Icono ruso, s. XVI
Texto bíblico: Lucas 1, 46-55
El icono de la Asunción de la Virgen María a los cielos no tiene un texto bíblico que refleje en la palabra lo que muestra la imagen. No existe una narración evangélica del tránsito de nuestra Señora a los cielos. El texto bíblico que podría servirnos para orientar nuestra meditación es el Cántico de la Virgen, el Magníficat, que la Iglesia de Occidente proclama en la Asunción de la Virgen, o algunos de los textos del Cantar de los Cantares, fuente de inspiración del primitivo oficio romano de la Asunción de María.
Varios nombres de una misma fiesta
En Occidente llamamos a esta fiesta la Asunción, y tiene este nombre una asonancia con el otro nombre: la Ascensión del Señor; trazamos una simetría ideal entre el misterio de Cristo que sube a los cielos y el misterio de la Virgen María que es subida a los cielos. Cristo con su propio poder. La Virgen por la gracia divina. Otros la llaman el «Tránsito de la Virgen».
Oriente da a la fiesta el título tradicional de «Dormición». El acento está puesto en la imagen de la Virgen recostada en su lecho de muerte, que parece «dormida».
Hoy preferimos usar una terminología mistérica: La Asunción de la Virgen es la Pascua de Nuestra Señora, su «Tránsito glorioso», a semejanza del de su Hijo Jesucristo. Ella es la primicia pascual con Cristo de la nueva humanidad, que su cuerpo, como el de su Hijo, está resucitado y glorioso como promesa de lo que nosotros seremos.
La Asunción de la Virgen en tres tiempos
La primera escena es la de la Virgen en su dormición. Revestida de su manto de púrpura y con las tres estrellas de su triple virginidad, la Virgen descansa sobre un catafalco cuidadosamente adornado.
A su alrededor, un mundo de personajes: ángeles que llevan luces e incienso, los apóstoles reunidos junto al féretro, con la mirada dirigida hacia la Virgen, agrupados por última vez junto a la Madre de Jesús, con una expresión velada de melancolía y de esperanza.
En el centro del icono aparece Cristo resucitado y glorioso. Junto a la línea horizontal, representada por el cuerpo de nuestra Señora, la toda santa, por su vestido purpúreo, aparece la verticalidad solemne y majestuosa de Cristo, el Señor.
En sus brazos lleva una criatura vestida de blanco. Es una niña envuelta en pañales. El significado misterioso es evidente. Jesús, el Señor, el Hijo de María, acoge el alma de la Virgen; alma de niña, revestida del color blanco de la divinidad. Se constata que la imagen de Cristo que lleva a la Virgen en sus brazos como una niña, es exactamente el revés de la imagen de la Virgen Madre de Dios en el que María lleva en sus brazos al Hijo de Dios, como un Niño. La tradición oriental se complace en resaltar este detalle que no es paradoja sino misterio, cargado de significado salvador.
La Virgen Madre que lleva a Cristo en sus brazos como un Niño, la Theotókos, es la tierra que acoge el cielo, la Madre que da su carne y su sangre al Hijo de Dios, la humanidad que recibe en la tierra la divinidad.
Pero Cristo, que en el icono de la Dormición acoge en sus brazos a la Virgen como una niña, es el cielo que acoge a la tierra, el Hijo que hace a la Madre partícipe de su gloria, la divinidad que recibe en el cielo la humanidad.
Se ha cumplido el misterio. Dios se hace hombre para que el hombre sea Dios. El cielo ha bajado a la tierra para que ésta suba al cielo.
La Encarnación es el principio de la salvación. La Ascensión de Jesús y su lógica continuación en la Asunción de la Virgen es el cumplimiento de las promesas, la profecía de la salvación realizada.
Para la Iglesia no es un mito, es un misterio. No es un sueño, es una realidad. La Virgen representa la realización suprema de los deseos de reintegración, de inmortalidad, de salvación total de la vida y de la historia, del propio cuerpo y de la propia vida.
La Virgen, como canta el himno Akáthistos, es el cumplimiento y realización de todos los deseos de la humanidad: «Salve del hombre supremo deseo».
Una contemplación teológica en tres dimensiones
En la Asunción de María es glorificada la Santa Trinidad,fuente y meta de este misterio.
- El Padre celestial acoge a su hija, esa criatura plasmada por el Espíritu Santo, y la introduce en la gloria. El misterio del Padre, misterio escondido, se revela en el rostro del Hijo, en el círculo de gloria en que es acogida la Virgen. Para el Padre la Virgen es paradójicamente una Niña, una criatura de su predilección hecha por sus manos, a la que ha comunicado el soplo de la vida inmortal que ahora se revela en el misterio de la Asunción.
- Jesús está ahí. Es el Hijo de María.Pero es el Señor. Está en pie, con una verticalidad que es símbolo de la fuente de la vida, con su humanidad glorificada. Es el Señor crucificado y resucitado, que ha subido a los cielos a prepararnos un lugar y ofrecer ya esta primicia en su Madre. Cristo da a la Virgen su inmortalidad y su resurrección como de ella recibió, en el momento oportuno, su carne mortal para la pasión y para la gloria. Identificación en el destino. Si siempre la Madre estuvo junto a su Hijo, ahora el Hijo está siempre junto a la Madre y la une para siempre con su misterio de gloria y de intercesión.
- El Espíritu Santo, que ha consagrado a María como templo santo, morada viva, Madre de Dios y discípula fiel de Cristo, está presente en el signo del manto purpúreo de la Panaghia,la Toda Santa . El Espíritu que desde el principio de la creación aleteaba como soplo de vida inmortal, está imperceptiblemente aleteando sobre el cuerpo santo de la Virgen dormida, y es el autor de la Pascua de nuestra Señora, el que resucita su cuerpo y lo glorifica, como es también el que resucitó a Jesús de entre los muertos.
- María es el icono de la Iglesia. A su alrededor, en el símbolo de la Iglesia Madre de Sión -el lugar de la dormición de la Virgen en Jerusalén- se concentra la Iglesia apostólica, la misma que encontramos en los iconos de la Ascensión y de Pentecostés, con las nuevas generaciones de pastores y discípulos del Señor. Los ángeles -iglesia del cielo- están presentes. María es el icono, la figura femenina de esta Iglesia, llamada también a una dormición, a un tránsito glorioso que no deja de ser un paso por la muerte. Acogida en el cielo como criatura, glorificada en María, la Iglesia se contempla en la Virgen. Ella, la Virgen, es ya lo que seremos. Icono escatológico de la Iglesia, certeza de su glorificación, parte del Cuerpo místico de Jesús reintegrado ya en la gloria. Morada de Dios y Jerusalén celestial, Mujer nueva; es la Esposa recibida por el Esposo en la gloria. María es la Iglesia glorificada.
- La dimensión antropológica de la Asunción es evidente y llena de esperanza. El cuerpo yerto de la Virgen, suavemente orientado hacia lo alto, nos habla de la verdad de una muerte real pero abierta a la vida, por lo tanto de una dormición. La Virgen, acogida por Jesús como niña, es el símbolo de la humanidad nueva, de la nueva creación, esperanza de una pascua del universo, de los cielos nuevos y de la tierra nueva. María es tierra pascual, paraíso glorificado, carne transformada, inmortalidad prometida a todos los que en Cristo se dejarán transformar en humanidad nueva ya aquí en la tierra. La Virgen, como Cristo resucitado, evoca el misterio de la transformación; es como una mariposa blanca y graciosa que ha roto el capuchillo de la vida terrena para gozar de la vida inmortal en la gloria.
Oración de la liturgia hispánica
«Del mismo modo que podemos alegramos de tu nacimiento
y ante tu parto estamos temblorosos,
así en tu paso a los cielos saltamos de alegría.
Había sido poco santificarte sólo a tu entrada en el mundo,
por eso Cristo te exaltó al salir de esta tierra,
como corresponde a una madre como tú.
Como convenía, fuiste felizmente recibida en la asunción
por el mismo a quien piadosamente recibiste, concibiéndolo en la fe.
La roca del sepulcro no podía tener encerrada
a quien desconocía la corrupción de la tierra.
¡Alma redimida por tan abundantes títulos!
Los apóstoles te rinden obediencia,
los ángeles te ofrecen un canto
y Cristo te da el abrazo.
Un carro te dan la nubes el paraíso se abre a tu asunción y
se te ofrece el primer puesto en el coro de las vírgenes.»
Con la Iglesia de Oriente cantamos:
Santa María,
icono escatológico de la Iglesia,
tierra santa llevada al paraíso de la gloria,
intercede por todos tus hijos,
para que seamos finalmente lo que tú ya eres,
nueva humanidad glorificada.
Jesús Castellano Cervera, Oración ante los Iconos
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