SALIDAS (ÉXODOS) Y ENCUENTROS (SÍNODOS) DE LA VIRGEN MARÍA
Si María es tipo de la Iglesia, lo es también de esta Iglesia en salida y sinodal. Caminar juntos, con María, es manifestar la identidad de los discípulos y misioneros. María, como peregrina de la fe en todas sus salidas y caminos, nos conduce hacia un encuentro, nos convoca a un determinado sínodo: es María, la que camina y la que convoca, la “tienda del encuentro” y el aula del sínodo. Podemos leer y meditar su vida, sus viajes y caminos, como misterios itinerantes que conducen a la Iglesia a nuevos encuentros (sínodos) y nuevos caminos (éxodos).
Su viaje vital va desde la casa de su padre Joaquín hasta la casa de su ‘hijo’ el discípulo amado. En todos sus viajes vemos salidas que terminan en encuentros, éxodos y sínodos.
Salida de su casa a la de José (Lc 1,18-25.26-38)
La anunciación es su primer éxodo y sínodo. Esta salida es de escucha y obediencia, de fe inicial. “La Anunciación es el punto de partida de donde inicia todo el camino de María hacia Dios” (Redemptoris Mater, 14). Un camino de fe que pasa por tortuosos senderos.
La familia de María es la proto-iglesia y la primera expresión de la sinodalidad eclesial. Salió de sí para convocarnos a la fe y a la obediencia, para reunirnos en familia. Esta primera salida termina en el sínodo de la familia: primera forma de encuentro escucha, comunión y participación… proto-sinodalidad de la iglesia…
De Nazaret a Ain Karem (Lc 1,39-45)
Éxodo de servicio. Su camino apresurado y alegre hacia la casa de su prima es su primera salida de misión y de servicio; éxodo de participación en el servicio y en la comunicación del evangelio.
Con esta salida convoca al cántico y a la alabanza: magníficat. Convoca el sínodo de la esperanza anunciando proféticamente el futuro de Dios: Las dos mujeres salen de casa, se levantan, se saludan, se admiran, se bendicen, se ponen a cantar… el sínodo en Ain Karem es encuentro de alabanza y admiración.
De Nazaret a Belén (Lc 2,1-20)
Éxodo de la individualidad a la maternidad. Sale de sí para ponerse por entero alma y cuerpo, tiempo y vida al servicio del Verbo encarnado. Éxodo y sínodo de encarnación: misterio de pobreza y esperanza.
María convoca a José, a los pastores, a los ángeles, a los pequeños y a los reyes … todos son convocados a la adoración. Este sínodo comienza por la adoración y la encarnación. María nos reúne en Belén para la adoración
De Belén a Egipto (Mt 2, 13-14)
Éxodo hacia Egipto. Esta salida viene impuesta por el peligro y la amenaza; viaje forzado y salida en dirección contraria (a Egipto, al sur, a lo desconocido peligroso, a la frontera y al exilio) a su deseo y a su proyecto (a Nazaret, al norte, a su casa y su proyecto personal y familiar).
Convocada María al encuentro con lo diferente, nos convoca a escuchar a extranjeros, paganos, alejados… Somos llevados con María al sínodo en la periferia, a escuchar a los que no están cerca ni hablan nuestra lengua, ni tienen nuestras costumbres y ni viven en nuestra cultura.
Caminos de ida y vuelta a Jerusalén
Primer viaje de ida y vuelta a Jerusalén (Lc 2,21-38)
Éxodo para ofrecer y ofrecerse como portadora de la luz y del don más preciosos. Su verdadera Ofrenda no fue rescatada, sin vuelta. Con su Hijo se entregó por entero y definitivamente
En este sínodo María convoca a los ancianos a reconocer la luz y la esperanza: Incluye su congregación a una mujer viuda como destinataria de la presentación o manifestación al pueblo. Simeón y Ana evangelizan a Israel. La mujer no queda recluida o detenida en el atrio de las mujeres, es llevada al templo… En este Sínodo María camina junto a los ancianos, que le revelan su propia misión y le anuncian su destino. Ancianos de ojos grandes y mirar profundo, que no miran hacia atrás con nostalgia, sino hacia adelante con esperanza.
Segundo viaje (Lc 2,41-50)
Éxodo para cumplir con Dios y donde Dios se esconde y el Niño se pierde. El segundo viaje a la Ciudad Santa le ha dejado un regusto amargo a María: no solo ha perdido a un hijo, sino que ha tomado conciencia de que ya no le pertenece (Lc 2,49). María agobiada y angustiada por la pérdida en la ciudad, le pide cuentas de una conducta inadecuada. Le deja sin palabras su respuesta, no acaba de comprender. Tardará años en asimilarlo y pasar de madre a discípula. Vivía en su compañía y su misterio marcaba su lejanía.
Somos convocados a buscarle y a preguntar por él, a callar y guardar en el corazón sin entender. Por el camino se busca y se encuentra desandando los caminos… Con María decimos: ¿A dónde te escondiste, Amado…? Buscando mis amores iré… Descubre tu presencia. Este sínodo es para buscar lo que está lejos, lo perdido, lo escondido. Las cosas de mi padre me sacan de mi casa… ¿me ocupan
Camino de vuelta a Nazaret (Lc 2,39-40.51-52)
Este éxodo se hace en familia. Ni en el desierto como Juan, ni en el templo como Samuel (1Sam 2, 21 y Lc 1, 80), sino en la familia y la obediencia, en la aldea y en el trabajo, crece Jesús. Este éxodo conduce al trabajo, a la misión escondida, a la familia, a la aldea, al arraigo, a la educación… a los lentos procesos de la formación y el desarrollo. María se repliega hacia el interior guardando sus experiencias vividas. El éxodo tiene una cara interior, como proceso espiritual de conciencia y compromiso con las cosas ordinarias y extraordinarias: meditándolas en su corazón. Haciendo esfuerzo de intentar comprender a la luz de la fe las profundas implicaciones de todo lo que va viendo y experimentando. Ella es reconocida por el evangelista como la que ha creído, la que escucha, la que pone en práctica… la que necesita interiorizar, asimilar, profundizar, personalizar…
Este Sínodo convoca al trabajo en la familia, y al oficio de cada día en el taller; convoca María sínodo para hacer la misión escondida. Lo ordinario… en la casa de José. Haciendo grande lo pequeño, extraordinario lo ordinario. Dios velado y revelado en familia y trabajo. Convoca al silencio en lo cotidiano, sínodo del trabajo no de la palabra, de la oración y la comunión en la convivencia y en la intimidad. Sínodo para el silencio; para no figurar ni aparecer, para ocultarse y en el silencio vivir.
Camino de Nazaret a Caná (Jn 2,1-12)
Éxodo a fiesta. Sale María a compartir el gozo esponsal de una pareja. Además, contaba con la posibilidad de reencontrarse con su Hijo, que hacía algún tiempo que se había marchado de casa. Ella, tan discreta, se ha quedado en segundo plano. Ha contemplado desde lejos, con un sano orgullo, a su Hijo comiendo y bebiendo con sus amigos y participando alegremente en la fiesta.
Convoca al sínodo del matrimonio, de la pareja. Convoca a la fiesta y a abrir los ojos a las necesidades del otro. María mira y escucha con los ojos. Convoca a ver la necesidad: mira y escucha. Te invita a intuir los riesgos de que se acabe la fiesta. Te invita a solicitar su intervención. El sínodo también necesita el vino de la alegría. Jesús y su hora. Somo misioneros como María, todos tenemos tarea: hacer lo que él nos diga… Haced, no solo pensad, o meditad… haced… Interviene, le fuerza a que, si no hace la alianza nueva, al menos la anuncie. Caná es anticipo del calvario y el cenáculo… María convoca a hacer lo que se pueda. Moviliza a los sirvientes para que se pongan al servicio de Jesús, llenan las tinajas… el resto no está en nuestras manos.
Camino detrás de Jesús (Mc 3,31-35) de Nazaret a Cafarnaum (Mt 12,46-50; Lc 8,19-21)
Éxodo de aprendizaje o discipulado. María madre e hija del reino. Entre los discípulos se reconoce como hermana de todos, una más sin prebendas ni privilegios, en la iglesia de Jesús, ahora se reconoce como hermana y seguidora… Con lazos familiares creados por la fe…. Se sentirá madre, sin dejar de ser hija, de una Iglesia convocada y reunida por el Señor
Sínodo: convoca un encuentro para escuchar, aprender y seguir. María como Hermana en el seguimiento, convoca al gozo de sentarse en el círculo de su Hijo, sintiéndose hermana y madre de su propio Hijo. Ya nadie es un extraña en el grupo, sino uno más en la Iglesia. Todos somos convocados por ella a seguir al Caminante y a ser hijos y madres de la Iglesia. Convocados por mediación de la comunidad, a conocer a Jesús y a escuchar la llamada a seguirle, a gastar con gozo las fuerzas en engendrar a otros a esa vida nueva.
Tercer viaje a Jerusalén: de la ciudad al Calvario
Éxodo final, la entrega. Volvió a Jerusalén por la Pascua con Jesús o por otro camino. Salida de seguimiento y obediencia, de corredentora y de compasiva. ‘Ya están pisando nuestros pies…’ Empañan esta peregrinación los presagios y los hechos confirmados.
Sínodo del dolor, del sufrimiento atroz y de la esperanza firme. Convoca junto a la cruz a los dolientes y servidores. María convoca a las tres Marías y al discípulo amado junto a la Cruz. La contradicción, la incomprensión, las dificultades e incluso la persecución son inherentes al seguimiento del Nazareno. Seguimiento que, inevitablemente, supone compartir su destino, es decir, llevar su cruz (Mc 8,34), beber su cáliz (Mc 10,38-39) y, finalmente, compartir su Reino (Jn 14,3).
Camino del Calvario al Cenáculo
Éxodo: sale de su dolor, no se repliega en su soledad; se queda sin hijo, sin familia, sin casa, sin templo y su camino abre espacio para una nueva familia y un nuevo templo: el Cenáculo. Camina y conduce desde la dispersión a la unión.
En el cenáculo convoca María el sínodo de la unión y de la oración en la espera del fuego del Espíritu. La Madre del Señor convertida en Madre de la Iglesia y la unidad. En el círculo de los discípulos, engendra nueva vida y esperanza, crea comunidad, convida a la oración, ayuda a comprender y madurar, a superar el escándalo de la cruz… a releer la Escritura. A pedir el Espíritu Santo. Convoca al Sínodo de la oración, de la comunión, de la cena eucarística, del Espíritu y de la iglesia…
Camino desde la Cruz y el cenáculo a la casa del discípulo (Jn 19,27)
Éxodo: comienza de nuevo la misión. La Virgen de Nazaret llegó a casa de Juan ya madura, cuando, después de perder a su esposo y a su Hijo, se había quedado sola y desamparada. El camino de la Cruz hasta la casa del discípulo amado le permitió vivir en su compañía la última etapa de su peregrinación. Como si todo comenzara de nuevo… Parece que esta casa será la definitiva, pero no está muy segura. Desde que, como Abrahán, se puso en camino no ha tenido vivienda fija. Ha conocido ya tantas casas: Nazaret, Ain Karim, Belén, Egipto…
Sínodo: convoca a hacer procesos que nos lleven a la ansiada comunión. En casa de Juan, María descubrirá su vocación de educadora de una Iglesia de la que se sabe Madre. Poco a poco y pacientemente irá convocando y transmitiendo a los discípulos de su Hijo su propia experiencia de seguidora del Caminante. Le llamará a la comunión a la misión a la participación. Nadie la recibe en su casa para quedarse tranquilo, sino para salir con ella al camino.
Último éxodo de María: la Asunción
El destino de María es, desde su asunción, su último éxodo, descender como mediadora y acompañar a la Iglesia en salida, en peregrinación de fe y misión; y convocarla a caminar juntos, procurando encuentros. Todavía va con nosotros, siempre delante de nosotros como signo de consuelo y de firme esperanza.
María es la real garantía de nuestro encuentro con la Sacratísima Humanidad de Cristo, Camino, Verdad y Vida.
Juntos andemos, Virgen María. Hagamos contigo nuestro éxodo y nuestro sínodo.
Gabriel Castro, OCD