El icono más antiguo que se conserva de María la representa en actitud orante, con los brazos levantados hacia el Señor. María es la orante perfecta, figura de la Iglesia.
La oración de la Iglesia está sostenida por la oración de María.
La Iglesia se une a María en la esperanza (LG 68-69). En la conciencia de la Iglesia, María permanece como la mujer creyente que vive en la oración y que comparte su alabanza con los hombres y mujeres de la tierra.
La Iglesia traduce en conmovido estupor cuando contempla en Ella, «como en una imagen purísima, todo lo que ella desea y espera ser» (SC, 103). Y ve en María un ejemplo de la actitud espiritual con que quiere celebrar y vivir los divinos misterios.
¿CÓMO FUE SU ORACIÓN?
Al asomarnos a la vida de María descubrimos que toda ella fue una oración, porque orar es responder al amor de Dios y la vida de María fue una respuesta total. Siguiendo la pauta de los evangelios, destacamos algunos momentos.
Oración callada
En el silencio escuchó la Palabra, hasta el punto de ser llamada «la virgen oyente de la Palabra». Con su disponibilidad («Aquí estoy») se dejó hacer y se convirtió en la mujer construida sobre la gracia.
Vivió y guardó las cosas de Dios en el corazón, ese espacio original de la plegaria, allí donde habita el Espíritu de Dios.
Desde el don de Dios escudriñó los signos de los tiempos, interpretó y vivió los acontecimientos de la historia. «Avanzó en la peregrinación de la fe».
Todo lo vivió en medio del asombro y el estupor, que es propio de los humildes.
En el silencio le creció la vida por dentro, hasta convertirse en la palabra de salvación comunicada y ofrecida a todos. «Hay una criatura que conoció ese don de Dios, una criatura que no desperdició ni una sola partícula de ese don; una criatura tan pura y luminosa, que parecía ser la misma luz. Una criatura cuya vida fue tan sencilla y tan perdida en Dios, que apenas puede decirse algo de ella» (Isabel de la Trinidad).
Oración hecha vida
María es oración hecha persona. Lleva a flor de piel la inmensidad de Dios, el gozo de la salvación.
Camina hacia los otros con Dios dentro y extiende, como nueva arca de la Alianza, el gozo y la novedad del Reino.
Por ser adoradora del don de Dios puede ser comunicadora de los misterios de Dios, cuando encuentra en su prima Isabel un alma abierta a esos misterios.
Mira la vida con los ojos de Dios, descubre las necesidades de los novios, y todo lo convierte en una oración de amor por los demás (intercesión): «No tienen vino».
Oración eclesial
En el grupo de creyentes, en el centro de la Iglesia, se destaca la presencia de María, haciendo posible el nuevo nacimiento. «Los apóstoles perseveraban unánimes en la oración, juntamente con las mujeres y con María, la Madre de Jesús, y con sus hermanos» (Hechos 1,14).
En torno a María surge la unidad. Los que antes estaban enfrentados se unen ahora por el cariño y el cuidado de la madre.
Parece que no hace nada, pero está atenta a los detalles y anima la esperanza y la plegaria del grupo.
María es la mujer experta en el Espíritu. Una vez lo recibió a solas; ahora lo recibe junto con los hermanos de Jesús. Les ofrece su experiencia, su oración, su recuerdo de Jesús y su cariño.
EL MAGNIFICAT, LA ORACIÓN MÁS BELLA DE MARÍA
La oración por excelencia de María es un cántico que se ha convertido en la oración de la Iglesia en todos los tiempos. Es el cántico de los pobres.
Las dos protagonistas están cara a cara. María se presenta como la mujer pobre y humilde dispuesta a cantar a Dios. Dios es el que actúa, el que salva, el que llena el mundo de promesas, el amigo del hombre.
María descubre que Dios la mira con agrado y que mira con agrado a todos los pequeños de la tierra.
La oración de María está llena de nombres, porque su vida lo está. Su corazón se ha ensanchado por el amor, hasta convertirse en la Madre de todos.
UN DOBLE MOVIMIENTO: PODEMOS ORAR CON ELLA Y A ELLA
Por la cooperación singular de María en el misterio de la salvación, la Iglesia ha desarrollado la oración a la Santa Madre de Dios: Por una parte, engrandeciendo al Señor por las maravillas que ha hecho en su humilde sierva, por otra, confiando a la Madre de Jesús las súplicas y alabanzas de los hijos de Dios.
Este doble movimiento de la oración a María ha encontrado una expresión privilegiada en la oración del Avemaría.
A TENER EN CUENTA
- Frente al ser humano que se esconde ante Dios y no responde a su pregunta dolorida: «¿dónde estás?», el «aquí estoy» de María.
- Frente a la desnudez y soledad del ser humano que quiere vivir sin Dios, la actitud de María de dejarse llenar de su gracia.
- Frente a la culpabilización interminable a los otros, el descubrimiento que hace María de las maravillas de Dios en los demás («ahí tienes a tu pariente Isabel«).
- Frente al poder del mal que aplasta a los pobres, la actitud de María que pisotea a la serpiente.
- Frente al lamento pesimista, el Cántico Nuevo de María.
«Que el alma de María esté en cada uno para alabar al Señor; que su espíritu esté en cada uno para que se alegre en Dios» (San Ambrosio).
Momento de Oración
Se coloca un Icono de María en el centro del grupo.
Comenzamos: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Queremos orar con María la que vivió a la escucha de la Palabra, y se fió totalmente de un Dios que le había prometido ser la Madre de Su Hijo.
Canto: Alégrate, María, llena de gracia
María, tú fuiste saludada y mirada por el Amor de Dios, el que obró en ti maravillas, porque nada es imposible para El.
María, tú fuiste bendecida por la comunidad cristiana por haber creído en la Promesa de Dios.
María, tú fuiste guiada por el Espíritu Santo para ser Madre de la Humanidad.
Texto Bíblico: Lc 1, 46-49
«Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre».
Ora y guarda en tu corazón estas palabras:
- Aquí está la sierva del Señor.
- Hágase en mí.
- Engrandece mi alma al Señor.
- No tienen vino
Oración:
María, mujer pobre y sencilla.
Llena de escucha y de acogida del don de Dios.
Tu vida estuvo llena de asombro, de no comprender,
de dejarse hacer, de admiración ante Dios.
Viviste guardando silenciosamente
todo lo que acontecía
meditándolo y contemplándolo en tu corazón.
De tu interior fecundo brotaba la alabanza,
la gratitud, la confianza, la disponibilidad
y el abandono total a Dios.
Solidaria y silenciosa ante la cruz
te comprometiste con la Nueva Humanidad hasta el final.
Ruega por nosotros, amorosa Madre,
en esta hora de la Iglesia.
que peregrina hacia el hogar de la Trinidad. Amén.
Las fuentes en el desierto brotan de los pozos escondidos en la montaña
Equipo CIPE