Maduración para un nuevo nacimiento

Un hombre adulto (tiene barba); está desnudo. Ha perdido todo, o le han quitado todo. Todo lo que antes le arropaba o le daba cobijo, ahora no está. Es como un niño desprotegido, sin seguridad, sin todo aquello que protege una imagen de nosotros, la apariencia y la honra.

Hay momentos en la vida en los que somos desnudados, a pesar de nosotros, lo queramos o no. La vida se lleva las hojas secas, muchas veces también las vivas; te arranca seguridades y apoyos. En otras ocasiones nosotros mismos aceptamos desnudarnos de nosotros mismos, no sólo de cosas, corazas y estorbos.

Resuena en esta imagen la voz de Jesús a Nicodemo: «Tienes que nacer de nuevo» Jn 3. Te has convertido en un hombre importante, te has construido un presente, una imagen, una seguridad, pero te falta lo más importante, «volver a estrenar la vida», «dejarte nacer».

Está metido en un hueco, una cueva, un útero para la vida nueva… aunque está despojado, se posiciona como el niño en el seno de su madre, y eleva las manos hacia arriba esperando más allá de su esfuerzo, el regalo de una vida insospechada.

San Benito, San Ignacio, San Juan de la Cruz, el beato Francisco Palau, etc. etc. han sido introducidos en la cueva de la tierra, como el grano de trigo para ser dados nuevamente a luz y han aceptado el desafío… y han vuelto de la muerte, del pozo, del abismo, de la noche, para devolvernos una palabra nueva, una música que no había sido escuchada…

¿QUÉ ME DICE ESTA IMAGEN A MÍ HOY?

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