerte espiritualidad de comunión, que lleve a sentir y a vivir la mutua pertenencia (nos pertenecemos, los otros son parte mía). De esta manera tu alma no es propia tuya, sino de todos los hermanos; cuyas almas también son tuyas; o mejor sus almas con la tuya no son varias almas, sino una única alma, la única alma de Cristo…» (San Agustín, Carta 243, 4).
La humanidad espera de la Iglesia un testimonio de verdadera comunión fraterna. En la sociedad marcada por divisiones y desigualdades, somos llamados a mostrar que es posible y bello vivir la comunión, hablar bien unos de otros a pesar de las diferencias generacionales, de formación y, a veces, culturales que hay entre nosotros. Incluso las diferencias enriquecen la vida de comunión. La comunión no significa uniformidad, y se alimenta del diálogo, del compartir, de la ayuda recíproca y profunda humanidad, especialmente hacia los miembros más frágiles y necesitados.
Este testimonio lo damos también en la cultura digital, que influye de manera decisiva en la formación del pensamiento y en la manera de relacionarse con el mundo y, en particular, con las personas. Apostar por las nuevas tecnologías para que el Evangelio y nuestras actividades fluyan por el mundo virtual: cursos, experiencias, técnicas, medios… (ADB). No aprovechamos las grandes posibilidades que ofrecen los medios de comunicación… Tenemos miedo a los medios de comunicación (ADB).
La vida de comunión-comunicación es la primera forma de evangelización. La comunión hace que el anuncio del Evangelio sea más profético y creíble. La realidad es espacio teológico, provocadora de la misión.
4.- DON Y TAREA DE LA COMUNIÓN-COMUNICACIÓN
La presencia. ¿Con quién soy yo? No nos imaginemos huecos por dentro. Vive en mí Otro que es más que yo, y para mí mejor que yo. Él viva y me dé vida (Santa Teresa, Ex 17,3). Ir del diábolo, que todo lo divide, separa y enfrenta, al símbolo, que todo lo une, lo acerca, lo agradece. Nuestra sentada silenciosa está habitada por el nosotros solidario. Hay que desaprender y optar por la comunión. Así lo canta el salmo 132:
Ved qué dulzura, qué delicia,
convivir los hermanos unidos.
Es ungüento precioso en la cabeza,
que va bajando por la barba,
que baja por la barba de Aarón,
hasta la franja de su ornamento.
Es rocío del Hermón, que va bajando
sobre el monte Sión.
Porque allí manda el Señor la bendición:
Canto: Me postraré en tu presencia, me postraré ante ti, Señor.
Dinamismo en el hacer y en el servir. ¿Para quién soy yo? En la comunidad aprendemos a mirar como Dios mira. Nada humano nos es ajeno. En los diálogos con los hermanos germinan los grandes acontecimientos que cambian el rumbo de la historia, ahí aprendemos a decir tú. Solo por tu amor, por tu amor únicamente, te perdonarán los pobres el pan que les das (San Vicente de Paul).
La adoración. ¿En quién soy yo? Toda nuestra comunicación es apenas un balbuceo, un no sé qué que quedan balbuciendo. Por eso, la comunicación, al no poder decir del todo el Misterio, nos encamina a la adoración. Volvemos al silencio, de donde nace todo. La sola convivencia, que no saben decirme lo que quiero, no colma los vacíos que llevamos dentro. La comunidad cristiana es significativa cuando habla, cuando adora, cuando sirve.
La comunión. ¿Con quiénes soy? Nos introduce en la gracia de ser amados, nos enseña a valorarnos desde el don de Dios, nos propone como estilo de vida el camino de la confianza creativa; nos empuja a estar presentes y formar parte del escenario cultural de la ciudad (Síntesis del cuaderno 3º) cultivando el sentido de pertenencia porque somos peregrinos y andamos todos pisando tierra; nos cita en el Misterio (en ti abrazo a Dios, Isabel de la Trinidad), sin miedo a los contrastes porque la verdad es sinfónica. Cuando tantos corazones junta Dios, se entiende se ha de servir de ella (Santa Teresa, F 28,10). Sin eliminar los contrastes.
¿Qué aspecto de lo compartido en esta enseñanza te ha dado luz? ¿Quieres comunicarlo en grupo? Pedro Tomás Navajas, ocd VERANO EN ASAMBLEA |